La Provincia - Diario de Las Palmas

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a la intemperie

Estamos jodidos

La verdad, no sé qué es el dióxido de nitrógeno, tampoco el dióxido de azufre, pero por la radio no dejan de referirse a ambos. Por lo visto, flotan en la atmósfera de Madrid como una basura espacial que cuando estás dentro de ella no la ves porque ella está dentro de ti. Has de alejarte un poco de la ciudad y subirte a una colina para apreciar la llamada "boina" de contaminación. Y en verdad se trata de una boina negra, negra como los pulmones de la ciudadanía y el alma de nuestros dirigentes. Un verdadero chapapote gaseoso que se adhiere a nuestras vías respiratorias como el alquitrán a las rocas marinas. Supongo que no es un problema exclusivo de Madrid, pero en esta ciudad la mierda alcanza concentraciones de terror. Las autoridades, en casos de extrema gravedad, prohíben circular a más de 70 por hora y aparcar en la almendra central. Lo cierto es que estos remedios funcionan mejor para atenuar la culpa que para aliviar la bronquitis crónica: como el que pasa de fumar dos paquetes diarios a uno. Aquí tenemos niños que, sin haber encendido nunca un cigarrillo, tosen ya como viejos asmáticos. Y todo eso, como se apuntaba más arriba, sin saber qué rayos es el dióxido de nitrógeno. Ni el dióxido de azufre. El día que entremos para averiguarlo en la Wikipedia, nos morimos de asco.

Y todavía, como suele decirse, no se han encendido las calefacciones. Al parecer, los residuos de los combustibles fósiles lo empeoran todo. Hemos conseguido tener los pies calientes a cambio de abrasarnos las vías respiratorias. Lo de los combustibles fósiles se sabe desde años, pero no hay talento para promocionar las energías renovables. A veces, incluso, las despromocionamos. De hecho, este Gobierno ha arruinado a cientos o a miles de ingenuos que en su día invirtieron en estas formas racionales de alimentar nuestras calderas y de poner en marcha nuestras máquinas. No nos acordamos si fue antes o después de que Rajoy preguntara a su primo por el cambio climático, pero lo cierto es que este otoño nos ha pillado con la guardia baja y los incendios campeando a su antojo por Galicia y Asturias, dos de las regiones más húmedas de la Península. Estamos jodidos, con perdón.

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