Desde que Ramón y Manuel compusieron aquel Amor de verano que todos conocemos como El final del verano, son muchos los adeptos del drama. A finales de agosto, una legión de fieles se fustigan con el mensaje apocalíptico del Dúo Dinámico que anuncia el fin de la felicidad. Los veranodramáticos comienzan septiembre con el cambio de ropa en sus armarios, dándole religiosa sepultura hasta el año que viene a las camisetas de asilla y los bañadores, desenterrando las lanas, bufandas y cuellos de cisne y peregrinando a los grandes almacenes para rendir culto a la nueva moda de otoño. Los veranodramáticos experimentan una depresión que les provoca llantos frente a los escaparates de las librerías con 'la vuelta al cole' y sufren una fiebre acaparadora de folletos de los gimnasios con las ofertas de zumba y de catálogos de muebles para convencerse que su casa ya huele a leña del hogar.
¡Penitentes veranodramáticos, les hago una revelación que cambiará sus vidas! El verano no acaba, al menos no para los que tenemos la suerte de vivir en esta maravillosa tierra. Volveremos al trabajo pero el sol nos esperará a la salida y nos dará el maravilloso dorado de septiembre; las playas no desaparecerán y nos darán las calmas y las mareas bajas que te permiten recorrer la arena sin tantas pelotas, sin tantas tumbonas; las terracitas y los chiringuitos no cerrarán y todavía tendrás la posibilidad de ligar en pareo. Queridos veranodramáticos: a partir de este momento conviértanse en fieles devotos de San Miguel y su veranillo de septiembre, o de San Martín y su veranillo de noviembre. Y queridos Ramón y Manuel: recuerden que cuando los vientos de la vida soplen fuerte y se vuelvan de hierro para endurecer la piel, en Canarias el verano resistirá.
