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opinión

Escurridizo Rajoy

He seguido desde la capital alemana la comparecencia como testigo del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en el juicio ante la Audiencia Nacional por la financiación irregular de su partido.

He seguido la transmisión por una emisora privada como seguramente lo habrán hecho allí tantos compatriotas porque La 1 de TV, esa emisora que pagamos todos con nuestros impuestos, no la ha considerado un hecho suficientemente noticiable como para dedicarle un programa especial. He sido testigo desde la lejanía gracias a los profesionales de la radio de las facilidades de todo tipo dadas al compareciente en una clara demostración de que en España la justicia de ningún modo es igual para todos.

He escuchado cómo el presidente del Tribunal, un juez con fama de conservador, impedía que se hiciera determinadas preguntas porque, según él, no hacían al caso, y metía continuamente prisa a los abogados de la acusación particular. También cómo el abogado del extesorero de ese partido, Luis Bárcenas, acusado de tener millones de origen nada claro en una cuenta secreta suiza, parecía hacer más bien de abogado del testigo Rajoy en un previsible do ut des.

He oído al presidente del Gobierno negar, como era previsible, una y otra vez haber tenido conocimiento alguno de lo que hacían los encargados de las finanzas del Partido Popular porque él sólo se dedicaba a la política y a lo único que le importaba: conseguir votos. Y explicar tautológicamente que cuando le dijo a Bárcenas, ése de "se fuerte, Luis", que en el partido estaban haciendo "lo que podemos", eso significaba "exactamente eso": que estaban haciendo lo que podían.

He visto cómo con sus palabras trataba Mariano Rajoy continuamente de escurrir el bulto como si no llevara más de dos décadas en la ejecutiva de un partido donde la corrupción no son sólo unas pocas manzanas podridas, sino, como le ha reprochado una y otra vez la oposición, todo un sistema de gobierno.

He escuchado todo eso y sólo se me ocurre preguntarme cómo es posible que, con tales antecedentes, tantos millones de españoles hayan vuelto a darle al Partido Popular su confianza y, a juzgar por algunas encuestas, estén al parecer dispuestos todavía a dársela una vez más.

En Alemania, como en otros países de la Europa del Norte, con tales niveles de corrupción en el partido de Gobierno, haría tiempo que los electores lo habrían mandado derecho a la oposición.

Pero una vez más, como decía el eslogan de Fraga, "Spain is different".

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