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Arte

Surf en Marte

Cuando Greta Chicheri llegó a Fuerteventura desde su Galicia natal creyó aterrizar en otro planeta que terminó envolviéndola en su "belleza silenciosa"

Hacia las olas. Acrílico / lienzo 40x20 Greta Chicheri

En el origen, mucho antes del lanzamiento orbital que la condujo a Marte, todo era muy distinto en su planeta natal. O quizás no tanto... Greta Chicheri se recuerda con claridad observando las copias de pintores italianos renacentistas hechas por su bisabuela en la casa familiar de Cangas del Morrazo (Pontevedra). Luego se adentraba en el bosque, recogía flores y hacía ramos que su abuela colocaba en las esculturas de vírgenes. Le decía que tenía un don especial para los ramos. Igual que la bisabuela. Greta estudió Bellas Artes y después vino la sensación de que "no sabía nada", uno más de esos agujeros negros del Universo.

Entonces, un buen día, se encendieron los motores de la nave y comenzó su viaje espacial. "Venía de una tierra bellísima y exuberante, verde y frondosa, que sin embargo no llegaba a apreciar tanto como ahora. De repente, desde el avión, diviso Fuerteventura. 'Dios mío', pensé. 'Esto es un trozo de roca, ¡estoy llegando a Marte!". Pero la decepción se convierte en admiración. De las llanuras, los volcanes, el malpaís, emerge una belleza silenciosa y limpia. Rojos, ocres y dorados resplandecen y las sombras de los atardeceres se vuelven infinitas. Las plantas y árboles solitarios se transforman en iconos, en supervivientes de una erupción volcánica, en personajes de mi obras", rememora una pintora que ha revivido la experiencia de Unanumo, desterrado a la isla en 1924. "¡Qué raíces echó aquí mi corazón!", exclamó al irse el escritor.

Greta, en su caso, ha añadido una tabla de surf. "Esta isla es mi fuente de inspiración. Existen motivos que sigo pintando una y otra vez en diferentes versiones, como es el caso del pueblo de Majanicho o del volcán de Calderón Hondo en Lajares. Cuando tienes la oportunidad de ver cada día el mismo sitio éste puede llegar a ser tan cambiante como el estado de ánimo de quien lo mira. Como la montaña Sainte-Victoire para Cezanne, hay puntos geográficos que no me canso de pintar", subraya.

"Cuando estoy de vacaciones, feliz con mi familia, al poco tiempo echo de menos mi estudio y trabajar. Supongo que básicamente por eso pinto. No es un hobby, ni una manera de ganarme la vida. Es pura necesidad. No entiendo mi vida sin la pintura. Mi estudio es un lugar de recogimiento. Algunos van a la iglesia, escriben un diario, suben a una montaña o se dan un baño de espuma para descansar del mundo y pensar con claridad. Yo voy a mi estudio, y aunque muchas veces las cosas no salen como una quiere y la pintura se convierte en un proceso frustrante, es el único camino que como pintora entiendo", afirma la habitante de este planeta de soledades, pop, olas y pinceles.

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