Ha llegado el calor, los conatos de incendio, los helados, las cañitas a la fresca, los pantalones cortos, los baños en la playa, la protección solar, las advertencias contra el cáncer de piel, la operación bikini, las ensaladas con tomate y aguacate, el melón, la sandía, las cerezas, la paga de julio, la vuelta de Froilán de su internado, el posado en Ibiza de Ana Obregón? Y todavía no tenemos gobierno. La verdad es que la aparición de los partidos insurgentes y la bajada del soufle del bipartidismo nos estropea las vacaciones: primero fue en navidades y ahora con el estío que casca de lo más bellaco. Este fenómeno no visto en España va camino de convertirse en un hit parade, como un buen gazpacho que está ahí, siempre dispuesto en la nevera para refrescar la garganta. Al personal ya le da casi igual que nombren a Ana Pastor (esa mujer con la tensión en el rostro de las damas de Julio Romero de Torres) para presidir el Congreso de los Diputados. Las noticias del bodrio nacional (echamos tanto de menos a Berlanga) llegan a la costa de la misma manera que una chicharra mareada, mientras que en la Unión Europea se desquician ante este cabaret donde todavía no han nombrado al que debe apoquinar para la multa del déficit. En ello nos encontramos cuando ya un diseñador de prestigio prepara la sombrilla para cubrir las buenas testas (ajamonadas de neuronas) de nuestros patricios dedicados a la tertulia con el Rey. No hay derecho que nos haya alcanzado la alerta que amenaza con 37 grados, un bochorno insaciable y de relleno el torniquete diario del noticiario político. ¡Cómo echamos de menos los días en que por estas fechas ya estaban depositados en una hamaca! ¡Cómo echamos de menos sus entrevistas sobre las croquetas que hacen, sobre sus mojitos a la luz de la Luna! Todo ello ha sido sustituido por este sonsonete monocorde que amenaza con sacar de las gavetas los seguros de decesos para ponerlos al día. Hay países que han entrado en depresión colectiva, y España podría ser uno de ellos. A los japoneses, a los que quiero tanto, no les importaría tanto machaque, pero los españoles no podemos soportar tanto movimiento en el vacío, tantos días preguntándonos si ha ocurrido algo.
