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El análisis

¿Quién teme al TTIP?

La Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (TTIP, por sus siglas en ingles), tiene como objetivo aumentar el comercio y las inversiones entre la UE y EE UU. La liberalización comercial entre los dos principales bloques económicos del mundo, que suman la mitad de la riqueza del mundial, impulsara el crecimiento y creara puestos de trabajo. Es lo que sostiene la Comisión Europea, que es la que negocia en nombre de los 28 Estados miembros.

El pacto podría generar un crecimiento adicional del 0,5% en la economía europea y un beneficio de 545 euros al año por hogar, según un estudio de Bruselas. El impacto económico positivo es el principal argumento que han esgrimido los líderes europeos para justificar el TTIP, cuya idea se lanzo en plena crisis del euro.

Como indican todos los analistas, "Europa ha perdido mucho peso en el escenario económico internacional" y un "buen acuerdo" con EE UU serviría para "recuperar" terreno y fijar "los estándares de regulación a nivel mundial". Otros sostienen que el TTIP "no es un tratado comercial" sino que puede equiparse a una Constitución Europea porque "cambia las reglas de juego".

La primera ronda de negociaciones tuvo lugar en Washington en julio de 2013. En cuanto a los plazos, los líderes europeos se habían comprometido a intentar concluir las negociaciones a finales de 2015. Visto que este calendario no se va a cumplir, Bruselas dice ahora que intentaran cerrar el TTIP con el actual presidente americano, Barack Obama, cuyo mandato concluye en enero de 2017. Las negociaciones comerciales de la UE con Canadá duraron cinco años. Los líderes europeos esperan que las conversaciones, estancadas en los últimos meses porque Washington estaba concentrado en el TTP (Acuerdo del Pacífico), se aceleren ahora, La siguiente ronda esta prevista para principios de 2016.

El TTIP tendrá 24 capítulos agrupados en tres partes. La primera es similar a cualquier acuerdo comercial tradicional y su objetivo es mejorar el acceso de las empresas europeas al mercado americano y viceversa. Ello implica suprimir la mayor parte de los aranceles, que ya son muy bajos, del 3,5% de media. Los negociadores también quieren liberalizar el mercado de servicios, por ejemplo suprimiendo las barreras existentes en EE UU a la propiedad extranjera en el transporte o las aerolíneas.

La segunda parte es la más novedosa y ambiciosa. Se trata de acabar con las trabas al comercio que no tienen que ver con los aranceles, sino con la aplicación de diferentes estándares técnicos o de seguridad, que aumentan los costes para las empresas. En la actualidad, los fabricantes que desean vender sus productos a ambos lados del Atlántico tienen que tramitar dos veces la homologación de sus productos.

Lo mismo ocurre con las normas sanitarias y fitosanitarias. Finalmente, se está negociando la compatibilidad reglamentaria en nueve sectores concretos: coches, cosméticos, productos químicos, ingeniería mecánica, aparatos médicos, tecnologías de la información, fármacos, pesticidas y textil.

La última parte se refiere a las reglas que la UE y EE UU quieren promover en el comercio mundial. Este apartado incluirá reglas comunes en materia laboral y medioambiental, competencia, propiedad o pymes.

El mayor error que se ha cometido en la negociación del TTIP ha sido la opacidad. El mandato negociador de la UE, que se aprobó en julio de 2013, no se publicó hasta un año más tarde, lo que "alimentó toda la especulación y la intriga sobre lo que realmente se está negociando", esto lo admite el propio ejecutivo comunitario. Incluso la comisaria de comercio, la sueca Cecilia Malmstrom, ha avanzado en la publicación de documentos en internet y un mayor acceso a los eurodiputados.

A los documentos más restringidos, como los textos que recogen la posición de las dos partes o las estrategias de negociación, solo tienen acceso un número limitado de parlamentarios. Solo pueden consultarse en una sala especial de lectura. Para acceder, los eurodiputados tienen que firmar un documento de confidencialidad en el que se comprometen a no revelar los contenidos.

El capítulo más polémico del TTIP es que pueden recurrir las multinacionales una decisión pública al sistema de resolución de disputas entre inversores y estados (ISDS, por sus siglas en ingles). Se trata de un arbitraje privado, por encima de los tribunales nacionales, al que pueden recurrir las multinacionales cuando una decisión pública, por ejemplo una expropiación, les perjudica. Este mecanismo no es nuevo, ya está presente en alrededor de 1.400 acuerdos comerciales firmados por los estados miembros. Los detractores del TTIP alegan que es antidemocrático porque limita el derecho de los gobiernos a legislar.

Ante esta fuerte oposición al ISDS, la Comisión Europea ha planteado una alternativa que consistiría en crear un tribunal de inversiones público, con jueces profesionales en lugar de árbitros y una segunda instancia de apelación.

España puede ser una gran beneficiada si aprovecha todas las oportunidades que tiene. Algunos de los productos que exporta España, como el calzado o la cerámica, todavía tienen aranceles altos y su supresión "mejoraría mucho la competitividad de nuestras empresas".

Lo mismo ocurriría con las producciones agrarias españolas si se reducen las barreras fitosanitarias, caballo de batalla de las producciones agrarias españolas desde siempre.

Hay quien opina que la gran perjudicada será la agricultura porque "a las pequeñas explotaciones les va a ser muy difícil competir con la agroindustria norteamericana"; eso, quizás, le ocurra a la agricultura canaria, por su pequeña dimensión.

(*) Presidente de Asaja Las Palmas

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