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Zigurat

Conspiración contra Francisco

Los senderos que recorren los papas en el Vaticano son caminos llenos de obstáculos puestos delante de las intenciones que se les adivinan. Primero se van poniendo todo tipo de trabas en asuntos que son de máxima urgencia para la iglesia actual, para que esta se sitúe donde tiene que estar y no conspirando, que ha sido su sello durante cientos de años.

Eligieron a Francisco y parece que cuando eligen a un papa el espíritu santo tiene el dossier de salud física y mental del electo, pues en algunas ocasiones se ha puesto a un hombre enfermo o débil en la cátedra de Pedro, con la esperanza de que las pocas fuerzas que le quedan las destine a la doctrina y a la dogmática, desatendiendo otros problemas más acuciantes.

Francisco, con sus sombras -sombras que al parecer saldrán a la opinión pública muy pronto en dos libros- y sus luces -de las que nos ha dejado algún destello cuando ha hablado o actuado en muchos de los problemas políticos del mundo-, no se ha cohibido cuando apunta a la inconciencia de los europeos con los refugiados y ha abierto una casa para acogerlos en Roma, en este caso predicando con el ejemplo, así también ha conminado a abrir iglesias y casas diocesanas para estos seres humanos que no tienen donde caerse muertos.

Así de directo y en ocasiones vehementemente, se ha sentido ofendido por los abusos sexuales en la iglesia, más extendidos de los que se cree; ha llamado avaros a los empresarios -muchos de los cuales son cristianos- y les ha dicho que empleen a personas en riesgo de exclusión. Pero parecen haber caído en un pozo sin eco sus palabras.

Y su gran baza: la ecología, que si bien lleva más de treinta años en el candelero -me refiero a la teología de la ecológica-, que ha hecho suya de modo muy personal al advertir que este reino de Dios lo están dejando sin sus principales activos: la tierra como la casa común a la que hay que cuidar porque solo es un préstamo que pasa de padres a hijos, de madres a hijas, dejándonos a nosotros, residentes por ahora en esta realidad, la responsabilidad de mantener el equilibrio ambiental.

Pero lo más grave es que las distintas corrientes -carismas- dentro de la iglesia le están dejando a los pies de los caballos, porque ha osado tocar las poderosas prelaturas como el Opus Dei, como los Legionarios de Cristo o Comunión y Liberación, congregaciones católicas de derecho pontificio. La iglesia tiene una brecha enorme abierta en sus muros, la tiene en Europa, donde las iglesias en horas de misa están sin un alma y solo entran turistas que pagan. Europa, que por ser la más rica del mundo es la más huraña e inmisericorde; América latina, que quita el sueño a los católicos por el avance de las nuevas confesiones que arrasan en los núcleos de desposeídos y a donde están enviando a muchos misioneros, que deberían quedarse aquí, que es donde está la verdadera contienda a la que se debe enfrentar un cristiano. Y el talón de Aquiles de esta institución con sus miles de millones en manos de impíos y testaferros, en bancos deshonestos, en dividendos de sangre en las bolsas y en el nivel de vida que muchos, muchos, llevan sin prestar oídos a su máxima cabeza, que una y otra vez denuncia cuanto puede. Pero por aquí desde los párrocos hasta los laicos de sociedades apostólicas es como si como si oyeran llover. Porque el asunto de los divorciados, la nulidad matrimonial, la homosexualidad, la natalidad o el exigente desempeño de la mujer en la iglesia parece que les quita el sueño a los inmovilistas que ven sus convicciones y su cómoda vida amenazadas. Y una comunidad que ha perdido la compasión, principio inamovible de cualquier religión, está dejando en el camino lo único por lo que hay que reflexionar: ¿Qué puede aportar la iglesia a este desarme moral sin precedentes y en este punto de la historia?

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