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AULA SIN MUROS

Ser padres

Desde hace no menos de tres décadas se ha producido un cambio en el rol de ser padre que ha trastocado la vida familiar de los hogares y la relación con los hijos. En varias direcciones. Freud y el psicoanálisis inventaron el término de "matar al padre" para referirse a ese momento evolutivo en el que un hijo o hija se vuelve a reconciliar con su padre. Esto es, olvidan hijos o hijas jóvenes que en algún momento de su adolescencia se rebelaron contra su indiscutible y, a su entender, represiva autoridad paterna. Hay quien se acuerda de aquello que con "la mirada bastaba" para saberse objeto de una reprobación por un comportamiento inadecuado o la negativa a una petición desmedida. Y cuando las admoniciones de una madre no producían el efecto deseado saltaba la tan temida frase de "se lo digo a tu padre cuando venga".

El viejo ejercicio de la autoridad paterna que mandaba sobre los hijos y la mujer reconocida por el poder político y religioso y que se extendía a maestros, clero y adultos. Ejemplo de lo que escribo: "la bendición padre, abuelos, tíos" era poco menos que obligado decir a los niños. Bonito "el respeto", cierto, si no viniera acompañado del miedo o, en muchos casos, "el vainazo" que no siempre resultaba ser una metáfora. Pero otro de los cambios más significativos y trascendentales en la vida del hogar es el papel que los padres representan en el cuidado de los hijos. Los nuevos padres participan de manera amorosa y solidaria, con las mamás, en el cuidado y atención diaria de los hijos desde el primer momento de su nacimiento. Se trata de un modelo radicalmente distinto al de tiempos pasados. Nada parece mejor para el crecimiento sano de los hijos el que los padres se conecten emocionalmente con los hijos, desde que son bebés, a través, por ejemplo, de ponerle y quitarle pañales, darle de comer y cantarles y arrullarlos para que concilien sueño por las noches. Pero una vez que, felizmente, ha desaparecido el miedo a la presencia de un padre déspota y rehecho el vínculo amoroso entre padres hijos aparece un peligro que puede acarrear bastante desencanto en padres a los que ya se puede ver entretenidos en divertidas charlas con sus hijos a la entrada y salida de los colegios.

Me refiero a la aspiración seguida de la pública y orgullosa expresión de sentirse amigo de sus hijos. Que no se llamen a engaño. Nunca podrá un hijo sentirse, en el estricto sentido emocional del término, amigo de su padre como tampoco una hija amiga de su madre. La exclusiva amistad y confianza recíproca la depositan los hijos en sus iguales, amigos de clase, de calle o de ocasión y sus amigos los eligen ellos. Se corresponde con su sentimiento identitario y pertenencia al grupo de referencia en el que, en cada momento de sus vidas, se encuentre. Ni siquiera, muchas de las veces, pueden entrar en el mundo de sus pensamientos y elucubraciones.

El poeta libanés Kahlid Gibran escribió: "Tus hijos no son tus hijos. Les puedes dar tu amor, pero no tus pensamientos, pues ello tienen los suyos propios". A los padres les corresponde un nuevo rol de orientadores y acompañarles con la escucha en sus cuitas, gozos y desafíos. Proporcionar, en el hogar, un lugar seguro donde encontrar apoyo y hasta un pequeño "laboratorio" donde aprendan y experimenten acciones que les puedan valer para el futuro, entre ellas, el no tener miedo a libertad. Reconocer que no es cierto lo de "que nunca se equivocan" y tener la suficiente humildad como para saber aprender de los hijos. Mucho más hoy que cualquier mocoso puede enseñar al padre o madre más experimentado cómo se maneja el último smarphone o computadora sin tener que recurrir al manual del prospecto. Y aceptar que, en los nuevos tiempos, se produce con mayor frecuencia de la que un padre o una madre quisiera, la gran influencia que puede tener en las vidas de sus hijos, la televisión, un amigo o amiga con la que va al colegio, juega a la play, o se chatea en las redes. Sin duda que, harto frecuente más, que la amigable charla que se tenga, en familia, a la hora de la comida o una salida de fin de semana. A veces ni esto porque, al decir de muchos padres y madres parecen no soportar la frustración cuando se quejan de que "ya mi hijo o hija no quiere salir con nosotros".

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