La Provincia - Diario de Las Palmas

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"Que pase el señor"

Ángel Pérez

Dicen que asuma que es ley natural, que acepte con abnegación que la vida es así, que baje mi cabeza ante el paso del tiempo, pero no puedo dejar de sentir el cóctel más explosivo entre dolor, rabia y furia ante esa frase, destructora y destructiva, de "que pase el señor". Yo no soy "señor", ni quiero, ni he hecho méritos para serlo. Me niego con rotundidad a que por mi fecha de cumpleaños, o por la diferencia generacional, alguien se atribuya el derecho y la osadía de cederme el paso en un supermercado tratándome de "señor". Cuando uno está haciendo un inmenso esfuerzo por no caer en el precipicio de ese agujero negro que es la madurez, cuando uno intenta que se cumpla como un credo esa máxima de "en la vida lo importante no son los años, sino que los años estén más llenos de vida", viene un cándido joven y te tira a la cara y al corazón, el dardo del "señor". De nada valen tus clases de yoga, los colores alegritos de tus camisetas, ir a conciertos de heavy, o doscientos gramos de ácido hialurónico: siempre habrá un "señor" que te retumbe en los oídos y como loza de realidad te golpee en tu cabeza, haciéndote sufrir el prejuicio de la edad y la etiqueta de "consumir preferentemente". Pues yo no. Yo no voy a permitirlo. No podré evitar que me lo digan, que me pidan la hora, que me pregunten una calle o me den las gracias acompañado de un "señor", pero mis nervios auditivos no dejarán que esa palabra, que ese tratamiento de protocolo envenenado, pase de mi pabellón. Protegeré mi curiosidad, defenderé mis anhelos, mis caprichos, mi salidas de tono y mis ganas de novedad. Me vacunaré cada día con las ganas de ser yo, de ser lo que me siento, de hacer lo que quiera aunque mi edad no lo entienda, de revelarme ante el "ya no estás para eso" o "para todo hay un momento". Lo dicho: Yo no soy un "señor", ni falta que me hace.

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