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El callejón del gato

Descalificar los populismos solo sirve para pasar el rato

Trump, el boss de los populismos a nivel global, hace con un discurso simple que el establishment desde de los padres fundadores quede en entredicho. Ese "todo por el pueblo" enarbolado por el 45 presidente americano hace buena la celebérrima frase "Santiago y cierra España" de la Reconquista.

Casi al mismo tiempo Theresa May, premier de su graciosa majestad, avisaba a Europa que "el continente una vez más se ha quedado aislado"; Londres y Washington han vuelto a cerrar filas como ya hicieran en su día Winston Churchill, el año 41, con los tratados bilaterales entre estos países. Mientras, tanto Le Pen como el resto de los nacionalistas se preparan para seguir los pasos de la política enarbolada por la premier británica.

Hemos visto cómo en tertulias de radio y televisiones se desternillaban de risa descalificando los populismos que, entretanto, iban sumando voto tras voto. El populismo español por excelencia, el de Podemos, no se puede ni se debe orillar con la intención de marginarlo políticamente, hay que analizarlo. Los populismos lanzan un mensaje con un vocabulario de segundo de primaria pero, precisamente, por su sencillez llega al ciudadano de forma directa. La puesta en escena de esta gente es muy importante y me llama mucho la atención que Pablo Iglesias y compañía no le hayan prestado la debida reflexión, evidentemente "él lo sabe", pero cómo quitarse coleta, pantalones vaqueros y mochila de un plumazo sin que se parezca demasiado a la tan denostada casta.

La clase media norteamericana recobra de nuevo el resuello con la cantidad de dólares con que va a inundar el mercado que junto con el impulso fiscal y las obras de infraestructura fueron el eje central del discurso de investidura del nuevo y flamante presidente Trump.

Como decía mi buen amigo José María García, "¡ojo al dato!", que nadie piense que esto es flor de un día, el "¡Make America great again!" va absolutamente en serio, sólo había que ver la cara que se les quedó a todos los asistentes en la tribuna presidencial a medida que avanzaba el discurso del presidente electo, miradas de reojo de unos a otros mientras pensaban cómo salvar los muebles de la rapiña tras tantos años en el poder.

Los populismos aman tanto a los pobres que los multiplican a la enésima potencia.

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