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Gastronomía Bodas de plata de un plato con solera

Puchero con sabor a Valsequillo

La Cofradía que dirige Mario Hernández Bueno se hermana con el cocido gallego de Lalín para hacer de la comida una fiesta

Puchero con sabor a Valsequillo

Empresarios, políticos, periodistas, abogados, fiscales, jueces... Nadie se quiso perderse las bodas de plata de la Cofradía del Puchero de las Siete Carnes, que ayer celebró un almuerzo para 150 personas en el restaurante El Padrino, con la participación de 43 cofrades del norte de España y el sur de Francia (Fecoga) que fueron recibidos en la plaza de Santa Ana por el concejal de Turismo, Pablo Barbero, para luego enfilar en una guagua chica hasta Las Coloradas y sucumbir a los placeres del guiso.

Y es que de mil sabores a verduras, garbanzos y siete carnes iba la cosa: vaca, cerdo, ternera, cabra, perdiz, gallina y pichones. Más los chorizos y el lacón que se trajo el maestro José Luis Iglesias de Galicia, con la finalidad de hermanar el famoso cocido de Lalín con el puchero de las siete carnes isleño.

Humberto Rodríguez es el que hizo posible todo eso desde la cocina de El Padrino. Confiesa que estaba nervioso porque nunca había hecho un puchero para 200 personas, pero sólo había que practicar y tirar de las ollas más grandes de La Isleta: una de 150 litros para los garbanzos y las carnes; otra de 100 litros para el ñame, la batata y las papas; otra de 80 litros para las zanahorias y las piñas, y una de 50 litros para los calabacines, entre otras. Todo con agua de Valsequillo que el propio Humberto se trajo en lecheras para hacer un caldo de "excepcional", de ese que "resucita a un muerto", aseguraba momentos antes de comenzar a servirse la comida.

Y es que había que ver a sus ayudantes de cocina meter en las ollas palas como raquetas para sacar los pichones, los trozos de gallina o las verduras. "Todo es natural, procede de nuestra finca", revela Humberto. Luego empezó la peregrinación al comedor con la sopa reina, el caldo hecho con agua de Valsequillo que contenía el sabor de todos esos alimentos. De ahí su nombre real. Tampoco faltó gofio escaldado en ese jugo.

Después de la sopa, de sabor suave pese a la abundancia de productos, vino lo duro: dos bandejas de verduras, una de carne y dos de garbanzos por cada ocho personas. Así hasta tumbar la olla y una otra vez, que es como se servía este plato en los banquetes nupciales del siglo XX, según explica Mario Hernández Bueno, crítico gastronómico y promotor de la iniciativa, cuya finalidad es mantener viva esta tradición culinaria y, sobre todo, tener una buena excusa para reunirse con los amigos.

Entre las caras conocidas estaba José Juan Suay Rincón, magistrado de la Sala de lo Contencioso Administrativo del Tribunal Supremo (TS); César García-Otero, presidente de la Sala de lo Contencioso Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Canarias; Ramón Toubes, magistrado de la Sala de la Social del TSJC, el fiscal Antidroga de Las Palmas, Javier Cabañas, y magistrados como Gumersindo Manso y Juan Avello. También políticos como el senador por el PP Borja Benítez de Lugo o José Macías, ya retirado, sin olvidar a empresarios como el Duque de Ahumada o Celestino Gómez Parra, que dio el callo y cortó jamones pata negra criados en sus fincas, así como el propietario de Bodegas El Grifo, Fermín Otamendi, y el dueño de la pastelería El Aderno, Teobaldo Méndez, que puso el broche al banquete con un postre conmemorativo para el 25 aniversario de la Cofradía del Puchero de las Siete Carnes.

Todos coincidieron en la calidad del guiso y de los entrantes, tanto por el jamón de Celestino Gómez, "está buenísimo", decía el Duque de Ahumada, como por los quesos, las papas arrugadas y las carajacas hechas por Mario Hernández Lagerblad, cocinero e hijo de Mario Hernández Bueno, el artífice de todo esto y especialista en este plato de la hispanidad y la humanidad que es el puchero. Amén.

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