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cómic

El paraíso del refugiado

El británico Neil Gaiman alcanza la perfección artística en 'El País Libre', un canto a la tolerancia y la inocencia perdidas

En un momento en el que el drama de los inmigrantes vuelve a mostrarnos todo el grado de mezquindad y miseria al que puede llegar el género humano, nada mejor que esta obra de Neil Gaiman como un canto a la tolerancia y a la inocencia perdidas. Una obra en la que la infancia, y su carencia de ambición hacia cosas materiales, se convierten en un tesoro de valor incalculable que hay que preservar ante el peligro del egoísmo de los adultos

Pero es que, además, El País Libre se puede considerar como la obra más completa de Neil Gaiman. Un cómic que, junto a Sadman y Orquídea negra, conforman la trilogía imprescindible del autor británico. Como siempre, se trata de una obra que se mueve en varios planos paralelos, en donde el hilo argumental principal está continuamente alterado por otras historias que serpentean en la anterior a modo de flashbacks y en las que la literatura, la historia, la religión y la mitología cobran un especial protagonismo. Gaiman colabora con guionistas como Jamie Delano o Nancy A. Collins, pero la historia no pierde su unidad y coherencia en ningún momento. Tambine intervienen dibujantes de estilos muy dispares que van del certero y minucioso Chris Bachalo a los más clásicos y ortodoxos Gary Amaro o Russell Braun. Pero el nivel gráfico siempre mantiene ese aspecto falsamente naif de las obras del autor de Los eternos.

La historia comienza con un suceso real, la alarmante desaparición de 40 niños en un condado de Inglaterra llamado Flexdown. Dos jóvenes detectives, Rowland y Paine, que curiosamente están muertos, serán los que se encarguen de esclarecer uno de esos casos debido a la petición de la hermana de uno de los desaparecidos.

Ambos investigadores descubrirán que existe un lugar mágico llamado País Libre en donde los niños son trasladados para vivir lejos de los abusos a los que les someten los adultos. Una vez dentro, los dos descubrirán que las cosas no son tan sencillas como perecen ya que ahí también se produce la disgregación, los odios y la rivalidad .

Guiños a la cultura británica y a las tradiciones ancestrales, la aparición de antihéroes como Animal Man o La Cosa del Pantano, así como un halo de inquietud y misterio presiden toda la trama. Sin embargo, Gaiman introduce varios referentes culturales que enlazan de forma sutil y brillante con el guión.

De este modo, uno de los pasajes describe cómo, en la Edad Media, la sexta cruzada, conocida también como la Cruzada de los Niños en 1212, fue organizada por un monje que decreta que no se había logrado la victoria contra los musulmanes debido a la falta de pureza de los soldados, y envía a 9.000 menores de los que sólo regresarán 800. En otro instante reelabora la leyenda de El flautista de Hamelín y el origen de invasión de ratas que propagaron la peste y que diezmó a media Europa. En este punto, el autor inglés introduce un genial ejercicio de metaficción ya que será el escritor Robert Browning quien relate la historia. Más adelante su poema Roland y la Torre Oscura, que inspiró la famosa saga épica de Stephen King, tendrá un valor capital en todos estos sucesos.

Sea como fuera, El país Libre es un título imprescindible para conocer la evolución del cómic norteamericano, que, con su dosis de barroquismo y sobriedad, acoge todas las virtudes que un autor como Gaiman ha ido desperdigando en una obra imprescindible.

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