Quiero dejar bien claro que este artículo resume una opinión que no pretende sentar cátedra ni ser compartida por nadie. Se sustenta en la presunción de que nos están dando por todos los lados y no nos enteramos. Es como si fuéramos marionetas en la cuerda, el título de la canción de la británica Sandie Shaw en el festival de Eurovisión de 1967, y nos estuviéramos riendo de nuestras miserias y de las ajenas. Están pasando muchas cosas pero parece que nada de lo que está ocurriendo va con nosotros. Una de dos: o la gente vive en el País del Nunca Jamás (en ese en que se quedó para siempre Peter Pan) o somos tontos del culo, que para el caso viene a ser lo mismo. Pero repito, es una opinión que posiblemente nadie comparta.

Sé de gente indignada porque se pagan fortunas enormes a jugadores y entrenadores deportivos (lo surrealista es que les pagan mucho más por meter goles) o se pagan primas cuantiosas que superan lo que cualquiera de nosotros cobraría en toda su vida laboral a los asesores bancarios que han arruinado al país. Sé de gente indignada por lo que pagan las televisiones basura a la patrulla de folclóricos y folclóricas que viven del cuento por contar con quién se acostaron la pasada noche o qué chorrada le dijo el descerebrado Tal a la descerebrada Cual. Sé de gente indignada porque sabe de otra gente que lleva una vida de maharajaes cobrando sin ir a trabajar porque hay quienes les firman durante un año la baja laboral por una dolencia en el meñique. Sé de gente indignada porque siguen prejubilando a miles de empleados con 55 años de edad o porque hay políticos que cobran más de 220.000 euros al año y se han adjudicado el derecho a cobrar la máxima jubilación con pocos años en la política, mientras dentro de poco ningún español podrá trabajar los años que se exigen para jubilarse antes de los 75 años. Sé de gente indignada porque esos mismos políticos tributan mucho menos a Hacienda que el resto de los mortales, cobran unas dietas de película y se han negado a viajar en clase turista o a bajarse el sueldo como el resto de los funcionarios del país. Pero tranquilo, aquí no pasa nada.

Han quitado los 400 euros de ayuda a más de medio millón de desempleados, han dejado a un millón de familias sin jornal, tenemos la tasa de desempleo más alta de la historia europea de los últimos sesenta años, no hay posibilidad de dar trabajo a un millón de jóvenes, reducen la pensión a la mayoría de los pensionistas, nuestra juventud obtiene suspenso en las evaluaciones educativas periódicas internacionales, tenemos las peores universidades de Europa, nos hacen votar unas listas cerradas en las elecciones de partidos políticos que incluyen a varios individuos cuya capacidad intelectual es dudosa o están procesados por corrupción y que se ponen sus propios sueldos. Aquí pagan sus impuestos los mismos asalariados de siempre mientras ricos empresarios y autónomos sinvergüenzas no declaran sus ingresos o les sale a devolver (y lo sabe Hacienda, esa misma que dice que "Hacienda somos todos"). Nos suben el precio de la luz y del agua y del teléfono y del aire que respiramos. Y mientras les bajan el sueldo a jueces, ingenieros, catedráticos, médicos, enfermeras y profesores para poder pagar los platos rotos de aquellos políticos que han jugado al Monopoly con el dinero de los contribuyentes, nos viene a decir el mandamás del país que no nos preocupemos, que estamos bien, que no nos pasará nada, que lo superaremos, que viajamos en un trasatlántico. Pues que no le pase lo del Titanic, porque aquí la gente no sabe nadar aunque guarde la ropa.

Como nada de eso está ocurriendo, la tontura de querer ser los europeos más europeos nos ha hecho más tontos hasta en el lenguaje. Circula por Internet que desde que las insignias se llaman pins, las comidas lunch y los repartos de cine castings, este país ya no es el mismo. Ignorantes de idiomas y maltratadores de la Lengua de Cervantes, hemos pasado de amnésicos y tolerantes con la miseria nacional a tontos de condición con nuestra modernidad. Leemos cómics, pegamos pósters, usamos tupper-ware, hacemos aeróbic, nos ponemos after-shave, sacamos tickets, practicamos footing, vamos al pub, nos tomamos un Irish coffee, las mujeres usan panties y los hombres slips, la top-model se ha hecho un lifting, compramos en un self-service, el jefe está siempre en un meeting y con la tele hacemos zapping. Lo dicho, el tonto español. Buen día y hasta luego.