La Provincia - Diario de Las Palmas

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En tranvía a Las Alcaravaneras

Al empezar el siglo XX los talleres de La Pepa eran la única construcción en la playa, desde entonces la transformación ha sido constante

Las cocheras de la Pepa en 1927 en los terrenos que hoy ocupa el Club Náutico de Gran Canaria.

En otro tiempo unas doradas arenas unían las dos bahías en las que se articula Las Palmas de Gran Canaria. Otra época en la que Las Canteras y Las Alcaravaneras eran un todo, un mismo campo dunar. Años en los que la zona de las Isletas era soledad, lejos del bullicio urbano actual. Todo empezó a cambiar cuando a finales del siglo XIX se comenzó a construir el puerto de La Luz. Los caminos que unían la ciudad colonial, Triana y Vegueta, y los nuevos barrios marineros se volvieron más numerosos, aunque estos tendrían que sortear ese pequeño desierto.

Los raíles de la Pepa fueron de los primeros en ser los protagonistas ese progreso, pues seguía el trazado de la actual calle León y Castillo desde Triana hasta las naves industriales del nuevo puerto. Además, las cocheras y la central térmica con la que se abastecía el medio de transporte se encontraban en la explanada que hoy ocupan las instalaciones del Club Náutico de Gran Canaria. Sus únicos vecinos eran una fortaleza, la de Santa Catalina, y una casa que se atribuye a la familia de Pérez Galdós. Un espacio que ocupa hoy la Base Naval.

En 1950, con apenas diez años, Luis Guilarranz aterrizó en Gran Canaria proveniente de su Madrid natal. Su familia se alojó en las calles de La Isleta, barrio que aún no ha abandonado. Fueron los juegos de la niñez los que propiciaron su relación con la playa de Las Alcaravaneras. "Los guindillas, como llamábamos a la policía, no nos dejaban jugar a la pelota en la zona del Puerto, por eso veníamos hasta aquí, no había vigilancia ninguna", explica el señor al que todos llaman ahora El abuelo de Las Alcaravaneras.

Fue en la década de los cincuenta cuando las pequeñas casas de principios de siglo comenzaron a desaparecer. Shell ocupó el espacio en forma de cuña entre las calles León y Castillo y Presidente Alvear para poner una gasolinera. Hoy ese lugar lo ocupa la petrolera Disa. Frente a la misma se levantaron poco después las 12 plantas del Edificio José Antonio, más conocido como la Casa del Coño. No en vano, su altura causaba exclamaciones, pues era algo totalmente inusual para la época, aunque los más sorprendidos eran los recién llegados a la ciudad desde los campos. En ese entonces los raíles de la Pepa aún eran visibles, desaparecieron bajo el asfalto años más tarde, pero ya no era posible ir en tranvía a Las Alcaravaneras.

La construcción de un paseo flanqueado por palmeras invitó a más de una familia a pasar allí el fin de semana. Familias enteras llegaban de los barrios más populares de la ciudad a colocar su caseta y prepararse allí el tenderete. En parte, muchos querían huir del bullicio y el turismo que empezaba a despuntar en Las Canteras. "Esta nunca ha sido una playa de extranjeros, salvo algún despistado que se ha perdido, aquí siempre ha venido la gente de a pie, era y es la playa del pueblo", resalta Guilarranz.

Con el público llegaron los negocios. En la década de los sesenta los restaurantes Neptuno y El Boquerón de Plata se volvieron muy populares. "Tenían salas de baile y a veces las sacaban aquí a la arena", indica el abuelo de la playa. Unas fotografías de 1962, conservadas por la Fedac, atestiguan los bailes folclóricos que se organizaban sobre las tarimas de la playa. Hoy los usuarios han cambiado el cachorro, las chácaras y los timples por la red, el bañador y las pelotas de voleibol.

El descuido de sus instalaciones y la remodelación de la avenida marítima hicieron huir a los restauradores. Luis Guilarranz es el único que sigue allí, siempre al pie del cañón. 20 años lleva al frente del pequeño quiosco El Abuelo, el único lugar que tienen los chiquillos y mayores de Las Alcaravaneras para comprarse un refresco.

Entre dos muelles

En 1962 el Club Náutico de Gran Canaria consigue inaugurar su sede actual en el solar que ocupaban los talleres de la Pepa, junto a Las Alcaravaneras. La institución de vela llevaba años queriendo trasladar su sede emblemática en el muelle de Santa Catalina. Años más tarde el Club construyó un embarcadero, la playa quedaba así cerrada por su flanco norte.

La actividad marinera no era una novedad en estas arenas. Las barquilllas se arrejuntaron hasta los ochenta entorno a un pequeño pantalán de madera. Matías Santana iba a faenar desde allí durante muchos años. Ahora lo hace en las instalaciones del Muelle Deportivo. "Todo esto antes era playa, no había nada", comenta, mientras descarga unas viejas y unos sargos en compañía de su hijo Oliver, quien le acompaña cada día en la difícil tarea de lidiar con el mar.

Cuando se construyó el Muelle Deportivo, a principios de los ochenta, la playa volvió a menguar, en esa ocasión por su flanco sur. La mayoría de pescadores desaparecieron. Iluminada, El Mejillón, Los Manueles o La Pinta, son los nombres de algunas de las barcas que aún tienen la arena de Las Alcaravaneras como lecho.

El crecimiento acelerado del puerto grancanario terminó encerrando a la playa. El dique del Generalísimo, hoy León y Castillo, cubrió el horizonte. Esta actividad mercantil e industrial trajo consigo la contaminación de las aguas. "Cuando volvías a casa tenías que quitarte el petróleo del cuerpo, te sentías cubierto", apunta Luis Guilarranz. "Veías las manchas aceitosas sobre el agua y luego lo notabas al salir", repiten una y otra vez distintas bañistas.

No obstante, la playa se ha cerrado por contaminación fecal en dos ocasiones en el último mes. La primera ocasión por e. colli, la segunda por enterococos. Sin encontrar aún el posible origen, varias hipótesis apuntan a los barcos que fondean cerca de la orilla.

En 1969 una embarcación de mediana envergadura sí protagonizó uno de los grandes episodios de la playa. Un pesquero encalló en la arena ante la expectación de decenas de bañistas y curiosos. Más de uno no dudó en inmortalizar el momento, a pesar de que en esa época no eran tan numerosas las cámaras fotográficas.

Aún con estas calamidades, numerosas familias no dejaban hueco en la arena durante las calurosas noches de verano. En aquellos tiempos no existía el aire acondicionado y el mejor plan era ir desde los Riscos o desde Ciudad Alta a pasar el rato con las cartas.

La playa, una y otra vez recortada por las construcciones de alrededor, volvió a estar en el punto de mira en los últimos años. Uno de los proyectos urbanísticos para dar solución a los graves problemas de tráfico que sufre el nudo de Torre Las Palmas levantó nuevas voces de protesta entre algunos de los incondicionales de Las Alcaravaneras. Una vez más, las obras quitarían metros cuadrados de arena.

En los últimos años se han tenido que realizar trasvases de arena desde Las Canteras hasta Las Alcaravaneras. De esta manera se intenta solventar el antiguo movimiento natural de las dunas. No obstante, también llegan proyectos de futuro. Los hermanos Bhagvanji han proyectado el Saaj Boutique Hotels en un edificio de ocho plantas con vistas a la playa. Sus instalaciones contarán con spa y zona chill out.

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