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Zigurat

Madrid, Londres, París?

Las últimas declaraciones de líderes europeos, incluidos el presidente del gobierno español y el mismo secretario de Naciones Unidas, ponían el acento en controlar el flujo de emigrantes con intervenciones diplomáticas y políticas en los lugares de conflicto.

Tienen los gobiernos de la comunidad europea varias estrategias para desarmar la bomba de millones de musulmanes europeos: control de las mezquitas y sus mulás o imanes; desarrollo económico en las regiones en guerra; control de los refugiados que entran y salen, y por último la formación de los imanes lejos del fundamentalismo y la venganza.

Madrid, Londres, París, es la cadena lógica de capitales particularmente atractivas para sembrar el horror.

Y quedan algunas, que si bien no participan directamente en el conflicto, como España, son susceptibles de volver a convertirse en un campo de guerra.

Coinciden también los analistas en que estamos en guerra: ¿contra quién? Difícil respuesta. Son demasiados grupos extremistas los que entrenan a sus combatientes en el odio y también lo son en su confesión y su jerarquía. Y entre ellos también se matan, que fue lo que quisieron hacer las potencias occidentales en Siria o Irak y no ha terminado bien.

Las potencias occidentales no se ponen de acuerdo sobre qué hacer con la región, si seguir apoyando a Asad, armar a la oposición moderada -que no la hay, dentro del Islam no hay posiciones moderadas-, o embarcarse en otra guerra infernal como la de Irak, de la que expresidentes que tuvieron en sus manos la invasión han pedido perdón por la guerra.

No funciona la aculturación de los llegados y si bien muchos nacidos europeos de las antiguas colonias francófonas, son asimilados, mantienen en sus vidas conductas que son propias de la cultura de origen pero no de un país democrático y civilizado. Podemos estar horas hablando de cómo se ha llegado aquí, pero solo nos bastan tres minutos para no saber a dónde vamos, porque la literalidad de los libros que manejan como si fueran objetos del mismo dios, los alienta a buscar la gloria por el martirio.

Nada hay más extraño e inusual que ver las calles tomadas por el ejército como si estuviéramos en guerra, -que por lo visto hasta ahora están en lo cierto. Y es una guerra desigual, porque el factor determinante en esta ofensiva es la convicción absoluta en lo que se hace, sin importar la muerte o el sufrimiento y en este aspecto llevan la delantera, porque lo que no quieren precisamente las potencias occidentales es que le lleguen a casa cadáveres de soldados envueltos en la bandera. Aquí prima la vida del militar y se han vuelto hacia la tecnología de la guerra con drones, aviones y barcos que matan a una distancia considerable sin preocuparse por su defensa.

Probablemente el ataque que ha llevado a cabo Francia en Siria como represalia en estos días, deje muchos muertos civiles, inocentes niños, mujeres, ancianos... y una destrucción total.

Y este es el ingrediente de un mapa de guerra que no ha hecho más que insinuarse en el espacio europeo. Esperan, tienen paciencia, escogen con precisión, usan las mejores armas de asalto y no temen morir. Con este sombrío paradigma queda muy lejos la ansiada primavera árabe y ya estamos en invierno y es un invierno de la razón, un letargo de la conciencia y una lectura de la realidad vista desde un solo punto de partida: el mal es todo aquello que va contra el islam y tiene nombre genérico: Occidente.

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