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Nadie hablará de nosotros cuando hayamos muerto

El sello Reservoir Books reedita 'En mi cuarto' de Guillaume Dustan, escritor cuya corta trayectoria estuvo marcada por la polémica y el sida

Guillaume Dustan, con peluca, recibe el premio del Café de Flore. LA PROVINCIA / DLP

Del ansia por escalar los muros del sida salió hace veintiséis años la primera novela en hablar abiertamente de la enfermedad causada por el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), titulada Al amigo que no me salvó la vida de Hervé Guibert. Después de publicar 18 libros (en nuestro país sólo se han publicado cuatro, hoy descatalogados) y contraer el sida, Guibert se aprestó a filmar su propia agonía en un vídeo polémico, El pudor o el impudor, que dividió a la sociedad francesa, tan reacia a que le digan las cosas a la cara. Sin embargo, Guibert no contó nada en el vídeo que no hubiera contado en la trilogía compuesta por Al amigo que no me salvó la vida, El protocolo compasivo y l'homme au chapeau rouge (El hombre del sombrero rojo; nunca traducida en España).

No debió ser fácil, nada fácil, aunque algunos lo acusaran de buscar sólo el exhibicionismo y la morbosidad, para Guibert hablar de su enfermedad. Al parecer, su necesidad de reflejar unos ambientes y unos personajes que hubieran querido creerse inexistentes, pero que estaban tomados de la realidad, fue la principal causa de su reprobación pública. Pero no fue la única, también estaba esa pulsión del deseo que ni la proximidad de la muerte podía impedir: "Cuando veo el hermoso cuerpo desnudo, carnoso, de un albañil en una obra, no sólo me gustaría lamer, sino también morder, jalar, jamar, masticar, tragar. No descuartizaría, según la moda japonesa, a uno de esos obreros para apretujarlo en mi congelador: me gustaría comerme la carne cruda y vibrante, cálida, dulce e infecta".

Guibert murió en 1991, cinco años antes de que viera la luz En mi cuarto (Reservoir Books), de Guillaume Dustan, una novela autobiográfica donde las descripciones explícitas de las relaciones sexuales entre homosexuales en París, a finales de los años 90, generó muchas polémicas. Al igual que Guibert, Dustan era seropositivo, pero también un escritor con una manera única de acercarse a la realidad homosexual y recrear las razones por las que a veces es tan increíble y otras tan complicada: "[A Serge] le conocimos en el Queen, muy tarde, a la hora en que ya no quedan prácticamente más que los empedernidos. Un metro ochenta y cinco, ochenta kilos. Súper bien hecho. Suficientemente joven. Una cara hermosa. Visiblemente colocado. Primero nos miramos. Después bailé pegándome a Stéphane para excitarle. Se nos unió. Dimos un espectáculo en la pista, fingiendo ante todos que nos follábamos. Eso lo empalmó. Noté que había cantidad. Después nos despegamos. Intercambiamos tres palabras en medio del barullo de la música. Le dije Hostia tengo súper ganas de comértela. Dijo No hay ningún problema".

En En mi cuarto, Dustan fue capaz de hablar, en primera persona, de los grandes temas adosados a la homosexualidad sin hablar directamente de los grandes temas adosados a la homosexualidad: el sexo desenfrenado, las drogas, las relaciones sentimentales tortuosas. Dustan saca todos los matices a esos asuntos sin ponerlos sobre la mesa de forma deliberada. Como también hace la reciente película de Olivier Ducastel y Jacques Martineau, Theo y Hugo, París 5:59, donde dos jóvenes gays, uno seropositivo y el otro no, intentan exprimir al máximo la noche. Al igual que Ducastel y Martineau, Dustan compone su historia a partir de breves escenas (Buenas intenciones, Encuentro, Mis amantes, Sex, Nuestra juventud ha volado) que no suelen salir en los libros y que más se parecen a la realidad de ciertas conductas.

En realidad, el gran atractivo de En mi cuarto está en el gesto: Dustan rindiendo tributo a uno de sus ídolos, Hervé Guibert, con quien parece establecer una especie de correspondencia artís- tica y vital. Ambos se sabían heridos en un país cuyo mayor mo-numento rinde culto a la virili-dad. Como escribió Robert Bly: "El hombre herido sabe algo, o es algo. [...] Sea donde sea que aparezca la herida en su psique; proceda del aislamiento, de la invalidez o de la enfermedad, ése es precisamente el lugar desde el que dará su principal regalo a la comunidad".

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