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Inventario de perplejidades

Importancia de la primera frase

Leo un escrito del novelista catalán Enrique Vila-Matas (París no se acaba nunca, Al sur de los parpados, El traje de los domingos, etc, etc) sobre la importancia de la primera frase para fijar la atención del lector. Y al respecto recuerda el consejo que, cuando empezaba su carrera literaria, le dio Hector Bianciotti, que ejercía como crítico en Le Nouvel Observateur, una prestigiosa publicación francesa. "Siempre que vayas a empezar un articulo", le dijo, "recuerda que la primera frase es esencial porque ha de incitar al lector a seguir leyendo". Vila-Matas reconoce que intentó seguir esa enseñanza y para confirmar si el maestro era consecuente con lo que afirmaba empezó por leer con atención los artículos del propio Bianciotti, que en efecto se esmeraba mucho en conseguir que la primera frase tuviese la virtud de fijar la atención del lector y este ya no dejase el articulo hasta terminar de leerlo. En una forma parecida a como hacen los toreros con los toros distraídos, que porfían con ellos hasta que les meten la cabeza en la muleta y no los dejan salir de allí hasta dar remate a la faena con una estocada. Claro que, también reconoce el novelista catalán que esa obsesión por redactar una primera frase redonda puede resultar angustiosa. Y cita, al respecto, el divertido libro de Bernard Quiriny L'angoisse de la premiére phrase, que empieza de esta manera: "La primera frase, he aquí el enemigo". Luego, Vila-Matas traslada la importancia de la primera frase del articulo a la novela y alude a algunas obras maestras, como En busca del tiempo perdido de Marcel Proust, un sublime ejercicio de estilo, que empieza de una manera un tanto pedestre: "Durante mucho tiempo, me acosté temprano". Lo que viene a confirmar que los autores de libros que adquirieron fama mundial, y concitaron la atención de millones de lectores, no tuvieron la necesidad de un inicio especialmente atractivo, ni intrigante, ni misterioso, para alcanzar general reconocimiento.

Los inicios de algunos libros famosos están para siempre en la memoria de quienes los leyeron, pero no creo que sus autores se hayan demorado más en su redacción de lo que lo hicieron con otros párrafos. En la literatura, como en el amor, los movimientos iniciales los dicta la pasión, y casi nunca se sigue un protocolo. ¿Quién no recuerda que esta frase: "En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor", es el inicio del Don Quijote de Miguel de Cervantes? ¿Y este otro: "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Emiliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre le llevó a conocer el hielo", el de Cien años de soledad de Gabriel García Márquez? Se ha escrito mucho sobre la importancia del primer párrafo, que en la buena técnica del periodismo de agencia ha de contestar, fundamentalmente, a estas cinco preguntas: ¿qué?, ¿quien?, ¿cómo?, ¿cuándo? y ¿dónde? Pero tampoco debemos de olvidar el quinto párrafo. Según el político e historiador dominicano Juan Bosch era el que contenía la información sustancial.

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