El PP tiene suficientes militantes y simpatizantes para dirigir con rigor profesional la televisión pública. No hay que ser un descerebrado para no tener el cerebro contaminado. Periodistas de derechas los hay muy buenos, que mantienen su independencia frente a amigos y correligionarios con mando en el BOE.

También, claro, hay jueces y magistrados que no aceptan que la ideología, y hasta el partido al que votan, le digan lo que tienen que hacer en el plano del ámbito jurisdiccional. Sus sentencias son de ellos y solo a ellos atañe. En España ha habido, y sigue habiendo, ejemplos demoledores para la cultura del paniaguado y el palanganero. En Estados Unidos el presidente del Tribunal Supremo, conservador, rompió el desempate en las deliberaciones sobre la reforma sanitaria de Obama votando a favor del presidente con los progresistas. Pasará a la historia como un gran jurista que ha cumplido con su deber. Lo que la Constitución le reclama es que sea fiel a su conciencia y honor, desde cualquier ángulo religioso o ideológico.

Se echa de menos en la España actual. Es estúpido, porque las evidencias son como los globos que se inflan debajo del agua, que saltan con fuerza a la superficie, que se ignore el esfuerzo por promover la independencia con sus secuelas de pluralismo y objetividad en RTVE del presidente Zapatero; sería, además, ridículo, porque todo el mundo ahí fuera reconoce que a la BBC le ha salido un competidor aquí. El instrumento fundamental fue la exigencia de una mayoría parlamentaria reforzada para el nombramiento del responsable del Ente... pero en cuanto Rajoy ganó las elecciones volvió aquel consejo de Aznar de "gobernar sin complejos". Se prescindió del consenso, para poder dinamitar el modelo profesional: el nuevo jefe de informativos, aparte de proceder de Telemadrid, más conocida como 'Tele-Espe', ha sido asesor del PP. Vuelven a las andadas. Ni las formas se guardan.

Esperanza Aguirre quiere Eurovegas como sea; para ello está dispuesta a maniobrar para conseguir unas excepciones a la norma general, en materia urbanística y de salud, como que en el califato del juego no rijan las leyes que prohíben fumar. Ya puestos, podrían considerarse otros paréntesis sobre el narcotráfico, el blanqueo de capitales, el tráfico, los derechos de los consumidores... Mutatis mutandis se burlan de la Constitución, y se quedan tan panchos y tan panchas.

La ministra de Sanidad dice que lo de que los jóvenes de más de 27 años que no hayan cotizado por estudios o por estar sin trabajo no tienen derecho a la sanidad pública es un error de interpretación; pero cada vez son más los chicos a los que se les niega la tarjeta sanitaria. Tampoco es verdad, aseguran ministerialmente, que los ancianos tengan problemas para hacerse con sus medicinas, pero el hecho cierto es que día a día hay más ancianos que en el mostrador de la farmacias o en las consultas de sus médicos de cabecera muestran la verdad verdadera.

Los recortes no iban a afectar a la calidad, decían, y siguen diciendo, los bustos parlantes populares. Pero las listas de espera han subido un 17,5% en un santiamén. Ser operados en un mes o en seis es una diferencia cuantitativa y cualitativa. La diferencia entre vivir y morir. ¿O no? Hay dinero para los bancos, pero no para asegurar la calidad del Sistema Nacional de Salud.

Estos esfuerzos son necesarios, claman desde el Poder. Pero Hollande deja tranquilas a las rentas bajas y medias y al bienestar galo y aplica el principio de igualdad y solidaridad a las grandes fortunas.

La crisis es una cosa, y otra es la utilización de la crisis como excusa para cargarse las reglas del juego. Eso es trampa, fullería. Como la filtración por la propia ministra Báñez de datos confidenciales de la petición de 'eres', conocidos por su cargo. O el timo de la estampita de las 'preferentes'. O las facilidades serviles para legitimar el fraude fiscal, que ha indignado a los inspectores de Hacienda. Quizás por eso se apuesta por los casinos en lugar de por las leyes, y quizás igualmente por eso se busquen crupieres y no servidores del interés general.

Ojo a los refranes. Tanto va el cántaro a la fuente...