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Moda

"La imagen del corsé se ha degenerado por los disfraces y los 'sex shops"

"Ponerse un corsé no depende del cuerpo que tengas sino de la actitud y de la seguridad que tienes", indica la corsetera Maya Hansen

Maya Hansen, frente a Dalt Vila de Adlib (Ibiza). VICENT MARÍ

Hace unos años dijo: "Si no hay corsé no hay Maya Hansen". ¿Lo mantiene?

Creo que sí. Lo estoy demostrando. A pesar de que en las últimas colecciones incluyo vestidos lápiz, vestidos muy estructurados y otro tipo de prendas, siempre mantengo, entre los 20 o 25 looks de cada desfile, varios corsés. Tres, cuatro, cinco... Lo hago porque pienso que abandonar nuestra seña de identidad, que es lo que ha hecho que la gente nos conozca, no sería muy inteligente. Por otra parte, lógicamente, cualquier diseñador evoluciona partiendo de la base, de las estructuras. Puede haber prendas que no son corsés, pero los patrones están muy trabajados, tienen formas arquitectónicas, con muchos cortes y con un patronaje similar. Así que sí, mantengo esa afirmación de que si no hay corsé no hay Maya Hansen.

Con lo de las formas arquitectónicas se me ha adelantado a la pregunta: ¿cuánto hay de arquitectura a la hora de concebir el patrón de un corsé?

Los corsés son de las prendas más complejas que hay dentro del mundo de la confección debido a la cantidad de piezas que llevan por dentro y a su construcción... Precisamente, en mi última colección, para la que me he basado en el constructivismo ruso, he trabajado junto a tres arquitectos: Jesús San Vicente, que es quien hizo la instalación de la pasarela en la Mercedes Benz de Madrid, y luego he tenido dos ayudantes que son arquitectas. Con ellas hemos pasado mis dibujos a un programa que se usa normalmente en arquitectura para el diseño de piezas. Hemos cortado las piezas que forman las prendas con corte láser. He estado buscando muchísima gente para trabajar. Soy bastante exigente con mi equipo porque me gusta que las prendas sean impecables. Para mi sorpresa, la conexión con las arquitectas ha sido inmediata y, sin embargo, gente que se dedica a la confección o a la costura desde hace más de veinte años no me entiende o no comprende mis patrones como lo hace un arquitecto. Eso me ha dejado un poco descolocada, la verdad. Pero bueno, si lo que tengo que hacer es trabajar con gente de fuera del mundo de la moda, mientras la encuentre, encantada.

O sea, que si tiene que contratar arquitectos para patronar, lo va a hacer.

Sí, sin ningún problema.

Se hizo famosa hace unos años con los corsés, pero cada vez en sus colecciones hay muchas otras prendas. ¿Era un paso lógico al participar en pasarelas importantes?

Claro. Nosotros somos diseñadores, no somos gente que hace vestuario histórico. El corsé es una pieza de los siglos XVII y XVIII que, queramos o no, tiene unas connotaciones. Se ha utilizado en teatro y en cine. Siempre estás investigando el patronaje de la época, pero lógicamente así como avanzas en las colecciones vas evolucionando. También vas creciendo, madurando. Tanto tú como diseñadora como tus clientas, las que empezaron contigo. Van cumpliendo años, las ves evolucionar y te piden otro tipo de prendas. La moda se renueva cada mes, prácticamente, y tenemos que estar atentos a eso. Independientemente del ADN que tengamos tenemos que estar muy bien informados del sector al que pertenecemos. Puedes ir por libre y decir: "Yo hago este tipo de prendas que es lo que más vendo", pero a la hora de desfilar en una pasarela tienes una responsabilidad muy grande, debes aportar algo nuevo, una visión diferente. Hay mucha gente que querría estar en tu lugar y sólo somos 35, creo, los privilegiados que estamos ahí. Es un honor y si no aportas nada nuevo la gente, que es exigente, lo nota. Intentamos que en cada colección se aprecie que hay una nueva visión. Ahora, por ejemplo, estoy haciendo lo que llamo comfy corsets [corsés cómodos], suaves, con cremallera...

¿Cremallera?

Sí. Si me hubieras hecho esta entrevista hace unos años y me hubieras preguntado si he añadido alguna vez una cremallera a un corsé, te hubiera dicho que eso sería estar en la antítesis de lo que hago.

¿Entonces?

Hoy por hoy tengo muchas clientas de Arabia Saudí y de otros países árabes que me dicen que les parece muy bonito el tema del corsé, pero muchas de ellas se quieren vestir solas o no tienen tiempo. Quieren vestirse en cinco minutos sin estar pendientes de sus maridos o de alguien que les ayude a abrocharse el corsé. Las escuchas y al final valoras lo que te sugieren.

Así que hay que hacer corsés que estén fuera de la liturgia que implica ponérselos.

Sí, digamos que no somos tan puristas [ríe] como al principio. Ahora dividimos el catálogo en lo que es la corsetería clásica y luego está la colección, en la que nos acercamos más al prêt-à-couture, el prêt-à-porter se nos escapa.

¿Tiene en mente alguna colección de prêt-à-porter ?

No creo que lleguemos a hacerlo. Los precios que manejamos y el cuidado al detalle que prestamos a nuestras prendas... El prêt-à-porter no es la filosofía de la marca. Es tentador cuando te ofrecen hacer una segunda línea más económica, pero hay que estudiarlo muy bien porque te puedes cargar la imagen de la marca. Eso que te ha costado tanto tiempo conseguir te lo puedes cargar.

Hablaba de la responsabilidad de un diseñador sobre la pasarela. ¿Le cuesta encontrar nuevas ideas?

Es muy duro. Cuando terminas un desfile quizás te puedes tomar unos días de vacaciones, de desintoxicación de toda esa información y trabajo. Un desfile, al final, es una declaración de intenciones y tienes que limpiarte de eso para encontrar otra inspiración, otro colorido, otra temporada... A la semana siguiente ya tienes que ponerte de nuevo. En mi caso ese proceso lo hago dos veces al año, pero hay diseñadores que tienen colección crucero [colecciones de entretiempo] no sólo de invierno y verano, y tienen que abordar el proceso creativo cuatro o incluso seis veces al año. No entiendo cómo lo aguantan. Lo viví dos años de mi vida. Estuve diseñando para Valencia y Madrid y por contrato no podía presentar la misma colección, de manera que tuve que hacer cuatro colecciones. Es muy duro. Para un equipo pequeño es mucho volumen de trabajo, son 25 looks, es difícil enfrentarte al papel en blanco. Por muchas ferias del sector a las que vayas, por muchos tejidos que veas... Al final eres tú quien debe encontrar el hilo conductor de todo.

Y que diga algo, imagino.

Sí, y cuanto más atractivo, mejor. Cuanto más auténtico. Recuerdo la colección Roller, por ejemplo, basada en las patinadoras. Yo he sido patinadora artística muchos años, me ha gustado. Quizás la gente podría ver esa colección y pensar: "¿Qué tiene que ver el patinaje con Maya Hansen?" Pero al final encuentras la manera porque sabes que el sector de la moda nunca se ha acercado tanto como ahora al deporte. Lo sabes. Sabes que la moda deportiva, el fitness, está ahí. Da igual que sea yoga o paddle surf. Son dos mundos que se están acercando y, en realidad, lo que haces es plantearte un reto: llevarte algo tan estructurado, arreglado y preparado como es un corsé al mundo deportivo. Eso es lo que debes hacer entender a la gente, el desafío, supongo.

Esto de combinar deporte y corsés suena 'heavy'.

Sí, pero lo haces y te salen colecciones fantásticas. Haces complementos para suavizar un poco el contraste, como un short que sigue siendo deportivo. Procuro hacer un análisis después de presentar las colecciones. Tengo paneles donde coloco imágenes de todas y yo, de verdad, cuando las veo una detrás de otra te puedo decir lo que vivía en cada momento. Por ejemplo, cuando estaba embarazada, hice para Pangea piezas que pensaba: "¡Madre mía!" En conjunto, en todas, yo lo veo, me veo, veo a Maya Hansen. Y eso, mantener la coherencia, que te reconozcan, es importante. Todo diseñador debe tener coherencia.

¿El corsé sigue teniendo connotaciones negativas?

Muy negativas, lleva un sambenito. Incluso hablamos mal. Encorsetar, por ejemplo, es encerrar, es algo negativo. Hay que sacar de ahí a la gente. Y sobre todo del daño que han hecho los sex shops y los disfraces, que han hecho que la imagen del corsé haya ido degenerándose. Ése es nuestro trabajo, desnudarlo. Si no hubiera marcas como Jean Paul Gaultier o Mugler en su época o nosotros, que desvinculamos el corsé de su uso meramente lencero y erótico, la gente no cambiaría el concepto que tiene de esa prenda. No se atrevería a ponérselo con un vaquero, para una boda o para salir. En eso estamos.

¿Se ha avanzado?

En España estamos en ello, luchando. Luego ha habido una serie de películas y... En fin. Hay una línea muy muy muy delgada entre lo erótico y lo vulgar y lo sofisticado y lo maravilloso. Nosotros intentamos hacer ver que se puede ser sofisticada y maravillosa con un corsé y que con un poco de cuidado todo queda bien. Otra cosa es el uso que la persona haga de la prenda, de cómo se lo ponga. Eso no lo puedo controlar.

¿Hacen equilibrismo entre lo erótico y lo sofisticado?

Sí, pero movernos en esos flancos no tan fáciles es algo que siempre nos ha gustado.

¿De qué depende más que una mujer se ponga un corsé; del cuerpo que tenga o de la actitud?

Ahí le has dado. Ésa es la pregunta. De la actitud, totalmente. Del poder de la mente. Depende de la seguridad y la actitud que tiene esa mujer o, muchas veces, de la seguridad y de la actitud que quiere llegar a tener. En ocasiones llegan al taller a probarse un corsé y lo que buscan es eso, que las ayudes a salir de ese estado de inseguridad, de la zona de confort o, incluso, a sentirse una mujer invisible. Es como quien se sube a unos tacones Louboutin y de repente es como decir: "Oye, estoy aquí, no me importa que me mires. Soy una mujer, tengo formas, no las escondo y no pasa nada". No es tanto un tema sexual o sensual. No tiene nada que ver con eso sino con la seguridad que tiene una mujer en sí misma. Hay muchos diseñadores que hacen prendas sueltas y elegantes. Pues a nosotros no nos importa marcar un poco el pecho y no consideramos vulgar marcar la cadera. No nos parece horrible.

Seguridad... ¿Da poder ajustarse un corsé?

Claro que sí. De hecho me dedico a esto por la sensación que tuve la primera vez que me probé un corsé. Pensé: "¡Guau! ¿Esta soy yo? ¿Esta del espejo soy yo?" Da poder. Cuando las mujeres vienen al taller me encanta verles las caras cuando se prueban un corsé, cómo se miran y empiezan a caminar de un lado a otro, a desfilar. Se transforman. A ver, es una prenda que te gusta o no te gusta nada, pero sólo ha habido un par de casos en los que, después de probárselos, me han dicho que no les gustaba nada. La mayoría de las veces os gustáis.

¿Cree que todas las mujeres deberían probarlo, al menos, una vez en su vida?

Sí, igual que subirse a unos tacones. Y si no te atreves con un corsé, pues prueba con un vestido un poco más entallado, no pasa nada. ¿Quién no tiene un día en el que le apetece ir un poco más ajustada? Es tan natural...

Para usted lo es, sin duda.

Desde luego. Y creo que toda mujer debería buscar siempre la manera de sentirse un poco más especial.

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