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Un monstruo ilumina el camino

En octubre se estrena 'Un monstruo viene a verme'. Juan Antonio Bayona sube otro peldaño con una película que fue el plato fuerte del 64º festival de San Sebastián

El niño Conor (Lewis MacDougall) ante el tejo gigante en la nueva película de Juan Antonio Bayona, que se estrena el 7 de octubre. LP/DLP

Sin espectadores el cine europeo no merecería las ayudas que tiene. Los que afirman que el cine que busca la taquilla no arriesga y que los cineastas que lo abordan solo pretenden enriquecerse manipulan o ignoran la realidad. Un festival es un contenedor de películas que educa y sacia los gustos de los públicos del lugar donde se organiza. Su fuente de financiación pública hace obsceno que muestre solo el cine que interesa a sus programadores.

Los mejores descubrimientos en un festival suelen ser los que no se esperan. Y llegan de cualquier parte del mundo. Este año el festival de San Sebastián ha elevado el listón medio de su Sección Oficial, aunque respecto a otros años ninguna película deslumbró. Arrival, de Dennis Villeneuve, protagonizada por Amy Adams, exhibida en la sección Perlas, fue la que más entusiasmó a la prensa. Impactan sus heptápodos alienígenas, enamora la propuesta visual, aunque en mi opinión se hace un nudo al final al intentar la cuadratura del círculo de la historia. El canadiense rueda ahora la continuación de Blade Runner (Ridley Scott, 1982).

En el 64 Festival Internacional de Cine de San Sebastián ganó cine social y violento sobre sexo. Al de intención más minoritaria (en la sección Zabaltegui) lo exiliaron en el centro de cultura contemporánea Tabakalera, aunque para compensar le crearon, por primera vez, premio propio. Lo ganó el filme franco alemán Eat That Question: Frank Zappa In His Own Words (Thorsten Schütte). Además, la ciudad vasca del Cantábrico es punto de encuentros de periodistas (1.200 este año) y estudiantes cine de todo el mundo.

Las sala 1 del Kursaal de Moneo fue el miércoles 21 a las nueve de la mañana un torrente de lágrimas para los 2.000 que compartimos proyección. La historia es la del niño Conor (Lewis MacDougall) en el proceso de asumir el peor de los destinos. "La emoción es el bálsamo, yo lloro con MasterChef, es lo que hace que la película no sea tan dura" dijo el director Juan Antonio Bayona en la rueda de prensa. "No la veo como una película triste, para mí ha sido un camino a la luz". Cuento de hadas escrito por Patrick Ness, con hermosos intercalados de cine de animación, Un monstruo viene a verme tiene una construcción perfecta y una gran banda sonora de Fernando Velázquez, aunque Bayona está más orgulloso de sus silencios. Comparte con los dos filmes anteriores del barcelonés, El orfanato (2007) y Lo imposible (2012), la fijación por la figura de la madre, aterrorizada, encontrada, muerta. Quizás con su próxima película, la segunda entrega de la trilogía Jurassic World, el español cambie por fin la dirección de su foco. Como todas las películas, Un monstruo viene a verme hay que verla en versión original, aquí también para apreciar oír la voz de Liam Neeson encarnando al tejo monstruoso.

Las lágrimas se contagian como los bostezos y los resfriados. Imposible venir a este festival y no cogerse uno en el baño de lluvias, películas y pintxos. Los dos últimos días salió el sol, se llenaron las playas. Lo más interesante que dijo la actriz coprotagonista de Un monstruo viene a verme, Sigourney Weaver, en la rueda de prensa por su Premio Donostia fue: "las mujeres estamos obligada a ser fuertes, de hecho, somos el pegamento que mantiene unido el mundo".

Otras estrellas pisaron la ciudad: Monica Bellucci, Fan Bingbing, Jennifer Connelly, Javier Bardem, Hugh Grant, Isabelle Huppert, Ewan McGregor? En el tramo final, el más esperado fue Richard Gere, que presentó su película Invisibles (2015), un proyecto que le ha llevado 12 años, visitó a indigentes donostiarras e insistió a los periodistas para que dieran a conocer la realidad de los sin techo.

El cine español visto en San Sebastián ha puesto alto el listón de su nivel este año. Está obligado a conquistar espectadores. ¿O alguien pretende defender un cine español que no convoque gente en las salas? El hombre de las mil caras, lo nuevo de Alberto Rodríguez, director de La Isla Mínima (2014), actualmente en cines, ganó primero el Premio Feroz de la crítica española y después la Concha de Plata al Mejor Actor para Eduard Fernández. El barcelonés en el papel de Francisco Paesa es lo mejor de una película que merece verse por la reconstrucción de los sucesos ocurridos hace veinte años en España con la fuga del director general de la guardia civil Luis Roldán. Pero José Coronado en el papel del piloto Víctor Camoes me sacó de la película en el minuto uno, son demasiadas sus voces en off para hacerla comprensible.

Para cine español en la Sección Oficial preferí las propuestas de Rodrigo Sorogoyen y Jonás Trueba. En la primera, Que Dios nos perdone, la interpretación de Roberto Álamo es de las que permanecen, un policía alfa cornudo y violento que debe solucionar el caso de un mata-viejas (también las viola) que actúa en el centro de un Madrid tomado por las protestas del Movimiento 15-M y la visita del papa Ratzinger. El potente thriller de Sorogoyen, director que sorprendiera con la claroscura Stockholm (2013), ganó en San Sebastián el premio al mejor guión.

Pero el filme que prefiero es La reconquista, cuarta película de Jonás Trueba. ¿Qué pasa cuando el primer amor, con el que nos hemos carteado y nos hemos prometido fidelidad eterna con 15 años, te llama una tarde, ya en los treinta, para un reencuentro? ¿Qué ocurre si la noche acaba en amanecida y a tu vuelta a casa despiertas a tu pareja, con la que habías quedado ese día para visitar un museo? El guión avanza y recula, la historia se olvida por momentos del espectador. La escena del baile de swing es de los momentos de mejor cine vistos en el festival.

El mejor director

El jurado del festival, donde destacaban los directores danés Billie August y chino Jia Zhangke y la productora española Esther García (de los filmes de Pedro Almodóvar), premió para la Concha de Oro a la china I am not Madame Bovary, de Xiaogang Feng, el Spielberg del gigante asiático. La china Fan Bingbing -según Forbes, la quinta mejor pagada del mundo- ganó el galardón a la Mejor Actriz por la misma película. No conozco a nadie que haya aplaudido las decisiones. Sin embargo, para el premio a la dirección el jurado quiso dar un lección a los que creen que ser un buen director de cine solamente es saber hacer malabares con la cámara. Hong Sang-hoo ganó la mejor dirección con Lo tuyo y tú (Yourself and Yours), una fábula sobre lo que los demás opinan de nuestras decisiones. "Sé tú e intenta ser feliz, pero, sobre todo, sé tú", dejó escrito Charles Chaplin. En el filme del surcoreano hay juego de espejos, falsas apariencias, comicidad, manipulación femenina, confusión entre verdad y mentira. Sin alardes técnicos, para Hong Sang-hoo los únicos malabares válidos son los que hace el espectador con su pensamiento.

Precisamente en Corea se desarrolla una parte del filme canadiense del cántabro Nacho Vigalondo, Colossal, presentado fuera de concurso, una pieza original y bizarra protagonizada por una estupenda Anne Hathaway que es el revés de una comedia romántica y muchos sitúan como lo mejor de Vigalondo desde 7.35 de la mañana, el corto que lo llevó a los Premios Óscar de Hollywood. Dos monstruos gigantescos pelean en Seúl provocando muertes y pánico mientras al otro lado del planeta, en un pueblo norteamericano, dos jóvenes se reencuentran sin saber que son ellos quienes provocan el colosal desastre. "Los directores que más me gustan siempre han generado tensiones", afirmó el director de Cabezón de la Sal cuando le preguntaron por la división de opiniones que generó su propuesta. "Un director debería esperar hacer siempre películas en el filo, como quien hace alta cocina. Esperar gustar a todo el mundo es hacer 'fast food".

Si hablamos de buenos directores, es imposible pasar por alto al octogenario Ken Loach, que sigue dando lecciones sin necesidad de impresionar. Su Yo, Daniel Blake ganó la Palma de Oro en Cannes y en San Sebastián se llevó el Premio del Público. Este drama social duro y conmovedor es la historia de un hombre de 59 años, carpintero viudo y sin mano para los ordenadores, que no puede trabajar por enfermedad, aunque un error del sistema de prestaciones sociales le obliga a hacer búsqueda activa de empleo para no perder el subsidio. La película debería exhibirse en las escuelas. Es un hecho que la narrativa frontal de Loach, su compromiso con el cine como arma contra las injusticias, es imprescindible. Otras películas que recibieron una alta puntuación en el muy fiable Premio del Público donostiarra fueron, por este orden, la animación My Life As A Courguette (Claude Barras), Frantz (François Ozon), y After The Storm (Hirokazu Koreeda). Atentos a ellas.

También fue cine social el que ganó en febrero pasado el festival de Berlín y Fuocoammare, de Gianfranco Rosi, se exhibió igualmente en la sección Perlas de San Sebastián. Al ser la última cita del año de los principales festivales (tras Berlín, Cannes, Karlovy Vary, Locarno, Venecia y Toronto), la impresión es que en San Sebastián compite lo que los anteriores han descartado. En Perlas reserva las joyas del año. Fuego en el mar (el título en español) es un híbrido entre documental y ficción localizado en Lampedusa, isla italiana más cerca de África que de Europa en cuyas aguas ha habido 15.000 muertes de inmigrantes en los últimos 20 años. Debe su título a los recuerdos de la Segunda Guerra Mundial de la abuela de Samuele, el simpatiquísimo niño protagonista. "Los pescadores no salían de noche por los barcos de guerra que lanzaban bengalas convirtiendo el mar en fuego ". La tesis de Rosi habla de que vivimos una Tercera Guerra Mundial, con sus víctimas diseminadas en pueblos de lo que queda de Siria e Irak, en las bodegas de barcazas y pateras en mares de Grecia e Italia y calles, terrazas y discotecas de Niza y París.

El buen sexo se coló en el Zinemaldia en otra película de Perlas, aunque su director Paul Verhoeven (Instinto básico, 1992), no quiere que la etiqueten de thriller erótico, sino psicológico. Protagonizada por una magistral Isabelle Huppert, que aquí hace el papel de la hija de un brutal asesino encarcelado, Elle, filme oscuro e imprevisible, ahonda en las almas atormentadas que encuentran en el sexo menos convencional una salida para liberar angustias. Aquí hay sadomasoquismo, violaciones consentidas y un vibrante juego de dominación, paradojas de la vida en pareja y socorridas infidelidades.

Pero quien se coronó este año en Donostia fue la violencia. Buena parte del aforo del cubo grande del Kursaal abandonó la sala en el momento de la terrible escena final de la polaca Playground (Bartosz M. Kowalski), filme inspirado en el asesinato del niño de dos años James Bulger en Liverpool en 1993. En pantalla la toma hiperrealista del asesinato del niño por dos preadolescentes se ve como un plano único general a 50 metros de distancia de los hechos. "Pornográfico a mi juicio hubiera sido rodarla de forma convencional", se defendió el director de los que lo tildaron de sádico en la rueda de prensa. Nocturama del francés Bertrand Bonello, en Sección Oficial, trata de un grupo de jóvenes parisinos de distinto sexo, extracción social y edades (algunos inverosímilmente jóvenes) que se agrupan para cometer actos terroristas. Bonello sitúa a los personajes en ambientes insólitos (durante la noche se esconden en una galería comercial esperando pasar desapercibidos), hay saltos en el tiempo, repeticiones de secuencias. Es una película que gustó a la crítica por las muchas respuestas que no da. Finalmente, la chilena Jesús (Fernando Guzzoni), también en Sección Oficial, aborda las correrías de unos jóvenes marginales, permanentemente borrachos y drogados, que cometen un brutal asesinato. Interesante es la constatación de que las jóvenes generaciones chilenas, como ocurre en España, rechazan las etiquetas en relación al sexo, se arriman al cuerpo -chico o chica- que mejor les cobija.

Como Playground, Jesús tiene también un referente en un caso real ocurrido en un parque de la ciudad de Santiago. "En realidad", explicó Guzzoni, "aquellos asesinos que se tildaron de neonazis no lo eran y tenían en común una falta de relación afectiva con sus padres. Lo aterrador es que estos jóvenes se matan y traicionan entre ellos, lo que se convierte en un fratricidio. El modelo neoliberal chileno ha provocado grandes bolsas de marginación y diferencias sociales. Esa violencia cotidiana en un momento determinado eructa, señalando el fracaso del pueblo".

También de Chile, y en la sección Perlas, llegó la última propuesta de Pablo Larraín, director latinoamericano de referencia. Neruda dibuja a un excéntrico Pablo Neruda desde el momento en que, en 1948, empieza a ser hostigado por el gobierno por su condición de comunista. El film rechaza el biopic convencional para sustentarse por la gran interpretación de Luis Gnecco en el papel del poeta que enamoraba con su recitar relamido y cadencioso. No es una película de ritmo fácil, hay un staccato permanente acompasado tanto por la interesante banda sonora, como por una puesta en escena que no respeta la continuidad de tiempos y espacios. ¿Cuánto de nerudiano diría usted que hay en la vida de Neruda? Larraín hace en Neruda un difícil homenaje al poeta del Canto General tratando de componer con su película un poema del maestro. Y le sale una obra deliberadamente imprevisible, paradójica, lírica y libre.

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