La Provincia - Diario de Las Palmas

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Cira Morote.

Letra pequeña

Cira Morote Medina

El rastro de la zarina

Observo sus movimientos, son sinuosos. Se desplaza como si la llevaran en volandas. Viste un atuendo curioso, parece que no quiere dejar ninguna prenda en el ropero. Falda rosa palo sobre licra blanca. Camisa cuello mao en tono grisáceo, más por la mezcla de colores en la lavadora que por la intención del fabricante. Lleva una boa beige de fibra sintética que le rodea el cuello y le da un aire aristocrático, de vieja princesa amnésica de la Rusia zarista. Es mayor, muy mayor? o eso parece. No sé si es la edad o que ha pasado mucho en la vida. Tiene la mirada vacía, como si las cataratas en el fondo de sus ojos fueran ya más torrente que salto de agua. Cuando pasa a mi lado me llegan olores contradictorios. Colonia y sudor, a veces gana el aroma? y a veces lo otro. Es la tercera vez que me la tropiezo en pocos días. Quizá no me había fijado antes en ella o puede que sea nueva en el barrio.

Su perra es de raza escéptica. No sé cómo se llama, porque su dueña nunca habla con ella, bueno, ni con nadie. Y digo escéptica porque se contonea con aire despreocupado. Esta variedad de chuchos es la que más me gusta, más gatuna que perruna, más independiente que sobajienta. Se les reconoce porque andan pegados a sus dueños y la correa nunca se tensa. La pobre también anda un poco vetusta, me temo que el contoneo es más bien cojera, pero me gusta pensar que es puro swing canino.

Si nos dejáramos llevar por cómo mira la gente a nuestra princesa amnésica, sólo veríamos a una señora que no va muy bien de la azotea. No es que grite, ni que dé problemas o parezca desorientada. Su paso es firme y acompasado, pero no pasa inadvertida. Ahora parece asustada, aunque mantiene el tipo. Lleva algo en la mano derecha. Los nudillos lucen blancos del esfuerzo por mantenerlo a salvo, sea lo que sea, lo trata como un tesoro preciado. El energúmeno acaba de irse y ella no va a darle la satisfacción de mostrarse vulnerable. "Esta vieja me tiene la terraza del bar infestada de palomas, coño. Va por las calles echando el arroz para que coman", gruñe girando la esquina, tras enfrentarse a la anciana, a medio metro de su rostro. Ella me mira, yo hago el gesto de hablarle, pero baja la cabeza y prosigue en silencio calle abajo. Uno, dos o tres? Más allá un puñadito. La zarina no va a permitir que nadie borre su rastro de arroz.

@CiraMorote

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