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documental nacional sobre la red popular

Jinámar, ejemplo solidario

La realidad social de este núcleo poblacional no es fácil, tampoco ayuda su mala fama. Un documental nacional recoge la apuesta de un grupo amplio de vecinos por salir adelante sin perder la dignidad.

Jinámar, ejemplo solidario

Hay frases tan certeras, tan descomunales, que bien podrían pasar por cuchillos afilados que una vez que se lanzan al aire se clavan en la cabeza, o en el corazón, y ya no hay vuelta atrás. Los vecinos de Jinámar que forman parte de la Red de Solidaridad Popular han acuñado un buen eslogan: "Para levantarse hay que recobrar la dignidad, no queremos dar pena, ni tampoco buscamos caridad".

El esfuerzo de este grupo ha resultado tan gratificante que representantes de otras redes a nivel nacional decidieron realizar un documental en el que apareciera, entre otras comunidades, el ejemplo de Jinámar como una de las organizaciones solidarias más potentes del país. De hecho, en la Península se han formado otras redes copiando el ejemplo de lo que se está haciendo en este núcleo de Gran Canaria.

A finales de 2013, siete familias de Jinámar decidieron unir sus fuerzas para tratar de salir de la mala situación económica y social que los asfixiaba. Estaban cansados de recorrer las instituciones y las distintas ONG en busca de comida con la vergüenza permanente de tener que luchar por una caja más de leche.

Manuel Rodríguez, al que todos conocen como Lolo, es uno de los fundadores de esta red, y uno de los pocos privilegiados que tiene trabajo en Jinámar, donde más del 50% de su población carece de empleo. "En aquel momento pensamos que la gente no podía seguir de un sitio a otro, del Ayuntamiento al Banco de Alimentos o los Evangelistas pidiendo que le dieran comida para su familia. Se sentían humillados, como si todo fuera culpa de ellos".

Frutas y verduras de Merca

A partir de ahí comienzan a idear un proyecto en el que todos deben colaborar. Van a Mercalaspalmas y logran llegar a acuerdos con varias empresas que les ceden toneladas de verduras y frutas. Se trata de establecer una organización en la que las personas que no tienen trabajo, que están pasando por una situación de pobreza extrema, participe de forma activa en lograr una salida a su estado actual.

Y así todos los viernes hay un grupo de vecinos que se levanta a las cinco de la mañana y va en busca de los alimentos, otro grupo espera en la sede de la Asociación y se encarga de limpiar los productos. Por la tarde, a partir de las cuatro, se produce el reparto. Nadie siente pena, ni vergüenza, todos están en el mismo barco, el que reparte y el que recibe sufre y experimenta la misma situación personal.

La labor de esta red de solidaridad tiene otros muchos flancos. Suelen organizar mercadillos con los que poder sufragar algunos de los gastos que se generan como el gasoil de la furgoneta con la que van a buscar los alimentos. Los lunes se dedican a estudiar las necesidades que requieren los vecinos y buscan alternativas a sus demandas más prioritarias: las facturas sin pagar y que terminan en cortes de luz y agua. En este caso, a la persona afectada se le explica lo que debe hacer. Si en el plazo de unos quince días no recibe notificación por parte de las instituciones, entonces la red como asociación presenta una reclamación, y si esta vía no obtiene respuesta llega el momento de organizar una protesta para lograr algún tipo de salida y evitar que esa familia se quede sin suministro.

Manuel Rodríguez reconoce con orgullo que han logrado paralizar 47 desahucios; eso sí, las viviendas pertenecían al Gobierno de Canarias, lo que en gran medida facilitó que estas personas no acabaran en la calle.

Uno de los graves problemas a los que se enfrentaban y por los que siguen luchando tiene que ver con el transporte. Muchos no tienen dinero para coger la guagua y trasladarse a Las Palmas de Gran Canaria a arreglar papeles o presentar curriculum. Después de varias manifestaciones de protesta lograron que el Cabildo les concediera 400 bonos que reparten entre los que tienen más dificultades para moverse, sobre todo entre los que viven en Ciudad del Campo.

Tanto Manuel Rodríguez como Alfredo Almendro, director del documental sobre la Red de Solidaridad Popular a nivel del país, y también integrante de esta red en el barrio madrileño de Vallecas, coincidieron en señalar que la situación de desamparo que también viven las familias de Ciudad del Campo resulta inconcebible: "Allí no hay de nada, ni tiendas, ni farmacias ni colegios", apunta con sorpresa Alfredo, y añade: "Me resultó demencial lo que vi en esa zona, es como una tierra de nadie, apartados de todos. Así es muy difícil salir adelante". Además, hasta hace poco ni siquiera contaban con servicio de guaguas.

Rodríguez reconoce que la primera vez que fueron a llevar la mercancía de Mercalaspalmas hasta esa zona, sobre todo porque ellos no tenían manera de venir hasta la Asociación, "me resultó muy impactante, se respiraba un ambiente muy tenso, duro; ahora ya no".

La red de solidaridad ha llegado a funcionar de tal manera que ya no sólo atiende las demandas de vecinos de Jinámar sino que recurren a ellos desde otras poblaciones, de hecho en estos momentos integran esta organización 1.0 98 familias. Lo que resulta más escalofriante es que de este grupo apenas una docena de ellos tienen empleo. Los demás viven con dignidad gracias al esfuerzo de la red.

Mujeres solas y con hijos

El perfil de los vecinos que integran esta organización es muy similar. Familias en la que todos sus integrantes están en el paro y además ya no reciben otro tipo de ayudas. Sobreviven gracias al apoyo de padres y abuelos. También hay un número elevado de familias monoparentales, mujeres solas con hijos, y que además han sufrido maltrato psicológico y físico. En Ciudad del Campo hay muchos casos.

Dentro de la Red de Solidaridad Popular de Jinámar se decidió crear un área de la mujer. Isabel Gómez fue la responsable de empezar a formalizar esta sección. Se dieron cuenta que las mujeres requerían un trato diferenciado, sobre todo porque sus problemas, además de los económicos, se incrementaban con una realidad en la que los malos tratos las llevaban a vivir sumidas en una depresión constante.

Isabel ha logrado ganarse su confianza. Tal vez porque su realidad es muy similar a la de todas las demás. Durante muchos años sufrió maltrato, hasta que un día, después de la muerte de su padre, decidió poner una denuncia y emprender con sus hijos una vida diferente. Por eso no le extraña cuando ve cómo muchas de ellas pueden pasar días, semanas y meses sin salir de casa, fumando sin parar, viendo la tele, o tumbadas en el sofá esperando que pase este mal trago, que no pasa.

"Yo las entiendo, porque a mí me pasó lo mismo. Y es que te sientes vacía, sin fuerzas. Después es duro cuando van a presentar un curriculum y al ver que viven en Jinámar ya no las quieren, o les ponen malas caras porque dicen que están gordas. Es normal que estén gordas, sólo comen pasta o pan, es lo que hay".

Resulta difícil imaginar una vida así. Y sobre todo resulta mucho más complicado llegar a tener la fuerza de levantarse y seguir. El trabajo de Isabel ha logrado pequeños milagros, como que María Jesús ya no sienta vergüenza, y que se atreva, a pesar de sus años, a tratar de aprender cómo funciona un ordenador, en las clases que se imparten en la Asociación.

En estos momentos acuden de forma regular al área de la mujer de Jinámar unas 30 personas, con edades entre los 19 a los 60 años. Isabel reconoce que ha costado que den este paso: "Ellas necesitaban que las escucharan, y que las entendieran. Nadie mejor que alguien que ha vivido lo que tú estás pasando puede llegar a comprenderte, y no juzgarte, ni por vivir sola con sus tus hijos, o por no tener trabajo y estar gorda".

El camino sigue siendo largo y está lleno de baches. La realidad es que la mayoría sigue sin tener empleo. En estos momentos, Isabel también está en esta situación, pero entiende que sólo plantándoles cara a los problemas, "todos juntos podremos salir adelante, o por lo menos no rendirnos".

Para estas familias, la lucha es diaria y constante. El día es una sucesión de vallas que deben saltar. Su única ventaja es que están aprendiendo a unir sus fuerzas, y así sienten que tal vez en algún momento pondrán salir de este pozo.

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