La Provincia - Diario de Las Palmas

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Inventario de perplejidades

Cuando empezó la guerra

A los niños que nacimos y fuimos educados en la larga posguerra que siguió a la Guerra Civil (prácticamente la posguerra duró hasta la muerte del dictador ya que pocos meses antes había ordenado el fusilamiento de cinco personas pese a las peticiones de clemencia de medio mundo, incluido el Papa Pablo VI), el 80 aniversario del alzamiento militar contra la República nos ha servido de pretexto para hacer memoria de aquel tiempo que un historiador ha calificado de "cataclismo colectivo".

De la Guerra Civil, a los niños apenas nos llegaban noticias desde el mundo de los mayores porque el miedo aconsejaba ser prudentes y no hablar más de la cuenta delante de unos mocosos que luego podrían ir por ahí contándolo todo. Yo recuerdo haber visto huellas de tiros en las fachadas de algunas casas y avisos en otras de que allí había habido un refugio contra los bombardeos en los sótanos del edificio. Estos avisos estaban pintados en forma de diana, y permanecieron allí varios años hasta que la lluvia los fue borrando. Y también había, en las paredes de las plazas o calles principales, una especie de calcomanías en negro con la efigie del general Franco y debajo la leyenda de lo que entonces se llamaban los "gritos de rigor"; es decir ¡Viva Franco! ¡Arriba España! El dictador era una figura omnipresente. Estaba en todas partes. En los instituciones públicas, cuarteles, hospitales, estaciones del ferrocarril, cines, teatros, aulas de los colegios y no digo que hasta en las casas de tolerancia porque yo a esa edad no las frecuentaba. Y siempre en compañía de José Antonio Primo de Rivera, un joven repeinado con aire de tanguista.

El contraste entre aquel general regordete, con bigotillo, y el aspecto severo de una persona de poco reír, y el apuesto falangista, llevó a un compañero de colegio a preguntar al maestro si los de las fotos eran padre e hijo, aunque se parecieran tan poco. El maestro evitó la risa (¿quién se atrevía entonces a reírse sobre esas cuestiones ?) y contestó con un "No, exactamente", lo que nos llevó a pensar que existía alguna clase de relación de parentesco entre el uno y el otro.

Con el paso del tiempo, y las lecturas, supimos que la relación no fue tan idílica como nos habían contado y que el general regordete instrumentalizó el fusilamiento de José Antonio en Alicante para convertirlo en mártir de la "cruzada". E incluso algunos historiadores apuntaron que no había hecho lo suficiente para canjearlo por otros presos republicanos, posibilidad que, al parecer, tuvo en la mano. Sobre la Guerra Civil, sobre la larga dictadura y sobre la monarquía parlamentaria que heredó tantas cosas del antiguo régimen (desde la forma de Estado hasta las estructuras socioeconómicas), se ha escrito mucho, porque es una etapa histórica que merece abundantísima bibliografía. En cualquier caso, de todo lo que he leído estos días me quedo con una cita del conocido periodista Ramón Lobo que, a su vez, cita al escritor checo Ivan Klima. Dice este que "cuando uno vive cuarenta años bajo una dictadura hay una especie de pérdida colectiva de la honestidad". Y eso es lo que nos pasa aquí, reflexiona Lobo.

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