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Cine 'El secreto de Adaline'

A vueltas con el tiempo

A vueltas con el tiempo

Hollywood sigue exprimiendo el tiempo como un limón. Si en Regreso al futuro recurrió a un condensador de flujo para hacer viajar a Marty McFly hasta 1955, año en el que sus futuros padres aún no se conocían, en Atrapado en el tiempo requirió la intervención de una tormenta para retener a un periodista en un pequeño pueblo de Pennsylvania en el que cada día, al despertarse, comprueba atónito que es el mismo día. Cualquier cosa, por inesperada que ésta fuera, le sirve a Hollywood para hablar del tiempo de nuestra vida.

En El secreto de Adaline de Lee Toland Krieger el tiempo sigue su curso, pero no así el de su protagonista, Adaline Bowman, que a los 29 años consigue mantenerse eternamente joven tras caerle un rayo.

Sí, El secreto de Adaline es exactamente lo mismo que El curioso caso de Benjamin Button, con una única variante: el protagonista de la película de David Fincher nace con ochenta años y va rejuveneciendo a medida que pasa el tiempo, en lugar de permanecer siempre joven como Adaline (Blake Lively), que a pesar de tener 108 años consigue enamorar a Ellis Jones (Michiel Huisman), un matemático devenido filántropo. Como ya sucedía en El curioso caso de Benjamin Button, basado en una novela corta de Francis Scott Fitzgerald, El secreto de Adaline es una reflexión sobre lo implacable del paso del tiempo. Pero lo que en la primera era un ejemplo de cómo contar de forma natural un relato antinatural, en la segunda todo deviene un pretexto para elaborar un melodrama ni mejor ni peor que otros de idéntica cuerda: insípido, incoloro e insustancial.

Hay ocasiones en las que uno lamenta más que otras encontrarse ante una película fallida que pudo ser interesante. El secreto de Adaline es para mí una de esas ocasiones, puesto que su director hace de la película una especie de juguete vintage que se agota a los pocos minutos de haber empezado a funcionar. Hay otra cuestión, más grave, que aleja a la película de la épica del género fantástico para acercarla a las suaves maneras del drama romántico: el gélido formalismo que impregna cada plano. Si llega a conectar levemente con el espectador es gracias a que ofrece un conjunto de interpretaciones sobresalientes, a cargo de Blake Lively (la protagonista de Gossip Girl), Michiel Huisman, Harrison Ford y Ellen Burstyn. Todos ellos prestan credibilidad a una historia que, no obstante, se resiente de un guión que estira su anécdota argumental más allá de lo verosímil.

Si alguien esperaba más, mejor haber alquilado En algún lugar del tiempo de Jeannot Szwarc, donde Christopher Reeve cruza océanos de tiempo para encontrarse con Jane Seymour.

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