La exportación del tomate canario cumple este año 130 años de existencia, casi en paralelo con la construcción del puerto de La Luz que se inició un 26 de febrero de 1883.
De aquellos primeros tiempos quedan las imágenes de un muelle de Santa Catalina con los vapores que recibían en sus bodegas y cubiertas los primeros ceretos de tomates, que los obreros portuarios de la carga blanca se encargaban de estibar a mano con destino al Reino Unido y continente.
Ha pasado más de un siglo y los cambios en la carga y estiba de la fruta, además de los barcos que la transportan a los mercados consumidores ha sido espectacular por el trato y la protección que se le dispensa.
Todavía recordamos en plena zafra de exportación la actividad febril en el actual muelle Grande donde estaba inicialmente la primera estación hortofrutícola en los meses de octubre a mayo de cada campaña con aquellos tinglados abiertos, donde los estibadores se iniciaban en el manejo de las carretillas elevadoras para mover los primeros "pallets" de tomates, pepinos y pimientos, que acercaban al costado de los barcos en la década de los años 60 del pasado siglo.
Luego el traslado al muelle de León y Castillo con una estación moderna y refrigerada y el empleo de una maquinaria especializada a base de jaulas para elevar hasta cuatro y seis "pallets" de forma simultánea a las bodegas de los buques frigoríficos las cajas de cartón, dando lugar a unos rendimientos óptimos que nunca se habían conocido en el puerto de La Luz.
Esta temporada que finaliza en mayo se habrán enviado a los mercados cerca de cien mil toneladas de tomates remitidas por 15 empresas que superviven de las 40 compañía que llegó a haber en los tiempos de la gran exportación, pero es innegable que esta fruta sigue pasando por el muelle con más de un siglo de existencia proclamando nuestra vocación agrícola y exportadora.
