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El análisis

El capitalismo de 'amiguetes' chino

Wang Jianling, propietario de Wanda y empresario chino de moda en España, es una rara avis en una especie, la de los multimillonarios del gigante asiático, que gusta poco de las cámaras y las declaraciones públicas. Como los mandos del Partido Comunista. Omertá sobre su vida privada. A Jianling le agrada codearse con artistas de Hollywood y meter cabeza en el pomposo mundo del fútbol europeo. En una de esas apariciones públicas, la decimocuarta fortuna del mundo acuñó una frase que definía su forma de entender los negocios pero, sobre todo, la manera de afrontar la economía que tienen en China: "Permanezca cerca del Gobierno y distante de la política". Una verdadera declaración de intenciones.

El periodista del New York Times Michael Forsythe desnudó en un fantástico reportaje de investigación a este multimillonario hijo de un soldado de infantería en la revolución comunista de Mao Zedong. La cabecera estadounidense, azote ahora de los desmanes de Donald Trump, desmenuzó con todo tipo de detalles las relaciones entre sus negocios y personas vinculadas al Partido Comunista chino que retratan el alumbramiento y crecimiento meteórico de sus negocios.

El magnate inmobiliario y de la industria del cine tenía o tiene entre los accionistas de su madeja de sociedades a familiares de

miembros destacados del politburó chino. Entre los vinculados se encuentra Qui Quinquiao, hermana del presidente Xi Jinpin, o Hu Haifeng, hijo del anterior presidente Hu Jintao. Un hijo y una hija del anterior primer ministro Wen Jiabao también están vinculados, según NYT, a fondos de inversión en los que Wanda tiene centenares de millones de euros depositados.

Wang Jianling es un ejemplo, pero también un síntoma de la situación interna que vive la segunda economía del mundo. En su reciente libro China's crony capitalism -que en su traducción podemita al castellano sería el capitalismo de amiguetes chino- , el profesor Mixin Pei repasa, revela y denuncia cómo desde 1989 el particular modelo económico del gigante asiático se basa en las relaciones de "compadreo" y corrupción entre políticos y empresarios.

Cualquiera contestaría al profesor que en España pueden enseñar un máster sobre esta peligrosa connivencia, pero lo que desvela Mixin Pei es que en China la situación ha llegado a tal extremo que tiene al país de 1.300 millones de habitantes al borde del colapso. En síntesis, el profesor viene a concluir que los amigos y sus familias acumulan riquezas inmensas gracias al Gobierno -que en China regula y condiciona todo-, mientras que los políticos consiguen y se mantienen en el poder gracias al dinero y a la intermediación de sus compadres empresarios.

China's crony capitalism sitúa el origen de este problema en 1979, cuando Deng Xiaoping lanzó su programa económico aperturista que dejó las tierras y los medios de producción que eran del Estado en manos de sus funcionarios y compinches -se lo pueden explicar bien eso los multimillonarios rusos hijos del derrumbamiento de la URSS-.

Posteriormente, y con la descentralización del país, han sido los jefes de los partidos locales los que "han adquirido autoridad para asignar capital, adjudicar grandes contratos y determinar el uso de la tierra", explica Mixin Pei.

"La corrupción en China se ha facilitado por los mal definidos derechos de propiedad, la autoridad administrativa descentralizada y la ausencia de controles democráticos, como un poder judicial independiente, una prensa libre y una competencia política", sentencia. Y el partido único no está poniendo coto a esta corrupción pese a las recientes destituciones ordenadas por Xi Jimpin, que se interpretan como purgas para eliminar rivales políticos.

Mientras todo el mundo mira hacia EEUU y Donald Trump, el "problema chino" sigue en un segundo plano. "Los legados del capitalismo de amiguetes permitirán a aquellos que han adquirido una enorme riqueza ilícita bajo el antiguo régimen ejercer una gran influencia política en una hipotética nueva democracia que tendrá dificultades para sobrevivir", concluye el profesor Mixin Pei.

Con China se ha demostrado que la democracia liberal ya no es el régimen ideal para el desarrollo del capitalismo y el crecimiento económico. Es más, en estos momentos, los pesos y contrapesos de las países democráticos se convierten en un problema para las élites económicas. Más y más totalitarismo nos espera.

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