La Provincia - Diario de Las Palmas

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a la intemperie

Están de aquí

Los turistas chinos, que antes venían a España en grupo, empiezan a visitarnos de forma individual, ajenos a los paquetes que les ofrecen las agencias de viajes. Significa que ahora puedes ir al Museo del Prado y encontrarte en la sala de Las Meninas a un chino solo. Es lo que me ocurrió a mí el otro día, antes de leer la noticia. Me hallaba contemplando el cuadro de Velázquez (voy a verlo una vez al año, como a un pariente lejano), cuando descubrí a un chino completamente solo entre el grupo de turistas que intentaba comprender el drama que ocurre dentro de esa pintura. Me extrañó tanto que me apresté a seguirle. De vez en cuando sigo a gente (no solo a chinos) para ver dónde acaban. Unos entran en un portal misterioso, otros en un bar, otros en un domicilio particular... Hay gente capaz de deambular durante horas antes de volver al hotel en el que se hallan hospedados.

Tampoco sigo mucho: una o dos veces al mes. Adquirí la costumbre hace un par de años. Resulta que estaba dando una clase de escritura creativa y sugerí este ejercicio a mis alumnos.

-Id al centro -les dije-, escoged a una persona que os llame la atención y seguidla disimuladamente. Luego, contad la aventura en cuatro o cinco folios.

La media de calidad de estos trabajos fue excelente, por lo que decidí aplicarme el cuento y comencé a seguir también. Al principio lo hacía como un ejercicio literario, pero luego se convirtió en una necesidad. Cuando sigues a alguien, pasan cosas por tu cabeza. Seguramente, es un modo de seguirte a ti mismo, pues a fin de cuentas no somos tan distintos unos de otros.

Bueno, pues me puse a seguir al chino, que después de visitar Las Meninas abandonó el museo, caminó sin prisas hasta Atocha y subió por la calle homónima, que abandonó a unos doscientos metros para deambular por el retículo de travesías de esa zona. Finalmente, se metió en una tienda de chinos. Como tardara en salir, entré yo también y lo vi atendiendo, detrás de la caja. Cogí, por disimular, un manojo de cebolletas y un alargador eléctrico. Al pagar, le pregunté de dónde era y me dijo que de aquí. O sea, que no es que vengan solos a España, es que a veces ni vienen porque ya están.

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