La Provincia - Diario de Las Palmas

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tropezones

Puka puka

Conocedora de mi fascinación por las islas, me acaba de regalar mi hija un Atlas de Islas Remotas que fija la situación geográfica de ese puñado de diminutos territorios que parecen haber sido aleatoriamente aventados por los siete mares de nuestro planeta. Algunas de esas ínsulas, como la isla de Pascua, han sido castigadas con un aislamiento exagerado, a casi 3.700 km del continente más próximo. Lo que no es óbice, todo hay que decirlo, para que sus habitantes, los orgullosos Rapa Nui, denominen a su patria "El ombligo del mundo". Otras, microscópicas como Tromelin, un banco de arena de 0,8 km2 con 4 habitantes perdidos en el océano Índico, nos traen a la memoria los islotes de los chistes de náufragos barbudos a la sombra de un par de palmeras. Fangataufa, en la Polinesia francesa, es un diminuto atolón de 5 km2, de aguas esmeraldas y cristalinas, que perdió toda su pátina romántica al tener que ser desalojado tras la detonación cercana de la primera bomba de hidrógeno de Francia. La rocosa Tristan da Cunha con sus 100 km2 olvidados en el medio del Atlántico ha sido objeto, como es propio de territorios aislados inaccesibles, de experimentos sociológicos originales; en este caso una comuna microcomunista liderada por el iluminado Mr. William Glass. Las aberraciones también se ven favorecidas por la insularidad extrema, como el infanticidio programado de Tikopia, en las islas Salomón, o la violación puesta en sistema por el autoproclamado rey del atolón de Clipperton, e incluso el canibalismo en la isla de Saint Paul, 7 km2 ahora deshabitados, en las posesiones francesas del océano Índico.

La faceta paradisiaca que nos gusta asociar a "las islas de los mares del sur" puede tal vez cobrar cuerpo en algunos atolones, como el de Puka puka, con sus 600 habitantes disfrutando de los 3 km2 de playas y palmerales de una de las islas Cook, donde el generoso clima tiende a fomentar una promiscuidad natural y espontánea. Como que la palabra virgen ni siquiera existe en el vocabulario local.

Pero no hay que olvidar que el aislamiento juega con dos barajas, y si algunos territorios pueden aspirar al calificativo de paraíso, muchos más evocan auténticos infiernos.

El propio nombre de la isla nos suele dar pistas: la isla Socorro en baja California, fue descubierta por George Banning, y al preguntarle qué es lo que había en ella de particular, proclamó en un arranque de masoquismo: "Absolutamente nada. Y eso es lo maravilloso de ella".

Si unas islas no están a la altura de las expectativas, es lo propio vengarse al bautizarlas, como en el caso de Las Islas del Desencanto, en el archipiélago de las Tuamotu, donde Magallanes quiso aprovisionar, sin encontrar ni agua ni nada comestible. El explorador John Byron arribó a la isla dos siglos más tarde, siendo rechazado por una población hostil.

En la actualidad las islas están deshabitadas, lo cual no creo que deba sorprendernos.

Sea como fuere el Atlas de islas remotas tiene ofertas para todos los gustos, desde peñascos congelados en el Ártico hasta inacabables playas de fina arena en el trópico.

Por cierto que si tienen intención de darse un garbeo por Puka puka, a tan sólo 700 km de Samoa, se preguntarán tal vez cual es el idioma de los (y las) indígenas, para ir practicándolo. No quisiera engañarles: la lengua local es el pukapukano.

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