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Sociedad y justicia

Cataluña y la derogación por Rajoy del artículo 155 de la Constitución

La primera amenaza del Gobierno español sobre la aplicación del artículo 155 de la Constitución Española me la hizo, precisamente a mí, el Gobierno de Felipe González, siendo yo presidente de la Comunidad Autónoma de Canarias, en febrero de 1989, cuando, a través del secretario de aquel Ejecutivo, Virgilio Zapatero, nos exigió la inmediata aplicación en nuestra Comunidad del desarme arancelario establecido en el Tratado de Adhesión a la Comunidad Europea, pese a lo cual, al llegar la fecha señalada del 1 de enero de 1989, por entender que era al Gobierno de España y no a Canarias a quien incumbía el desarrollo normativo de un Tratado, por esta razón mi Gobierno se negó a aplicar el desarme arancelario del 15% para las mercancías procedentes de la entonces Comunidad Económica Europea.

Desde la promulgación de la Constitución española el Gobierno se ha referido tan solo en dos ocasiones a la aplicación del temido artículo 155. En la primera de ellas, con todas las formalidades correspondientes, la antes aludida, de lo que hice caso omiso, como he dicho, manteniéndome en mis trece, con el apoyo permanente e inapreciable ayuda del muy inteligente, leal y laborioso José Miguel González, Consejero de Hacienda de mi Gobierno, mi muy querido y respetado Pelo Pincho.

Recordemos que el artículo 155 de la Constitución española prevé la suspensión de una autonomía cuando ésta incumpla las leyes o atente contra el interés general. Su aplicación requiere la mayoría absoluta del Senado.

La otra conminación tuvo lugar, sin la menor formalidad ni previo acuerdo del Gobierno español, cuando, curiosamente en las vísperas del 18 de julio de 2003, Jaime Mayor Oreja reiteró la amenaza de suspender la autonomía vasca ante "la desobediencia continuada" del Ejecutivo de Juan José Ibarretxe. En un discurso en el que Mayor Oreja mezcló al nacionalismo democrático con ETA, reiteró que el plan soberanista que el lendakari Ibarretxe llevaría en el mes de septiembre al Parlamento representaba "la ruptura" vaticinando -fue profeta en su tierra...- que en el futuro tendría "repercusiones" en Cataluña porque ya "pasan cosas que no hubieran sucedido" sin la propuesta del lendakari". Y en aquel Pleno se volvió recordar -solo recordar- que el artículo 151 de la Constitución no era papel mojado.

Mas he aquí que ahora, a las puertas de las Elecciones catalanas, pese a que una amplísima ciudadanía española partidaria de la unidad de España vería oportuna la amenaza formal por parte del tibio Rajoy de la aplicación del mentado artículo 155 contra Artur Mas, la omisión de su simple mención es otra prueba más de la ineficacia, tibieza o cobardía -llámesele como se quiera- de quien, siendo presidente del Gobierno español, creo que lo haría mejor como alcalde de San Borondón, con perdón de los borondonianos...

Y a todo esto ¿qué dice el impetuoso Soria, curtido en mil batallas, en casi todas las cuales ha resultado derrotado? Me gustaría conocer su opinión al respecto y, entre otras cosas, sobre el disparate político de su jefe máximo al decidir "negociar" -no "dialogar" simplemente, como es tan usual en una Democracia- por haber conferido su representación, nada más y nada menos que al mismísimo ministro de Asuntos Exteriores (mi antiguo compañero de la UCD García Margallo) que en función de las competencias que lleva aparejadas su cartera ministerial -relaciones con otros países- era el menos indicado para entenderse en nombre del Gobierno español con quien aspiraba y sigue aspirando a constituirse en un Estado independiente. Porque García Margallo, persona cuya inteligencia y preparación conozco y reconozco desde antaño, debió haber advertido a su principal que moderase su expresión, ya que con un aspirante a la independencia de su Comunidad, que pretende nada más y nada menos que marcharse del resto del Estado español, no se "negocia, sino que se "dialoga", cosas bien distintas. Pero pedir a Rajoy no ya una decisión afortunada, sino simplemente un mínimo de decisión, al igual que un uso ortodoxo de la terminología, es como pedir peras al olmo, ya que lo único que le encanta es mantenerse en posición de firme ante Angela Merkel.

Mas he aquí que ahora, pese a tratarse de una importantísima cuestión de Estado, en que parecía el momento propicio para amenazar a Artur Mas con la aplicación del artículo 155 de la CE, lo que hace el inefable presidente es simplemente anunciar una reforma para que el Constitucional -que carece del ius puniendi, del que solo está investido el Poder Judicial penal, hasta la llegada de la ley mordaza, con sabor a franquismo- sancione a Artur Mas, como si con ello, de ser constitucionalmente posible, que en mi opinión no lo es, se pusiera fin a la cuestión soberanista catalana, que no solo está arraigada en las instituciones sino también en una notable parte de la ciudadanía.

¿Y que me dice el lector de la afirmación de su correveidile Margallo de que en la UE preocupa más Podemos que Cataluña? Obviamente en el Palacio de La Moncloa, como en algunos hospitales, debe haber un virus político contagioso del que pocos se libran.

(*) Presidente nacional de Ciudadanos de Centro Democrático

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