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La Casa del Niño: desidia hacia el racionalismo

Al analizar el complejo se entiende cómo se alcanzaron unos objetivos plásticos y unas mejoras para las condiciones de vida

Maqueta de la Casa del Niño realizada por Gago Vaquero.

La Casa del Niño es uno de los edificios modernos más importantes del corpus creativo de Miguel Martín y, lamentablemente, se encuentra en unas condiciones de abandono y deterioro progresivo que pudieran llegar a convertirla en objeto de ruina. Por ello, es de esperar que el conjunto de las administraciones, ya sea la que ostenta la propiedad o las responsables de la protección del patrimonio, aúnen sus esfuerzos por sacarla de una tal situación.

El proyecto del edificio es encargado al arquitecto en 1937 y estará redactado al año siguiente para proceder a su ejecución material. Considerando la situación política del país y las consecuencias económicas que acarreaba en Canarias ha de interpretarse como un gran esfuerzo su construcción y, por tanto, una prioridad, que el arquitecto hubo de llevar a delante de acuerdo con las posibilidades financieras disponibles, alargando el comienzo de las obras y su posterior finalización hasta 1945.

Independiente de todo ello, la relevante obra construida es de tal contundencia y calidad proyectual que en nada cabe pensar en las limitaciones económicas que la rodearon, más bien hay que sobreponerse a ellas y establecer una relación directa entre la Casa del Niño y el propio edificio del Cabildo de Gran Canaria, en cuanto participes de unos mismos principios de diseño y, por otra parte, de reflexión sobre los mismos.

Precisando la distancia temporal y proyectual entre ambos edificios podemos darnos cuenta de que corresponden cronológicamente, en el vademécum del arquitecto, a las entradas 206 y 546, es decir, que entre ellos hay 340 proyectos y seis años de distancia. Si el Cabildo es el proyecto 206 y representa un hito en su trayectoria y cultural en la ciudad, qué se puede decir de la Casa del Niño, en cuanto última gran obra del racionalismo, una vez había acumulado la experiencia de 340 nuevos proyectos.

Ciertamente, la Casa del Niño es la culminación de un periodo que da comienzo en 1926 con los primeros trazos realizados para la casa Manchado y concluye, diecinueve años después, con la erección del orfanato insular. Un periodo también de inusitada actividad social y política que evoluciona desde el Directorio Militar y Directorio Civil de Primo de Rivera; la Dictablanda de Berenguer; la caída de la Monarquía; la 2ª República; la Guerra Civil y la Dictadura de Franco.

No puede pasarse por alto toda esta convulsión si se quiere entender el lapso temporal en el que Miguel Martín lleva a delante la cuantiosa cantidad de edificios modernos que construyera. Haciendo una sencilla operación se concluye que en su estudio se diseñaron 56 proyectos por año, o lo que es lo mismo, uno por semana.

El arquitecto era capaz de diseñar en toda su extensión un edificio: estructura, instalaciones, distribución, composición, volúmenes, carpintería, decoración y mobiliario, con tal coherencia y comprensión del oficio que lo controlaba en su totalidad, por lo que su estudio contaba con carpintería propia y de importación de aquellos elementos y materiales que consideraba necesarios para su correcta conclusión.

Desde estos parámetros profesionales, al analizar la Casa del Niño y el Cabildo (del que no se encargó de la dirección de obras) se puede entender cómo se buscaron y alcanzaron los objetivos plásticos más concretos de su arquitectura racionalista. Obras a las que se podrían añadir ejemplos como la Clínica Santa Catalina, el Manicomio, o propuestas como las del Gobierno Civil, el Cine Hollywood, etc.

La Casa del Niño cuenta con el valor añadido de que no se trata de un edificio urbano, inmerso en la trama viaria y edificatoria, sino que es una unidad urbana independiente, que por sus dimensiones y emplazamiento es capaz de influir en su entorno, a la vez que contar con relaciones espaciales propias. El solar permite el desahogo del programa de usos y fijar el mejor emplazamiento de la masa edificatoria, acorde con los criterios de higienismo y salubridad que primaban en la arquitectura moderna como objetivo para mejorar las condiciones de vida.

El complejo edificatorio se compone de dos cuerpos semejantes, formalmente, en planta, pero de distinto tamaño y desplazados, el uno del otro, sobre la parcela. La disposición sobre el terreno supone un conocimiento y voluntad de que la orientación solar y la uniformidad visual sea lo más similar en cada parte, e intencionadamente bien distinto de como se resolvió en el manicomio. Volumétricamente, responden a modelos de composición canónicos en la cultura del Movimiento Moderno, maclando las distintas partes en un escalonamiento que se remata en la torre, con mejores trazas si cabe que la solución obtenida en el ejemplo del propio Cabildo de Gran Canaria.

La torre ocupa una posición de preeminencia volumétrica a la vez que juega un decisivo papel de articulación de las masas de todo el conjunto y no solo del cuerpo al que pertenece, representado una evidente reflexión sobre lo que supuso la inclusión de la torre dentro de la "masa" del edificio del Cabildo.

Por lo que respecta a las plantas, la distribución se realizó siguiendo las oportunas ideas para la consecución de unas condiciones sanitarias, que respondan a los principios de racionalidad e higiene que se perseguían en la mejora de la habitabilidad de la arquitectura. La funcionalidad de los espacios y la coordinación de los recorridos son, también, algunas de las más peculiares aportaciones de Miguel Martín a la construcción de un edificio.

El acceso de los edificios está articulado siempre desde los puntos de contacto entre los volúmenes, conectando directamente con los sistemas circulatorios verticales y horizontales interiores, justo en el punto en el que se cruzan entre ellos. Esta elección se debe a que los recorridos y circulaciones interiores son lineales y se encuentran vinculados a los ejes verticales, lo que infiere un determinante control del movimiento en función de la racionalidad de los usos. Esta solución la encontramos resuelta con una gran limpieza en el pabellón masculino, mientras que en el femenino existe una cierta rigidez con respecto a la conexión con las escaleras.

Esta particularidad, que se da también en el pabellón de enfermería, es uno de los baluartes referenciales de la escuela de la Bauhaus, en Dessau, que ha quedado soslayada en los ejemplos de los restantes centros periféricos de la cultura del Movimiento Moderno.

Delante de los dos edificios, y debido al desplazamiento existente entre ellos, se forman dos ámbitos espaciales que responden a criterios de separación de las zonas de juego dedicadas a niños y niñas. Para ello, se recurre a distribuir la parcela siguiendo el sentido del soleamiento, colocando el pabellón femenino, de menor tamaño, en primer plano y dejando el masculino, con su remate en torre, en contacto directo con el desnivel del risco.

La arquitectura de Miguel Martín permite ser estudiada con principios a extraer desde su producción y no como eco de otras arquitecturas, con las que no mantuvo una conexión directa ni una influencia acotable. Será, basándose en sus proyectos desde donde nos surjan las conclusiones que sistematicen el reconocible sentido de creatividad que tiene su arquitectura y ofrezcan una lectura de este singular edificio que por su emplazamiento periférico ha pasado más desapercibido de lo que debiera.

El rescate de un posible deterioro indefectible es una obligación que se impone para mantener la Casa del Niño en las mejores condiciones que le permitan participar entre la nomina de ejemplos más destacados de la arquitectura de la primera mitad del siglo XX, cuyo valor se acrecienta con intensidad según avanza el tiempo, en cuanto seña de identidad del pensamiento europeo sobre la igualdad social y la dignidad de las personas y de la ciudad en la que bien, y en definitiva sobre el que se ha creado el Estado del Bienestar

Las Palmas de Gran Canaria cuenta con el mayor conjunto de arquitectura racional del país, por lo que es necesario avanzar en el reconocimiento de un patrimonio, tan singular como de interés internacional, que requiere un sentido de conservación más allá del que se adopta para la arquitectura histórica de la ciudad, pues su parangón y medio existencial es Europa y, no solo, la acomodada domesticidad de la historia local.

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