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Aquí la Tierra Otros espacios

Supercherías

El Museo Canario conserva una selección de libros y revistas espiritistas, así como una reedición de los poemas de la médium Dolores Millares Cubas, hija de Agustín Millares Torres, fundador de la institución

Supercherías

Los museos y las bibliotecas son espacios que funcionan como cajas de resonancia de otros espacios, recintos, además, en los que el tiempo parece acumularse indefinidamente. En Las Palmas tales cualidades de estas instituciones que adquirieron auge en el siglo XIX resultan especialmente patentes en El Museo Canario, con sus momias y sus vitrinas de cráneos de aborígenes, índices para el observador de su existencia entre los vivos y los muertos, y con su biblioteca antigua, que, entre las publicaciones donadas por sus fundadores o personas de su entorno, incluye libros y revistas espiritistas. De estos últimos se ocupa este reportaje.

Es difícil no sentir cierto hormigueo en el cuerpo al hojear las "Comunicaciones de ultra-tumba obtenidas por el grupo espiritista Victoria", dossier publicado por la revista espiritista tinerfeña La Caridad en 1882. Estos documentos, custodiados en la biblioteca antigua del museo, están firmados con iniciales por médiums que, según se indica, habrían entrado en contacto con difuntos anónimos. Estos últimos, a los que a efectos de registro se les asigna nombre propio, serían, siempre según los textos, los verdaderos autores de las sinuosas disquisiciones recogidas en ellos, en tanto que los médiums se limitarían a atender al dictado de los fantasmas y transcribirlo con pluma y papel. Así, en una comunicación de ultra-tumba firmada por el médium A., en trato con el espíritu al que se ha convenido en llamar Juana, éste último afirma que "el espiritismo es una verdadera ciencia filosófica que los hombres no han inventado ni es posible que inventaran".

En línea con Juana, La Caridad, revista de la sociedad homónima fundada en 1881 en Santa Cruz de Tenerife, defiende el estatuto científico de las comunicaciones con el trasmundo. De este modo, en un artículo titulado "Progresos del espiritismo", su autor, anónimo, equipara las críticas dispensadas a la doctrina fundada por el pedagogo Allan Kardec, que decía sostenerla sobre "bases positivas y racionales", con las que recibieron hitos científicos precedentes: "La Tierra es evidentemente reconocido que está en movimiento, el pararrayos existe y el Nuevo Mundo fue descubierto, a pesar del ridículo de los necios, de la mofa de los calumniadores y del interés de los adversarios". Y en un poema de exaltación del fonógrafo, adelanto con el que los espiritistas creyeron captar las voces del Más Allá, Rodolfo Menéndez celebra a su inventor, Thomas Alva Edison, científico y espiritista, con versos como estos: "Cuando es por el sonido estremecida / la sencilla membrana vibradora, / agítase la aguja grabadora / y de un impulso mágico movida / sus leves huellas en la plancha deja: / gira luego el cilindro en que enrollada / la tersa superficie laminada / sus impresiones a la aguja ofrece: / la vibración sonora se refleja / en la membrana impresionable y fina / y en toda su grandeza reaparece / la palabra a través de la bocina".

Donantes relevantes

¿Cómo llegaron semejantes publicaciones a esta institución, creada por preclaros hijos del siglo XIX, persuadidos de que la marcha imparable del Progreso desterraría para siempre la superstición? Las pistas apuntan a donantes de especial relevancia para la casa. Así hay un libro anónimo, El espiritismo, registrado como regalo de Amaranto Martínez de Escobar, jurisconsulto, poeta y, por más señas, primer secretario del centro. Amaranto fue autor de numerosos artículos en la prensa local y en la revista de El Museo Canario. En ninguno, sin embargo, hizo nunca referencia al espiritismo. Menos aún consta que invocará a los seres del Más Allá en ninguna sesión de El Museo Canario, con lo que puede que su interés en la obra que obsequió no pasara de la mera curiosidad.

Sin embargo, hay otros dos personajes muy próximos a los próceres fundadores que develan idas y venidas más desconcertantes aún entre la institución coleccionista de cráneos y momias y lo que los espiritistas consideraban un más allá que se comunicaría con el más acá a través de hombres y fonógrafos. Uno de ellos es Baltasar Champsaur, pedagogo y escritor, como Allan Kardec, interesado en la teosofía y el esoterismo, autor de libros como La filosofía esotérica de la India. El otro, que requiere un comentario más demorado, es su esposa, Dolores Millares Cubas, poetisa e hija del historiador Agustín Millares Torres, principal fundador, con Gregorio Chil y Naranjo, de El Museo Canario. Por más señas, Dolores Millares Cubas fue, además, médium.

En una separata publicada por El Museo Canario en 2005 que recoge versos de Dolores Millares Cubas con el título de Poesías de Nofnas, Myriam Álvarez Martínez relata en el estudio preliminar que la musicóloga Lola de la Torre, nieta de Dolores, le contó que su abuela, que abrazó el espiritismo durante una estancia en Barcelona, "se convirtió en una médium excepcional en la Vegueta romántica del siglo XIX". Al parecer Dolores participaba en sesiones secretas con otras personas -quizá Martínez de Escobar, quizá su propio padre, quizá otros fundadores de El Museo Canario- para convocar la presencia de almas desencarnadas. Sus poemas, según oyó Lola de la Torre, le habrían sido dictados en aquellas veladas por un espíritu al que llamaba Nofnas, quien, según Dolores, era su verdadero autor. Una de estas composiciones psicográficas incluye versos como estos: "Blanca estrella temblorosa, / gota de luz, / misteriosa, / flor del éter eso eres tú".

Una superstición

Espiritismo. Ciertamente, cualquier persona sensata lo considerará una superstición. Lo mismo puede decirse, por lo demás, del positivismo, ese fantasma que poseyó a la ciencia del siglo XIX con su ilusión de que la realidad entera es cuantificable. De ese espectro, que se adueñó de las mentes más informadas del siglo XIX, quedan hoy como rastro perturbador las alineaciones de cráneos guanches de la sala Verneau de El Museo Canario, cuyas formas y medidas, llegó a creerse, estaban llamadas a explicar por sí solas la cultura de los primeros pobladores de las Islas. Supercherías, el espiritismo y el positivismo, cuyo único lugar hoy, como documentos de época, son las vitrinas y los estantes, acumuladores de tiempo y resonantes de otros espacios, de El Museo Canario. Y, si estas afirmaciones son falsas, espíritus de Amaranto, Agustín, Gregorio, Baltasar, Dolores y Nofnas: ¡Manifiéstense!

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