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Otra vez jugando al Monopoly

Y llegaron los gurús. Sacaron los dados junto a los billetes falsos y ya los tenemos, otra vez, fajándose en el Monopoly. Ahí están de nuevo especulando y subastando teorías "todo a cien" que los periodistas compramos ávidos de titulares para sobrevivir a nuestra particular crisis.

Ahora barruntan otra recesión. Sin coger resuello de la anterior, los gurús nos vuelven a sentar en la casilla de los torpes. Como peones en un juego que siempre me pareció que se inventó para recordarnos lo mezquinos, ambiciosos y avariciosos que somos.

Andábamos tan contentos con el precio del petróleo cuando, sin más, estallan las bolsas porque llenar el tanque con menos euros o rebajar la factura eléctrica a empresas y familias pues resulta que perjudica la estabilidad de multinacionales y hasta de países. ¡Ah!

A lo que se añade una de chinos que ahora les da por crecer solo al 7%. Una depresión donde las haya mientras Canarias suspira por un 3% (y no va con segundas, Cataluña). El gigante pierde fuelle y eso lo vamos a pagar más allá de la subida de precios que ya me anunció Chi-Lin, mi proveedor de la esquina.

Y si en lo doméstico lo juntamos con que no hay nadie que nos gobierne (otra vez el tratamiento de peones), pues ya tenemos la trilogía para que los gurús despachen incertidumbre como palabra favorita.

Palabra mágica que viene a ser el canguelo que me entraba de niña cuando me preguntaban qué quería ser de mayor o lo que viene a significar en el lenguaje hermético del Monopoly el Indicador de Confianza Empresarial.

Y aunque los gurús pongan en nuestras vidas la crisis china, la bursátil o el desgobierno (es lo que tiene la globalización) la confianza o desconfianza empresarial sí que entra seriamente en este juego porque el mundo, dentro o fuera del Monopoly, se sigue moviendo por pasiones.

Así están ahora los empresarios canarios. La encuesta realizada por la Cámaras de Comercio indica que la confianza baja un 1,4% en el primer trimestre después del subidón de octubre de 2015 en el que Canarias avanzó un 4,2% liderando la clasificación nacional.

Que nadie se fíe de nadie es para preocuparse. Por un efecto contagio o no, alentado por los gurús o no, con la ayuda de titulares o no, que se instale el mosqueo generalizado en inversores, empresas y familias para paralizar o retrasar sus decisiones económicas no es precisamente un juego.

Menos inversión y menos consumo provoca el descenso de ventas, de facturación y de actividad que lo primero que hace es estampar su ira contra el empleo. Ira que rebota en nuevos parados para darles otra vez de lleno a la inversión y al consumo. Y así un círculo vicioso ya demasiado visto y doloroso.

La confianza y la desconfianza en todas sus vertientes, en la personal, empresarial, crediticia, institucional o internacional son factores subjetivos que se pegan como lapa a la actividad económica.

Las crisis las comienzan, las atraviesan y las terminan los humanos, no las amapolas. Por tanto, también somos los humanos los que decidimos tener miedo o no, desconfiar o no, contagiarnos o no.

El miedo es libre, sí, lo sé, pero antes de alinearlos con él confiemos más en nosotros mismos, en nuestras capacidades, en nuestro trabajo, en nuestra creatividad, en nuestro empuje, en nuestros clientes, empleados y colaboradores.

No demos la razón a los gurús que vuelven al Monopoly con dados envenenados y billetes marcados.

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