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Leonor del Castillo y los primeros tapices con flores

Grancanaria de Vegueta, esta piadosa mujer se marchó a vivir con su esposo a La Orotava, y allí inició la costumbre de poner ante su casa una alfombra

Una de las paradas obligatorias estaba en el barrio de Vegueta delante de la catedral.

Si hay un lugar en Canarias en el que las alfombras alcanzan un grado de excelencia que pocos imaginan ese sitio está en La Orotava. Sus tapices son sencillamente auténticas obras de arte, que siguen haciéndose sólo con flores. Salvo una salvedad, la gran alfombra de la plaza de la iglesia, 950 metros en el que se emplea piedra de distintos colores que se trae del Teide. Todos aceptan que la laboriosidad, la belleza de este tapiz merece que se permita, de forma extraordinaria, que se pueda realizar esta alfombra con este tipo concreto de piedra, procedente del Parque Nacional.

Una vez más, en este viaje en el tiempo, habrá que reconocer el papel que tuvo en su momento la decisión de una mujer que procedía de Vegueta, Leonor del Castillo. Según constatan distintos historiadores y también el párroco de la catedral de Arucas, Santiago González Hernández, ella fue la primera en proponer que por fuera de su casa en La Orotava se hiciera una alfombra de flores para festejar el día del Corpus, y de esta forma logró relanzar una tradición que hasta entonces había decaído.

Quién era doña Leonor

Leonor del Castillo y Bethencourt había nacido en Vegueta en noviembre de 1800 y con 22 años se casó con su primo Antonio María José del Sacramento de Monteverde y Bethencourt Rivas Ponte, natural de La Orotava. El enlace se celebró en el oratorio de la casa de sus padres, los Condes de la Vega Grande de Guadalupe.

Tal y como cuenta uno de sus tataranietos, Juan Carlos Monteverde, la idea de confeccionar una alfombra de flores al paso de la procesión del Corpus "no la concibió en Vegueta", como apunta la rama grancanaria de esta familia. Para Monteverde y otros expertos, Leonor vio este tipo de elaboraciones durante un viaje que hizo por Italia y decidió ponerla en práctica en la localidad tinerfeña a partir de 1847, y de ahí, se extendió al resto de Canarias.

Y en este punto aparece la controversia, para Alejandro del Castillo, tataranieto de Leonor y para historiadores como Juan José Laforet, "doña Leonor ya había visto las alfombras de flores en Vegueta, y por eso las elaboró delante de su casa en La Orotava". Laforet no niega que Leonor del Castillo hubiera realizado este viaje a Italia y ahí perfeccionó la idea de realizar estos tapices con pétalos de flores.

Sin definir quién de las dos ramas de la familia lleva razón, la realidad es que Leonor del Castillo encargó a su cuñada María Teresa de Monteverde que la ayudara en la elaboración de esta alfombra.

Este primer boceto, que aún se conserva en la casa de los Monteverde, consistía en una serie de motivos vegetales, de estilo barroco. Con la ayuda de los sirvientes se procedió a la elaboración de este diseño sobre el empedrado de La Orotava.

Según detalla Juan Carlos Monteverde, para realizar este tapiz se emplearon "pétalos de rosas, geranios y otras flores de diversos tonos, dando un matiz multicolor al pavimento".

Las dimensiones de esta primera alfombra fueron modestas: tres varas de largo por dos y media de ancho. Sin embargo, según recalca Monteverde, con esta ocurrencia de doña Leonor "se inaugurara esta tradición en Canarias".

A partir de esa fecha, la elaboración de alfombras en La Orotava se convirtió en un auténtica competición festiva en la que cada año se trata de mejorar lo que se había hecho el año anterior.

Fuera por emular lo que había visto de pequeña en su barrio o por imitar lo que descubrió en sus viajes por Italia, la única verdad es que la decisión de Leonor del Castillo enriqueció notablemente la tradición de las alfombras del Corpus.

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