La migración, la movilidad y el multiculturalismo constituyen el sustrato de la muestra Sin radares, que la artista mexicana Betsabeé Romero exhibe en la galería Saro León. El reciclaje de materiales y la revisión de símbolos inscritos en el sistema de consumo son los mimbres con que la artista urde un discurso crítico por medio del arte, que descorre el velo de nuestras sociedades de consumo voraz, inmediato y destructivo.
"Esta muestra contiene varias líneas de trabajo, pero está representada a la cabeza por el símbolo de las llantas", anuncia la artista, quien señala una instalación de dos grandes llantas recicladas con una ringlera de viajeros tatuada a su alrededor. "Mis llantas, en lugar de usarse para que un vehículo vaya más rápido y atropelle, recorren el camino inverso y se convierten en sellos cilíndricos que sirven para imprimir memoria". La artista revela que la iconografía de las llantas se inspira en la señalética emplazada en las fronteras de Tijuana, "con el icono de familias corriendo". "Lo que es insultante, porque es como decir a los conductores: cuidado, no vayan estas personas a lastimar su carro".
"Lo que hago con esta pieza es dar un refugio a la memoria de todas las familias que han sido atropelladas, pero que han hecho camino y han dejado huella", expone. "Ellas son parte de toda esa megalópolis que conforma ese punto entre México y EE.UU, que pone de manifiesto que las fronteras, aunque los gobiernos no lo quieran reconocer, van más allá de la geografía". "Las culturas, los idiomas, las comidas se han mezclado y los países viven donde está la gente, porque el ser humano es un ser de trayectos, el ser humano se hizo migrando y cruzando fronteras". Por esta razón, la llanta contigua representa un peregrinaje prehispánico, "porque todos somos migrantes, desde hace tiempo".
Por otra parte, las piezas de Romero se plantean como una "llamada de atención" en materia de circulación. "Ya es hora de ir cambiando el sistema de relación entre el vehículo y el ser humano", afirma. "Tenemos que dar paso a una sociedad de transporte público, social y colectivo, porque la movilidad en automóvil individual es obvio que no funciona". Además, la utilización del caucho, como emblema de la velocidad, aloja una lectura más, dado que "se trata de un material que no sólo tiene que ver con la velocidad en sí misma sino, además, con la velocidad con que se produce, porque se producen miles de llantas y mueren miles más al día". "Creo que, en todos los aspectos de la vida, uno debe tratar de tener conciencia sobre el uso de los materiales", manifiesta.
"Creo en el arte como un ejercicio de resistencia a la velocidad", declara Romero. "Uno tiene el poder de reflexionar a un ritmo contrario al que marcan los medios, y el arte, con su dificultad para modificar la realidad, puede proponer una forma de conocimiento que marque otro ritmo, una mayor profundidad, sosiego y reflexión". La artista ilustra la inmediatez y avidez del sistema mercantilista con un mosaico de chicles de colores. "El chicle ejemplifica lo más banal del consumo a ultranza, porque se degusta pero no se digiere, es una golosina para los sentidos, pero no para la alimentación real", indica. "Además, son toneladas al año, que contaminan las ciudades pero nadie sabe qué hacer con ellas, así que con la misma ociosidad con que la gente los tira a las aceras, yo he creado mosaicos".
La artista ha expuesto varias piezas de Sin radares en salas como el British Museum de Londres, pero se inaugura como serie en la Isla. "La muestra cambia y se nutre de los países por los que circula porque el arte adquiere sentido en sus distintos contextos y, por eso, en el mejor de los casos, el arte es el termómetro de una época", concluye.
