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Arte Las creaciones del artista en la capital

Chirino pasea por su obra pública

El escultor del hierro hace un recorrido por la historia de las piezas que se exponen en su ciudad natal, Las Palmas de Gran Canaria, para reflexionar sobre la vida y el arte

Chirino pasea por su obra pública

La ciudad de Las Palmas de Gran Canaria tiene el privilegio de ser uno de los lugares del mundo donde más obra expuesta hay de uno de los escultores contemporáneos más sobresalientes del siglo XX: Martín Chirino, gracias a su obra expuesta en la calle y que la urbe es sede de la Fundación que lleva su nombre. El escultor del hierro y forjador de espirales, un icono de la cultura aborigen canaria que el artista grancanario e hijo de esta ciudad ha sabido actualizar y personalizar hasta incluirlo en la Historia del Arte, repasa en una entrevista este jueves con la LA PROVINCIA/DLP cómo se forjaron los proyectos de Lady Harimaguada, La espiral del viento, El Pensador y Raíz. Una oportunidad para reflexionar sobre el arte, la universidad, su trayectoria artística y Canarias.

Lady Harimaguada

La escultura Lady Harimaguada fue la primera obra del artista para la ciudad (1996). Martín Chirino recuerda que el mediador fue Antonio González Viéitez, consejero entonces de Política Territorial del Gobierno de Canarias, y que a su puesta de largo acudió Esperanza Aguirre, en esas fechas ministra de Cultura.

"Viéitez la presentó a Las Palmas. Yo le dije que era una lady y, de broma, me miró y me preguntó ¿cómo se llama? ¿Harimaguada?. Pues mira que bonito nombre, le dije. Y Viéitez, hablando, dijo ¿no es canaria?. Y así se quedó porque a mi me gusta que a mis esculturas las nomine aquél a quien le gusta", señala el artista, quien calificó el encargo de "elegante" porque se hizo sin hablar de dinero en el primer encuentro, aunque no cae en quién se la encargó. El director de la Fundación Martín Chirino, Jesús Castaño, aclara después vía telefónica que la pieza la encargó el Ayuntamiento capitalino, siendo alcalde José Manuel Soria.

El escultor, que tuvo vía libre para decidir su ubicación, cuenta que se tomó su tiempo para pensar qué hacer paseando por la ciudad. "Me compré Las Rosas de Hércules. Y leyendo una oda de Tomás Morales, en la que hablaba de unos crestas blancas, maravillosas en el mar, me dije: qué bonito sería esto en una escultura. Y así surgió la lady".

El artista relata que en esas fechas iba a leer a la explanada de césped donde más tarde se ubicó la escultura porque estaba "muy solo". "O no tenía amigos o mis amigos no me querían en esos momentos (ríe). Quise aislarme, estaba muy tocado por lo del CAAM -fue creador y director del Centro de Arte Abstracto y Moderno desde 1991-2003-, no me sentía bien. Pero cuando me fui a Madrid ya tenía muy claro lo que quería hacer". Tanto es así que el artista reconoce que no cambió nada del boceto.

La monumental escultura se hizo en el taller de Magisa. No hubo discrepancia sobre la ubicación elegida por el autor pese a que en un primer momento él pensó en la Marfea. "Había división de opiniones sobre si debía estar o no elevada. Yo escuchaba. No es que me diera lo mismo porque levantada parecía más bella, como si estuviera capitaneando la Isla, pero más baja quedaba más asequible a la ciudadanía que es quien la iba a disfrutar. Era la discusión de aquellos años, de que la escultura debía estar en la calle y que no necesitaba ningún pedestal. De que un pintor podía hacer una escultura y un escultor una pintura", recuerda para puntualizar, seguidamente, que "un pintor es un pintor y un escultor es un escultor" y que dejar vía libre a los artistas del pincel en el arte del cincel es un error. "Hemos visto los horrores que se han hecho por la licencia de algunos pintores, que no tienen un concepto claro del espacio. Aunque otros han tenido éxito; la verdad es que no tienen la misma capacidad".

Lady Harimaguada forma parte de una serie que el artista creó tras visitar el Partenón y el Museo Británico, donde están las esculturas sedentes del tímpano del templo griego. Aquella forma nueva de representar la figura humana frente al clasicismo griego del cuerpo erguido, casi bélico, y que según Chirino apreciaron tanto los artistas a caballo entre el XIX y el XX, también tocaron su alma.

"Es suave, gira sobre sí misma", dice sobre Lady Harimaguada, mientras recuerda con humor como el día de la inauguración la entonces ministra de Cultura, Esperanza Aguirre, se equivocó y mencionó que la pieza era de piedra cuando el artista es un hombre de hierro y acero. No molestó al artista, que reconoce que Aguirre sabía perfectamente quién era él.

En 2000, Lady Harimaguada se convirtió en el símbolo del Festival de Cine de la ciudad. "Cuando me lo pidió Pepa Luzardo, le dije: Lo tienes, no quiero nada a cambio sino solo que cuidemos las ediciones", añade el escultor, muy feliz, de que su lady fuera el símbolo de los galardones.

El Pensador

La obra también se concibió en los talleres de Magisa. En un principio se ubicó en los jardines de la ULPGC, frente al Instituto Teológico, pero tras la gran muestra de la obra del escultor en la calle Triana (2011) con motivo de la candidatura de la ciudad a sede europea de la cultura en 2016 se instaló en la rotonda de entrada a la universidad.

"Estaba en el palmeral, presumíamos de que iba a ser un sitio muy bonito con toda la foresta, pero no se veía desde la carretera porque hay un gran desnivel. La escultura no funcionaba, ni los patitos, ni los ordenadores ni nada de lo que diseñó la arquitecta alrededor (ríe). Al terminar la muestra de Triana, Regidor vino a verme y me dijo que si me parecía bien que la colocásemos a la entrada de la universidad visto que era el símbolo de ella. Yo le dije que sí porque las esculturas tienen que rotar hasta que encuentran su sitio".

El doctor Honoris Causa por la ULPGC (2008) reconoce que El Pensador "tuvo un patrocinio fantástico". " Sergio Alonso es un empresario como deberían ser todos, con conciencia de que su país necesita cosas. Fue muy generoso, pagó íntegramente la pieza". El encargo no tuvo directrices. "En eso he sido un hombre con suerte. No sé si será por los años pero la gente me respeta. Nunca he tenido ninguna indicación, debe ser que confían en mi", manifiesta.

La pieza da pie al escultor, que formó parte del Grupo El Paso junto a otros artistas de su época como Antonio Saura, Manolo Millares, Rafael Canogar, Pablo Serrano; entre otros, a finales de los 50, a discernir sobre la Universidad. "Necesita de más calado para ser un centro de pensamiento. Tiene algo de endogámico que yo creo que hasta ellos mismos saben. Adolece, como todas las universidades en España, de ser un circuito cerrado. No promueve la trashumancia de sus profesores, que sería algo muy bueno. De tener clases magistrales como en otras universidades, que sería enriquecedor. El verdadero problema ¿sabes cuál es?: el cosmopolitismo. No somos cosmopolitas, somos isleños. Hay que comprender que el mundo está ahí para que aprendamos y que aprendan de nosotros. Sería muy bonito que los profesores de otras universidades vinieran no solo a impartir clases, también a investigar. Y que los nuestros pudieran ir a otras universidades. A España no le queda más remedio que volver a ser otra vez porosa y abrirse a este campo. Carecemos de cultura en el sentido más amplio. No, es que no la tengamos, sino que hace falta generosidad para entender que somos un todo". El artista confía en que Rafael Robaina, nuevo rector de la ULPGC, mantenga el convenio que ahora tiene con la Fundación para programas educativos y de investigación.

El Pensador recuerda a un casco guerrero. Y así lo reconoce el forjador del hierro, que tiene debilidad por los tracios, pueblo indoeuropeo en la época de los romanos cuyo personaje más épico es Espartaco. "Siempre que ido a Roma. Atenas, me gustó visitar lo que quedaba de ellos. He sido muy nómada y he viajado de un lado a otro para desmitificar todo aquello que parecía imposible. Pero no hay nada imposible, todo depende de ti. Anoche mismo estuve en una tertulia en la que se hablaba de lo de siempre: de aquí, de nosotros. Y yo siempre digo que hay que salir para desmitificar las cosas. ¿De qué hay miedo? ¿del sufrimiento? Yo he sido un estoico y he sido capaz de llegar a los sitios. No sé si he sufrido; yo te diría que no, pero he vivido intensamente. Y no he sido rico, sino un hombre que he tenido lo que tenía que hacer, lo demás me ha traido al pario. Ese nomadismo que tan importante es para entrar en contacto con la cultura y con el cosmopolitismo. Aceptando otros modos pero nunca mimetizándose", afirma Chirino, cuyo pensamiento queda interrumpido por las banalidades de la vida codiana. La llegada de un mueble de Ikea, perdido durante unos días en el proceso de transporte y que le suben dos amigos. "Estás asistiendo al parto; ya está en su sitio [el hall]".

El artista, premio Canarias de Bellas Artes (1986), retoma el hilo de la charla con el mueble a medio desembalar. "Todo lo que no es tradición es plagio. Mal que me pese lo tengo que decir. Creo que he sido un hombre moderno. Me hubiera gustado negar el pasado pero el pasado es lo que realmente nos sustenta", sentencia.

La espiral del viento

A la hora de hablar sobre La espiral del viento (2001), la escultura que cambió la imagen de Triana desde que se colocó en la calle tras la muestra sobre su obra en 2011, Martín Chirino se retrotrae a su vida de juventud, cuando vivía cerca de Las Canteras y era amigo del pintor Manolo Millares, Hector López, Juan García y su hermano; y otros compañeros ingleses, para explicar cómo la espiral entró en su universo. "Se suscitaban muchas conversaciones sobre si éramos guanches, canarios; yo diría que no eran normales viendo en la situación en la que viviamos[periodo de entreguerras y Guerra Civil] y los jóvenes que éramos. Leíamos mucho, visitábamos el Museo Canario y también cuevas de guanche como decíamos ingenuamente", rememora el escultor, que añade que el grupo estaba muy concienciado políticamente hacia la izquierda.

"Habíamos hablado de las espirales, que aparecían en todas las reminiscencias que habían dejado los guanches y disentíamos de María Rosa Alonso [ensayista] de que en Gran Canaria nunca habían existido espirales. Había figuras concéntricas pero no estaba claro, aunque yo sí lo tenía. Una vez me fui a La Palma y, de pronto, en El Paso vi una montaña maravillosa, una roca basáltica enorme donde hay una cueva de guanches en la que inscribieron una espiral, que ademas brillaba. Me impresionó mucho y vine contándoselo a Manolo y ya empecé a dibujarlas. Primero acostadas, luego como si fueran un circuito", continúa el herrero. "A la hora de hacerlas sentí que teníamos un acervo cultural maravilloso que nos habían dejado y con el que había que trabajar".

La escultura fue un encargo del Ministerio de Fomento para la autovía de Gran Canaria, en un cruce de caminos hacia el norte de la Isla a la altura de Barranco Seco. "Iba a ser el doble de tamaño. Pensé que sería bonito poner una espiral como si de un arco de triunfo se tratara", cuenta. Los 20 metros proyectados, sin embargo, se redujeron a 10 para ajustarse al presupuesto de quien adquiría la obra.

El herrero es consciente de la dimensión que ha tomado La espiral del viento desde que se instaló en Triana. Primero en la esquina de Malteses y, finalmente, en su ubicación actual por motivos de seguridad de la vía. " Yo diría que casi es perfecta, se volvió más potente, porque cuando colocas una escultura y hay referentes alrededor crece", continúa Chirino, que aclara que en el emplazamiento inicial no se veía bien la escultura. "Ella pertenece a la ciudad y la ciudad la ha hecho suya", puntualiza, mientras relata una anécdota en la que fue testigo de como "un matao" calificó la obra como "una mierda".

"Yo nunca reacciono a ese tipo de comentarios, soy un hombre raro en ese aspecto. Cuando te digo que soy un estoico es que la vida me ha hecho duro. Lo escucho pero no me afectan esos comentarios. Si tienen razón, tienen razón, pero, en este caso, el comentario venía de un personaje que fíjate tu", puntualiza sonriendo.

Raíz

La pieza se puede contemplar en Infecar desde 1999, aunque la obra data de finales de los 60. Martín Chirino recuerda que fue diseñada para el Banco Industrial en 1969. "Es una pieza muy antigua. La compró el Banco Industrial de Barcelona y la instaló en una pared de mármol negra, muy grande y brillante", explica Chirino intentando dar más pistas sobre la obra en cuestión que, según el autor, estuvo primero en un parque de la capital antes de llegar al recinto ferial en 1996. El mismo año en que el hospital Doctor Negrín adquirió una pieza suya: Alfaguara.

La escultura, que pertenece a una serie titulada Raíces que el artista comenzó a crear en los años 60 y que aparecerían también en la década de los 70, fue adquirida por el Cabildo insular en los años 90 tras la desaparición de la entidad bancaria. "Hubo que volverla a revestir toda porque las planchas de hierro eran finas y el salitre la había resquebrajado". Son los vagos recuerdos del artista sobre la obra para quien "lo importante es que las esculturas sobrevivan" al artista "para que queden como acervo cultural".

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