Hay un aspecto muy importante que resulta imposible medir por muchas encuestas que se hagan: la pereza ciudadana, la pereza del electorado, el hartazgo ante tanta pantomima por parte de los políticos que aspiran a gobernarnos. Los sociólogos que hablan claro, a solas siempre, confiesan que los encuestados están mintiendo pero no saben ni la diana de sus mentiras y la razón que las impulsa. Creo firmemente que están cansados, que les da mucha pereza decir verdad y prefieren divertirse con las encuestas contando que van a votar al de allá cuando piensan hacerlo al de acullá, o no van a ir a votar. Un diputado me contaba el otro día que no percibe ese desapego de la gente con los políticos, ese odio que se esgrime en programas de televisión de supuesto debate. Que cuando está en la calle y se encuentra con la gente de su circunscripción y les pregunta por sus problemas, lo cual forma parte de sus obligaciones, los ciudadanos le cuentan, le piden, con educación y apremio a la vez, pero jamás ha recibido insulto o improperio alguno. Será una excepción mas no lo creo. Ese puede ser de verdad el clima mayoritario y no el de indignación generalizada que algunos venden. La indignación va por otros caminos, el desespero de no saber cómo llegar a fin de mes, la incertidumbre ante unos servicio públicos de sanidad que no sabes si van a poder atenderte, la educación presente y futura de los hijos? Y las personas discriminan entre la ineptitud de los políticos y el imperio de los mercados. Por eso, de la impotencia a la pereza, y a la falta de esperanza respecto a la utilidad de que cambiando el sentido de un voto se pueda cambiar algo más. La pereza lleva al inmovilismo, a que es menos malo dejar el estatus político como está, a no hacer experimentos ni con gaseosa. Por eso Rajoy está tranquilo: sólo con dos mensajes, la culpa de la crisis fue de Zapatero y mi gobierno, conmigo a la cabeza lo está arreglando, se cree capaz de ser la fuerza más votada en las próximas elecciones generales y, con suerte y con Ciudadanos, gobernar de nuevo. Eso sí, un toque de alegría, con el baile de Soraya y el mazo en el consejo de seguridad de la ONU, insólita imagen. El grado de pereza del electorado va a marcar el resultado, y la proximidad del sorteo de la lotería, y los turrones, y los viajes, y las nostalgias propias de esas fechas. Rajoy lo sabe y por eso le da al mazo con ahínco.