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Solidaridad

Cuando la vida pasa en 18 horas

El documental que narra la aventura de Marcos Yánez en Islandia para homenajear a su padre y los enfermos de leucemia se exhibe en Madrid

El paisaje de Islandia parece una mezcla de 'Juego de tronos' o la Tierra Media de 'El Señor de los Anillos'. MARCOS CABRERA

A Fina Santana se le saltan las lágrimas, no puede evitarlo. Ver una y otra vez el documental que protagoniza su hijo Marcos Yánez supone una mezcla de orgullo, y también aflora esa sensación, que nunca termina, del dolor que provoca la pérdida de alguien que se quiere tanto, como fue la muerte de su marido, a causa de una leucemia.

Cuando murió su padre, Marcos Yánez se encontraba en Chile, participando en una de esas carreras sin piedad en la que suelen participar hombres y mujeres de acero. De esas personas con una voluntad tan férrea que a pesar de la dureza, de los calambres, de la fatiga inmensa insisten en llegar a meta.

La llamada de su hermana Raquel dándole aquella mala noticia fue como un cuchillo certero, uno de esos arponazos que sabes que con el tiempo llegan, pero nunca se está preparado y menos tan pronto. Marcos Yánez reconoce en el documental que esos días, allí sólo en Chile, fueron de los peores que recuerda. Después volvió a casa, a Gran Canaria, con los suyos pero seguía teniendo esa espina. Tal vez no haber podido estar con su padre cuando se fue añadía angustia a la pérdida. Y así en esa neblina que fueron aquellos días grises, este joven corredor canario tuvo la idea de tratar de hacer algo, intentar un reto distinto: el sueño de recorrer solo y en condiciones extremas un largo trayecto. Por él, por su familia, por la memoria de su padre y por todos aquellos que sufren leucemia y que con la donación de médula ósea pueden enfrentarse con más posibilidades a esta grave enfermedad.

El documental

Y así convenciendo a unos y otros, con la pasión de quien nunca tira la toalla, Marcos Yánez logró el apoyo de la Fundación Alejandro da Silva y se lanzó a la aventura de recorrer 120 kilómetros en unos de esos países grises en los que correr siempre requiere un mayor esfuerzo, Islandia.

En esta aventura contó con el apoyo del periodista Pedro Cubiles, que se encargó de realizar el documental, del fotógrafo Marcos Cabrera y de su novia, Warkydea Vega como asistente personal y una gran motivadora en los momentos más duros.

Marcos había estudiado de manera detallada la geografía islandesa, sabía que aunque la carrera se hizo en julio, el tiempo en este territorio resulta tan especial que en un mismo día pueden producirse las cuatro estaciones. Una vez que se decidió por el mejor sitio para colocar la salida y el lugar de la meta, comenzó el reto. Con el paisaje especialmente llamativo, fantasmagórico, más propio de Juego de Tronos o de la Tierra Media de El Señor de los Anillos se dio pistoletazo a esta gran carrera.

Para Cubiles, que ya había tenido la oportunidad de rodar en Islandia, el gran reto suponía grabar a una persona en continuo movimiento, "no había lugar a segundas tomas, a párate y repetimos". Fue también una prueba personal, cómo hacer posible, cómo contar una historia en aquel territorio extremo y en ocasiones hostil.

Hasta el kilómetro 40, el paso de Marcos seguía a buen ritmo, casi lo esperado en un atleta de sus características, después este joven grancanario tuvo que sacar fuerzas de lugares insospechados. Como bien reconoce el fotógrafo Marcos Cabrera, "los pies de aquel hombre parecía que no iban a resistir, estaban muy machacados".

Gracias a los ánimos del grupo y también a su promesa personal, él quería acabar esta carrera como fuera. Para que su padre se sintiera orgulloso, allí donde estuviera, y también por todas aquellas personas que había conocido en la Fundación Alejandro Da Silva, y en el Hospital Negrín de Gran Canaria.

Niños tan extraordinarios como Miguel, un joven majorero que lucha desde hace tiempo por salir de esta enfermedad y como él dice en el documental, "nunca hay que rendirse, ni tirar la toalla, venga, hay que seguir, siempre para adelante". Más que decirlo, casi lo proclama con una gran sonrisa, con una fuerza desconocida, contagiosa. Siempre presente a lo largo de este relato largo, de 64 minutos, la enfermedad de la leucemia, un cáncer que puede curarse con el trasplante de médula ósea. Por eso en la segunda parte de este: No Sólo 18 horas, el tiempo que Marcos Yánez tardó en recorrer esos 120 kilómetros en Islandia, aparecen ellos, los valientes que se enfrentan cada día a este cáncer en la sangre. Y que salen victoriosos como la pequeña Cristina, gracias a la donación que recibió de su hermana.

El trabajo, con guión del propio Marcos y la dirección de Cubiles, se presentó el jueves, día 14 en Madrid, la siguiente parada será el próximo 21 de septiembre en Barcelona. A la cita madrileña no quisieron faltar amigos del protagonista, canarios residentes en Madrid. También acudió por sorpresa su madre Fina Santana y su sobrina Daura, las dos participan en el documental contando algo más sobre las razones que llevaron a este corredor grancanario a lanzarse a esta gran aventura.

Durante esos días grises, en los que Marcos rumió a solas el dolor de la pérdida de su padre, encontró en la escritura, esa vía de escapa necesaria para golpes como estos. Por eso, además de este documental muy pronto verá la luz un relato personal de Yánez contando esa experiencia.

La grandeza de Islandia, su frialdad, esos lagos congelados, fueron sin duda los grandes aliados de un reto que acabó por convertirse en el sueño de muchos, el reto diario de tratar de superar una enfermedad como el cáncer.

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