Vamos con las certezas. La más robusta dice que Rajoy ya ha pedido el alta en el registro de Santa Pola del que es titular y figuraba en excedencia. La carrera política del gallego está a un infinitésimo de terminar para siempre. Como la historia nunca está escrita en una de estas se salva sobre la bocina. Qué quieren que les diga, desde hace ahora cuatro años -vamos, desde que empezó a gobernar- está sentenciado por una doble razón: la salvaje subida de impuestos y la brutal reforma laboral. La consecuencia la acabamos de ver: 123 diputados. Y esa es la otra certeza: ocurra lo que ocurra, con cualquier combinación de Gobierno, con repetición de las elecciones generales e incluso con un Rajoy resucitado milagrosamente es evidente que la citada reforma laboral saltará por la ventana en muy poco tiempo. Los oportunistas que se autocalifican de empresarios supongo que, cuando vean lo ya evidente, empezarán a echar gente a marchas forzadas. Una legión, otra más, hasta que las calles salten por los aires. Ya saben, de una plantilla de diez trabajadores se despide a dos por cuatro perras gracias a la ley Rajoy y se pone a los ocho restantes a hacer el trabajo de diez sin cobrar horas extraordinarias ni nada y claro, latigazo va, latigazo viene. Los sindicatos son más verticales que con Franco y otras instituciones, como la justicia, de tan formalistas apenas operan. Es corriente que en algunos sectores como la hostelería se trabaje sesenta horas semanales, la mitad se cobre en negro y viva España. Un modelo odioso que sospecho se va a multiplicar.
