Hubo una frase de Alfredo Pérez Rubalcaba en el debate con Mariano Rajoy, cargada de ironía, y por lo tanto, imprescindible en una buena crónica del acontecimiento, que contra todo pronóstico pasó desapercibida a pesar de su 'garra' y sus segundas. Fue cuando el candidato socialista, a propósito del matrimonio homosexual, dijo algo parecido a "ya sé que ustedes no se oponen a que dos homosexuales duerman juntos después de comer, pero se oponen a llamarlo siesta". Sabido es, y por lo tanto no necesita de mayor explicación, que la derecha nacional no se opone -asegura, con la boca chica- a una fórmula que legalice la unión de dos hombres, pero se niega tajantemente a llamarlo "matrimonio". En ese matiz, en esa diferencia, se enraíza , pues, el recurso al Tribunal Constitucional, lo cual demuestra la poca consideración que el PP le tiene a este alto organismo del Estado. ¡Cuántos recursos estamos desperdiciando por no tener a mano una buena colección de diccionarios! Cada evolución del lenguaje, siguiendo la pauta que ha marcado la beatería ibérica, puede dar materia suficiente para acudir al máximo intérprete de la Constitución para que, ya metidos en gastos, dirima las controversias gramaticales y sintácticas... ¡País!

Tampoco la Ley contra la violencia de género le ha gustado al ala carca de los populares. Durante tiempo, han fustigado el uso de 'género' proponiendo los más estrambóticos sinónimos. El instinto cuando se despega de la razón provoca ridículos antológicos, como esa 'violencia sexual' que para muchos hace referencia al sadomasoquismo. Miren ustedes: se trata de 'violencia machista', expresión que en sí misma recoge el género y la circunstancia de que afecta a la mujer en un ámbito familiar dominado por la dictadura del 'macho'. Pero como suele suceder, la oposición llega al Poder y de tanto repetir tonterías para desgastar al Gobierno anterior llega a creérselas, hasta que el trabajo les cura la demagogia (o no). Así resulta que la ministra Mato va y se estrena con una condena al asesinato de una mujer en Roquetas de Mar a manos de su marido, que la mató a tiros con una escopeta de caza. Un caso "de violencia en el entorno familiar", dijo la ministra, lo cual es una obviedad, lo mismo que fue en un entorno almeriense, y en un entorno navideño y postelectotal... La propia prosa periodística destaca el ridículo de tal calificativo: "El Ministerio (...) condena el último crimen machista como 'violencia en el entorno familiar". El "chama a o burro cabalo" de los gallegos, que en canario equivaldría a "llama altramuces a los chochos".

Buena parte de la ofuscada e integrista oposición a Zapatero -que en los gabinetes de diseño salía en forma de fría estrategia- ha estado fundamentada en silogismos tramposos y en sutiles matices sobre el significado de las palabras, aunque en realidad camuflan o bien diferencias sustantivas conceptuales o bien tácticas de ataque. La negociación con ETA, por ejemplo. En lo que toca al PSOE era negociación, y por lo tanto podía hablarse de traición a los vivos, a los muertos y al Espíritu Santo -por lo que los obispos le cogieron gusto a las pancartas- pero en lo relativo al ejecutivo del PP eran simples y beatíficos 'contactos'. La posibilidad de acercamiento de los presos al País Vasco ha sido "una rendición" de ZP; el acercamiento consumado en la era Aznar fue "una estrategia penitenciaria". El 'alto el fuego permanente de ETA' fue otra tregua trampa pactada entre ETA y Zapatero para ganar las elecciones; ahora el equipo de Rajoy lo considera una buena gestión para acabar con ETA. Pero a 'conejo dío palos a la madriguera'.

Ana Mato tiene un problema; también hay maltrato a los animales, hámsters, perros, periquitos, en el ámbito doméstico. Y va a tener que aclarar a qué tipo de violencia concreta se refiere en cada momento. (tristan@epi.es)