Cito una vez más a Azaña, en uno de los artículos sobre la Guerra Civil escritos en el exilio, según el cual no se puede gobernar contra el genio propio de un país. Destaca el tono nada axiomático y hasta poco concluyente, la sensación de descanso de la mente en el puro análisis, ya sin otra responsabilidad que la consistencia. El último, una rumiación sobre una reflexión suya de 1917, titulado "La neutralidad de España", husmea en las causas de esa actitud del genio nacional, que vendría de 1898. Aunque en el actual conflicto el genio no se manifieste como neutralidad sino como aversión a una intervención directa, una conclusión sería que aunque detestemos a nuestro enemigo no amamos lo bastante a nuestros aliados, ni nos fiamos de ellos.
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