La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Entrevista

Bonet: "El coleccionismo español ha sufrido mucho por la crisis"

"Las instituciones artísticas españolas no respaldan a los pintores, domina la apuesta por la instalación, por el vídeo; a los pintores les falta ahora mismo la bendición de los museos", afirma el director del Instituto Cervantes en París

Juan Manuel Bonet LUISMA MURIAS

Juan Manuel Bonet (París, 1953) acaba de firmar una monografía primorosamente editada del pintor español Miguel Galano. Una obra minuciosa que sitúa a Galano como uno de los grandes pintores españoles de la actualidad. Exdirector del Instituto Valenciano de Arte Moderno y del Museo Reina Sofía de Madrid, Bonet es un crítico de arte de referencia en España, además de poeta. Es uno de los grandes defensores de la pintura, disciplina que considera discriminada por los museos públicos y los jurados de los grandes premios frente a otras actividades como la instalación artística o la videocreación. Desde hace cuatro años dirige el Instituto Cervantes en París.

En 2012 volvió a su ciudad natal. ¿Cómo es París después de los atentados?

Estamos en un momento terroríficamente complicado por la presión de los extremos. Pensar que una de cada cuatro personas que va por la calle en Francia piensa como los Le Pen da miedo. Y en el otro extremo está la CGT, Philippe Martínez, nacido en la Petite Espagne de Saint-Denis, de padres cántabros. La política francesa está hecha por españoles, Manuel Valls, la alcaldesa de París y hasta el director del Louvre, Jean-Luc Martínez, es español, pero se remonta a una emigración del siglo XIX. Cuando le conocí me dijo que no hablaba en español, pero que en su casa comían en español.

Hablaba de la tensión de los extremos.

Me refería a que, por una parte, tenemos el terrorismo, luego el nacionalismo a ultranza de Le Pen y una CGT desbocada. Teniendo más o menos el 3 por ciento de los asalariados afiliados a ella, está paralizando el país.

¿En la vida cotidiana en qué se percibe?

El impacto de los ultras se percibe y el terrorismo vaya que si se percibe. Bastante gente que trabaja en el Instituto Cervantes de París vive por la zona de los atentados y conocía a varias de las víctimas. Yo había pasado en coche muchas veces por el barrio de los atentados, pero nunca había ido a pie. La víspera de los ataques fue la primera vez que estuve por ahí y en la misma calle de los ametrallamientos de los bares. Los extremismos se notan. En las huelgas, en el desabastecimiento que hay, en los choques que eso provoca...

¿Volvemos a los años treinta del pasado siglo?

Hombre, espero que no. Yo creo que no. La vida tiene sus tensiones, están a la vista, en la calle, en el ambiente de la sociedad, pero a la hora de la verdad, en las elecciones regionales, en Francia terminó habiendo un resultado fruto de un traslado de voto de los gaullistas precisamente para evitar esos extremos. Ahora ya se verá lo que pasa en las elecciones presidenciales. No creo que Francia entera se pueda desplazar a los extremos.

Terrorismo yihadista o extremismo político de los franceses, ¿cuál es el problema más grande?

La combinación del yidahismo y los extremismos. Es una tormenta perfecta.

¿Cómo se ve España desde Francia?

Francia y España tienen unas relaciones muy buenas. Siempre las han tenido, pero ahora mismo hay una sintonía buena. El hecho de que la alcaldesa de la ciudad y el primer ministro sean españoles es algo que a España le favorece. Desde el ángulo de la cultura, hay muchísimos estudiantes de español. Eso lo notamos en el Instituto Cervantes. Somos la casa del español y de los españoles. Hay mucha colonia española. Nos hemos convertido también en una casa receptiva al viejo mundo de la emigración, que no se trataba mucho. Otro sector hispanófono en el que tampoco se piensa mucho, pero que en París tiene su presencia, es el mundo sefardí. De hecho, el Cervantes es el que certifica su nivel de español y el nivel de conocimiento de la civilización española para poder optar a la nacionalidad. La primera persona que la obtuvo por esa vía pasó el examen en nuestro centro de París.

¿Cómo explica que tantos siglos después esa vinculación con España siga viva?

Porque siguen teniendo muy buena voluntad de reencuentro, han sido muy fieles a la cultura española a pesar de que España los expulsó. Hay una persona estupenda, Isaac Revah, que nos contó cómo él, que era de Salónica, y otras doscientas personas fueron salvadas cuando ya estaban dentro del campo de concentración de Bergen-Belsen por el diplomático español Sebastián Romero Radigales. Fue Isaac quien consiguió después que Israel lo declarase "hombre justo entre las naciones". Éste es un caso de alguien extremadamente cercano a España y a su cultura. Y hay algo bastante hermoso en esa voluntad.

¿Cómo está la salud de la lengua española?

Buena. Cuando yo era adolescente había un programa de televisión que se llamaba 300 millones. Bueno, pues ahora somos 500 millones de hispanohablantes en las dos orillas del Atlántico. En Norteamérica hay población de origen español muy bien situada y, por lógica, algún día habrá un presidente hispano en EE UU. Es un idioma con muchas posibilidades para mucha gente que busca salida profesional en Latinoamérica. Esa conexión entre España y Latinoamérica la promovió muchísimo desde la Real Academia Víctor García de la Concha. Nosotros en el Cervantes sabemos que Víctor ha sido el director de la RAE que más ha hecho por el diálogo entre las dos orillas del español.

¿Cómo se ve el arte español actual desde París?

Hoy en día en París no se ve mucho arte español. Pero el arte español goza de buena salud, de muy buena salud. El siglo XX español ha sido muy bueno. Y lo que llevamos de siglo XXI sigue siéndolo. Pero falta promoción, presencia. Tú vas a la FIAC, la Feria ARCO de París, y puedes encontrar un par de galerías con españoles, un Barceló, un Uslé, a lo mejor algo de Juan Muñoz o de Cristina Iglesias. Y para de contar. Pero eso es poco comparado con lo que hay. Como crítico de arte no creo que ahora mismo la escena artística francesa sea más importante que la española. En todo caso son parecidas de nivel. Sin embargo, los nombres franceses están circulando por todos los circuitos.

¿A qué se debe?

Creo que se puede aprender de algunos países donde los coleccionistas son muy militantes de sus obras. Eso no quiere decir que sólo coleccionen el arte de su país, pero tienen una especie de punto de honor en defender a sus artistas, incluso hasta subirlos hacia lugares muy visibles. Pasa, por ejemplo, en Bélgica, un país pequeño que tiene a Luc Tuymans, pintor de Amberes muy neosimbolista. Lo han logrado colocar en el mapa internacional. O el caso de Brasil, sobre el que estoy escribiendo un libro sobre el arte brasileño del siglo XX. El coleccionismo brasileño es supermilitante, casi demasiado. Las leyes brasileñas son casi demasiado proteccionistas. Te cuesta importar cosas. Ellos están entusiasmados de tener a artistas que valen 1 o 2 millones de euros cada cuadro.

¿Y cómo le va al coleccionismo español?

Ha sufrido mucho con la crisis. Se ha visto lo débil que podía ser en cierto sentido. Hemos visto algo tremendo, que cierto coleccionismo ha dejado de estar en activo. Ha congelado sus colecciones. Conozco varios. Y hay otro caso peor todavía, los que las han liquidado. Han vendido lo que coleccionaban en los años ochenta o lo que coleccionaban sus padres en los cincuenta.

¿Por necesidad?

En algunos casos. Pero también otros por moda. Se está viendo mucho en subastas. Los precios están bajando y bajando de una manera alarmante a veces. De manera injusta.

No coleccionaban arte, coleccionaban dinero.

La inversión contaba, y alguno de ésos que ahora de repente saldan todo y no les importa dice: esto no lo puedo vender más que en España, es un bien que está limitado a un territorio local. He escuchado a personas que te hacen este razonamiento: en mi oficina de Londres no puedo poner más que una cosa que en Londres se conozca y este cuadro español no lo conocen. Es complicado, pero es verdad. Hoy en día a los artistas la vida se les ha vuelto difícil. Ahí también interviene otro elemento, la moda actual en las instituciones españolas en materia de arte.

Que no es la pintura.

Que es más bien lo que no es la pintura. Si ahora mismo tú miras la nómina de los premios Velázquez o de los premios nacionales domina lo que no es la pintura ni la escultura. Domina la instalación, domina el vídeo... Tú miras las listas y hablan por sí solas.

Porque en esas listas la pintura ha muerto.

Porque esas listas las hacen personas que tienen una visión en la cual no se favorece la pintura. Se considera que la pintura es un género en decadencia o casi moribundo.

¿Y está moribunda?

Para nada. Con Miguel Galano tenemos un caso. En Uslé tenemos otro. Ahora tenemos muchos pintores muy buenos que tienen muy poco apoyo institucional. La política de adquisiciones o de exposiciones, tanto de los museos nacionales como de los que dependen de autonomías o ayuntamientos, una gran cantidad de ellos, se dedica sobre todo a promover instalaciones. Es más fácil para un artista que se mueva en el mundo de las instalaciones que vivir de vender cuadros. Porque a los cuadros les va a faltar ahora mismo la bendición que suponen los museos.

¿Eso denota que el criterio de quienes seleccionan sólo se guía por una cierta moda?

Eso depende de que el mundo del arte está dominado por una visión que cuenta la historia muy en clave de lo que ha ocurrido desde los años sesenta, con la desmaterialización del arte, con el arte conceptual. Es lo que toca ahora y consideran otras cosas como arcaicas o a extinguir. Que merecen atención, pero menos.

Sin embargo, cuando hablamos del reconocimiento internacional del arte español los nombres que se conocen pertenecen a esas disciplinas supuestamente acabadas. Barceló, por ejemplo.

Pero en los últimos años en la nómina de los premios se ve qué es lo que se fue privilegiando. En Italia o en Francia se tiene una visión probablemente más pluralista de lo que es la cultura. En Francia hay un dicho "hace falta de todo para hacer un mundo". Eso quiere decir que a un mismo crítico de arte, como es mi caso, le pueden gustar a la vez Miguel Galano, Juan Uslé y un fotógrafo. No quiere decir que porque le hayamos dado un premio a Carreta o a Gaya al año siguiente no lo va a recibir alguien totalmente distinto, ya sea un artista abstracto, un fotógrafo o un artista conceptual... Lo que a mí me parece reduccionista y empobrecedor es que año tras año sólo vaya en una dirección. Si eso se aplicara en el premio Cervantes, sería más evidente. Imagínese que el premio Cervantes o el Nacional de poesía todos los años fuera a un poeta de la experiencia y a uno, y a otro y a otro. Los otros de al lado dirán: ¡oiga, que también existimos! La cultura es coexistencia entre contrarios, entre cosas diversas. En mis etapas al frente de museos (en el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) y en el Reina Sofía) he intentado hacer cosas que no obedecieran a un menú único, que no obedecieran sólo a mi gusto personal. He expuesto a Gaya o a Caneja, que me entusiasman, pero también he expuesto a Olafur Eliasson o Guillermo Kuitca.

¿El denominador común del arte actual es la mercantilización de la obra?

El mercado siempre ha existido. El arte actual lo que tiene es un exceso de voluntad unificadora por el lado de que domine el discurso sociologista, el discurso rupturista. Hay una cierta voluntad por parte de algunos de que no haya lugar nada más que para eso. Y, sin embargo, vas viendo que el resto se sigue manteniendo. Como la pintura figurativa, por ejemplo. El arte del siglo XX también ha sido figurativo.

Hablemos de Galano y del libro que usted acaba de presentar sobre este pintor.

Estoy ilusionadísimo con el libro, como un niño como zapatos nuevos.

Usted asegura con rotundidad que Galano es uno de los grandes pintores españoles.

Galano es un pintor que universaliza lo propio. Ahonda en su paisaje y lo convierte en algo universal. A partir del ahondamiento de lo suyo ha sido capaz de mirar otros paisajes y de llevarlos siempre con él, de encontrarse a él mismo en el espejo de un paisaje danés, o checo, o húngaro o quizás polaco.

Es un pintor con un territorio propio. Recuerda la relación entre los cuadros de Wyeth y el paisaje de Maine.

Sólo hay que ver el cuadro más famoso de Wyeth, El mundo de Christina, para ver ese paralelismo. En el libro lo digo, y no he sido yo el primero en relacionarlo. Otros críticos lo han dicho antes. En este sentido, Galano ha tenido la suerte de contar con unos críticos, del panorama nacional, que han seguido su obra. No es un maldito, es alguien que ha tenido gente que ha seguido su trabajo, tanto coleccionistas como críticos, escritores, poetas, colegas, galeristas, editores... Galano ha tenido un reconocimiento temprano y, por suerte, su tierra lo ha reconocido. En el libro utilizo una metáfora, la Región de Juan Benet. Galano también tiene su región en el occidente asturiano. Pero es que yo también veo Galanos en otros lugares. El otro día en Milán mi mujer me decía "mira qué Galano es esto". Algo que a mí me gusta de su tratamiento de la pintura es haber tenido siempre muy en cuenta las raíces de su obra, un cierto museo imaginario, lo que él llama "la familia".

Acaba de publicar su poesía completa, el volumen Vía Labirinto,

Mi poesía es viajera, es urbana, pero de repente me encuentro que tiene, sorprendentemente, más poemas rurales de lo que me esperaba. Es una poesía del instante, donde también hay bastantes elementos pictóricos, homenajes a pintores... Un amigo poeta me decía recientemente: "¡Caramba con el poeta minimalista! Porque dicen que soy un poeta minimalista, de versos cortos. Pero al final, ya ve, son 350 páginas.

¿Hacia dónde quiere caminar ahora?

Ahora lo lógico sería que me saliera un buen libro de poemas sobre París. Lo que pasa es que hay unos cuantos precedentes y no es fácil.

¿Hablará de la situación actual?

No. Mi poesía no es nada social, ni política. Mi poesía es de instantes, de mucha rememoración, de buscar muchas huellas del pasado en el presente. Me temo que ni las huelgas ni los excesos de ambos extremos saldrán. Será un París un tanto intemporal.

Compartir el artículo

stats