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Perspectiva

Los postulantes

Entre el legado de mi familia toledana, aparte de los ojos claros y el cabello rubio, se encuentra un breve ensayo del autor argentino Alberto M. Candioti, cuyo título comparte con este suelto, Los postulantes. La obra data, nada más y nada menos, que de 1923, impresa por la Editora Internacional, y el ejemplar que conservo, pese a los estragos del tiempo, tanto a un lado como al otro del Atlántico, tanto en la sequedad del secarral meseteño como en la inesperada humedad insular, muestra, sin embargo, el mismo brío que un día inspiró sus páginas. Si el presente únicamente sirviera para que volviera a reeditarse la obra me sentiría más que satisfecho con haber juntado estas palabras. El opúsculo, de fácil lectura y mejor provecho, tiene por ambición "ser útil a la juventud", según se concluye en su escueta introducción. La pretensión de Candioti es tan simple como audaz, pero no por ello menos necesaria, y si me apuran, aún más en las circunstancias que se viven en la actualidad. Me refiero, y entro ya en harina, a la definición de los "deprecantes", en la acertadísima expresión elegida por la autoría. Nos descubre, por si hacía falta, que los "postulantes son numerosos en todos los países", para terminar por reconocer que es "en los pueblos latinos y sobre todo en los españoles" donde la figura del que se postula para un cargo o dignidad es más que acusada. También insiste en que el mal sólo podrá remediarse, quién iba a decirlo, con la modificación de la "educación colectiva", de aquella herramienta, tan vieja como imprescindible, que hace de los hombres seres entregados a la convivencia y al respeto de los valores primarios que nos apartan de los vicios y el egoísmo.

El libro es actualísimo y pronto se verá por qué. La redacción original está fijada en 1922, en una época en la que la República Argentina comenzaba a sentir los devaneos de los políticos y sus allegados. Y otro tanto ocurría en la España de la Restauración, ya saturada de los juegos de la política isabelina, pero que, en suma, aún los reproducía. Los intentos de regeneración de la vida civil, auspiciados por las voces de la intelectualidad, con Ortega y Gasset a la cabeza, siempre chocaban con las formas tradicionales de hacer las cosas. Traído al presente, vendría a ser la contienda entre la Vieja y la Nueva Política, en un mensaje que se ha llevado a la hartazón, queriéndose diferenciar las diversas mentalidades que hoy cohabitan en el entramado político español. Lo que ha de celebrarse de Candioti es que nos regala una "galería de postulantes" en la que ubicar a los pretendientes al gobierno, al margen de su parcialidad o la ideología que guíe sus pasos. En ella, están todos y cada uno de los políticos, casi hasta agotar las posibilidades.

En un hábil manejo de la palabra y la caracterología, profundiza en la personalidad de los deprecantes, mostrando la silueta, quizás el detalle, de los individuos. Por ejemplo, el soberbio, "fatuo simulador de señorío", que "habla con seguridad, con facundia", tanto como es "descarado al pedir". ¿Acaso no señalaría al líder de Ciudadanos? Un reciente estudio de la formación naranja ha sentenciado que el candidato Rivera se sintió muy por encima de las expectativas más realistas, que actuó como un Jefe de Gobierno sin serlo, puesto que "el soberbio tiene pretensiones exorbitantes, siempre aspira a sentarse en las cumbres". El pesimista es otra de las viñetas elaboradas por el ingenio de Candioti y tiene por regla presentarse ante los demás infundiendo "cierta piedad por su triste figura, sus miradas recelosas, sus palabras de duda y su obstinada postulación de incrédulo". Unida a la del pasivo, que "ataca férvidamente a los malos gobiernos y atribuye su abulia al desastre moral que le produjo una crisis económica", tendremos la imagen perfecta de Mariano Rajoy. La sabia mezcla del digno y el activo nos daría para componer una doble personalidad, la de los señores Garzón e Iglesias, ya que ambos tienen "plena conciencia de su dignidad", pero, por si fuera poco, "solicitan sin humillarse" y cuantos más obstáculos encuentran a su paso, "mayores son sus entusiasmos por llegar a alcanzar la palma de olivo". No obstante, la que sin duda perfila mejor una situación personal, a la vez que política, es la del postulante "desvalido de parentela y amigos". Éste es el que "deberá sufrir las sonrisas despreciativas de sus compañeros de oficio que se preguntarán: ¿de dónde ha salido este fenómeno?". ¿No es este "caballero caridoliente" el Secretario General del PSOE, el señor Sánchez, que se "desvela buscando un semblante amigo" en las reuniones de la Comisión Ejecutiva tras las elecciones del 20D? Nadie lo sabe, de igual manera que las anteriores caracterizaciones son puro artificio, pero lo que es cierto es que los veintitrés modelos que pergeña el argentino no sólo valen como juego de sobremesa, sino que nos demuestran que la política no ha cambiado un ápice en casi una centuria, y no hago alusión a lo ideológico, cuanto a lo humano. Por esta razón, el ensayo de Candioti, y mal que le pese, porque buscaba justamente lo opuesto, es tan rabiosamente actual.

(*) Doctor en Historia y profesor de Filosofía

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