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Tropezones

Reflexiones viajeras IX

Morgedal: Morgedal es un pueblecito en el corazón de Noruega, y un hito en el alma de los noruegos. Desde nuestra llegada al hotel de montaña nos explican por qué: en el hall una pequeña cuna mecedora de la que por los pies asoman dos diminutos esquíes colocados en V nos dejan claro dónde nos encontramos: en la cuna del esquí.

Morgedal está ubicada en el centro de la región de Telemark, nombre que el aficionado a dicho deporte asocia inmediatamente a los esquíes modernos. En las afueras del hotel una escultura de bronce de Sondre Norheim, el inventor de los esquíes Telemark, nos termina de remachar la importancia de dicho deporte para los noruegos.

De hecho, hasta la palabra esquí se la inventaron ellos. Como también el vocablo eslalom tiene, dicho sea de paso, el mismo origen etimológico.

Para ilustrar la trascendencia de dicho deporte basten algunos ejemplos: el año en que les tocó a los noruegos organizar los juegos olímpicos de invierno en Lillehammer, se hicieron con nada menos que 26 medallas. Noruega, un país de 5 millones de habitantes copaba más medallas que nadie: 10 de oro, 11 de plata y 5 de bronce, por delante de naciones como Rusia, EEUU, Austria o Canadá.

Otros países gustan de presentar la imagen oficial de sus monarcas a caballo, o con sus mejores galas castrenses. Los noruegos en cambio nos muestran orgullosos la escultura en bronce de cuerpo entero del rey Olav, en plena naturaleza nevada y montado sobre sus esquíes. Porque Olav V no sólo era aficionado a los recorridos de larga distancia, sino que incluso llegó a oficiar de juez árbitro en alguna de las espectaculares competiciones de saltos tan populares en su país.

Cuando Noruega peleó su independencia de Suecia, alcanzada en el año 1905, Gustav Fröding, uno de los grandes literatos suecos proclamó: "Es que no puede uno enfrentarse a toda una nación sobre esquíes".

Incluso la grandiosa naturaleza nórdica constituye un escenario ideal para la práctica de deportes como el esquí o el patinaje sobre los lagos helados. No es de extrañar que sus habitantes hagan gala de un apego a su terruño fuera de lo común.

Porque el noruego sabe que la naturaleza que ha heredado no sólo es la reserva natural de Europa, sino que es un regalo del cielo que sabe valorar en su acendrado patriotismo.

Como también sabe que esa misma naturaleza le tenía guardadas en sus entrañas del Mar del Norte unas reservas de gas y petróleo que han convertido a su país en el Tío Gilito de las naciones escandinavas.

Y como dice saber, y tampoco es que visto lo visto suene tan descabellado, que "Dios es noruego".

Sea como fuere, ahora que se ha puesto de moda destripar el genoma humano en busca de genes especializados, me gustaría poder bucear en el ADN del noruego.

¡Seguro que aparecería, tal vez algo congelado, el gen del esquí!

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