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Entrevista a Andrés Rábago, 'El Roto'

"Estamos en un proceso de involución, camino de una dictadura invisible"

"Ha habido un momento en que España votaba la esperanza, pero de nuevo votará el miedo", asegura el dibujante satírico

Andrés Rábago, 'El Roto'. A. GONZÁLEZ

Andrés Rábago firma sus viñetas satíricas en prensa con el seudónimo de El Roto, con las que se ha convertido acaso en el más afilado analista de la crisis y sus consecuencias.

¿El Roto

La palabra indignación no es una palabra que use. A veces tanto la indignación como el enfado limitan y dificultan la capacidad de análisis. Hay que mantener la cabeza más fría para ver las cosas. La indignación muchas veces se queda en eso, en indignación, si no hay posteriormente una respuesta. Es una especie de fiebre que indica que hay una enfermedad. La fiebre a veces cura, es una de sus funciones, pero otras veces produce malos estados alucinatorios.

¿El movimiento de los indignados del 15-M los produjo?

Sí. Yo creo que produjo la alucinación de creer que ya todo estaba hecho. De que ya con esa misma fiebre nos habíamos curado. Y no es así. Hemos descubierto que también en la fiebre hay patógenos. También dentro de esos movimientos hay patógenos. Hay que detectarlos y hacerlos a un lado. Pero es difícil. Los patógenos son patógenos en todos los sectores y saben cómo adaptarse al lugar.

¿El Roto

El Roto viene desde finales de los 70. Ha atravesado muy distintas épocas. Revisando algunas de las cosas que ya estaban en ese Roto inicial muchas todavía tienen vigencia. No ha cambiado tanto la sociedad desde entonces. Mantenemos una especie de flujo y reflujo de problemas que no acabamos de solucionar. En los primeros tiempos, lo que pretendía El Roto era dar voz a los que estaban en la calle sin voz. Ahora es la mirada de alguien que intenta comprender lo que está pasando, sin más. En origen era un dibujo muy roto muy destartalado, de ahí surgió.

Quizá luego todos nos rompimos un poco...

Los cuerpos obviamente llevan mal el paso del tiempo, pero las mentes y las almas son mucho más permanentes.

He leído que usted dice que no es pesimista.

No soy nada pesimista. Pero sí veo motivos de preocupación. No es lo mismo. La preocupación viene del hecho de creer que las cosas pueden ser resueltas y, por lo tanto, te ocupas de ellas. Yo creo que no solo puede ser resuelto sino que debemos resolverlo y podemos hacerlo. Pero no podemos resolverlo solo desde el ángulo de lo estrictamente social, político o económico. Mi tesis es que no hay posibilidad de revolución, o de cambio para no ponernos grandilocuentes, si no hay una transformación personal. Ahora mismo estamos en un proceso de involución que casi no vemos, pero que lleva camino de convertirse en una dictadura invisible. No nos falta demasiado para eso. No es tan evidente ahora como antes, pero todos somos escuchados. Saben todo de cada uno de nosotros. Estamos metidos en un sistema de vigilancia carcelario.

Entonces la diferencia con otras dictaduras del pasado es que ésta es invisible, que no nos pasean por delante grandes retratos de Stalin, por ejemplo.

Ahora las imágenes de Stalin son imágenes de objetos deseables. De coches, de chicas en biquini, imágenes que ocupan espacios que ocupan la realidad y la suplantan. Crean deseos en vez de frustrar esperanzas. Al final el resultado no es tan cruento pero sigue siendo igualmente incapacitante.

¿Qué ve usted en la situación política actual de España?

Este impasse político ha sido profundamente negativo porque el elector partía de una esperanza y una ilusión y se ha sentido frustrado y desesperanzado. La segunda vuelta a las elecciones será mucho menos alegre y es- peranzadora que la anterior. Los que se presentan son los mismos, pero los electores, no. Entonces está por ver qué ocurre. De todos modos es una constante que los miedos son los que votan. Ha habido un momento en el que vo- taba la esperanza y yo creo que ahora de nuevo vota el miedo. Y el miedo no es un buen asesor electoral.

¿En tan pocos meses matamos la esperanza?

No el elector, no es la sociedad quien la mató. Ha sido una responsabilidad clarísima de los líderes políticos. Han cometido errores de un calibre inconcebible. Eso es un punto a tener en cuentas, si es que no hay por detrás de todas las apariencias unas barreras que desconocemos que impiden los libres movimientos políticos. Si no hay tabúes establecidos para que ciertas cosas no puedan darse, cosa que también puede ocurrir.

Habla de?

Hablo de lo que realmente manda en el mundo. De esa hegemonía del poder económico-financiero invisible pero permanente y presente en todos los aspectos que realmente tienen cosas que se juegan en serio.

¿Esa forma de pensar es conspiranoica o realista?

No creo que exista una conspiración, hay un poder establecido y evidente que juega sus bazas y lo hace con mucha eficacia.

Reconocer eso es reconocer que no somos nada.

Yo digo lo contrario. Hay que rebelarse contra eso. No solo no somos nada, sino que somos todo. Lo que no es nada es lo que se nos presenta como todopoderosos. Si actuamos a partir del miedo que nos da ese fantasma, si rompemos el tabú y observamos que detrás de esa sábana no hay nada, en ese momento el fantasma pierde su poder y eso es lo que nos hace libres.

¿Nos hace falta una mayor conciencia ciudadana?

Personal. Cuando hablamos de los ciudadanos, de lo social, nos estamos extrayendo de nosotros mismos, estamos formando parte de un territorio de lo numérico que ellos dominan. En cambio, cada uno de nosotros dominamos el territorio de lo personal, que es lo real. Lo otro es una ideología.

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