La Provincia - Diario de Las Palmas

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Con el Cristo de Telde a cuestas

Los mayordomos de la venerada imagen de San Juan, doce hombres y dos niños, participarán mañana en la bajada

Francisco Santana (i.), José Santana, Juan Santana 'el Sacristán', Jesús Santana y Paco Rivero, ayer. S. CEBALLOS

El 12 de septiembre está marcado en rojo en el calendario de quienes cada año portan la imagen del Cristo de Telde desde la hornacina superior del altar hasta el suelo. Los sentimientos de tensión y emoción se dan la mano en uno de los momentos cumbres de las fiestas que engalanan San Juan en estas fechas. Los portadores de la imagen venerada viven de forma especial, y con una perspectiva diferente al resto de feligreses, ese intenso instante que a partir de las siete y media de la tarde de mañana inundará San Juan. En total, doce hombres y dos niños velarán para que todo transcurra según el guión previsto. Entre ellos, Francisco Santana, excalde de la ciudad y exconsejero del Cabildo de Gran Canaria. "Es muy personal e íntimo. Te da esperanza en lo que tienes fe. ¿Qué sentido tendría la vida sin creer en que hay alguien más allá?", sostiene. Su padre, conocido como Salvadorito el Palmero, le transmitió el gusanillo por esta labor, una tradición que desea que se siga manteniendo de generación en generación. De hecho, sus hermanos Jesús y José sostendrán al Cristo junto a él. Éste último, con 71 años, es el más veterano de todos los mayordomos, un apelativo que desean recuperar como costaleros. "Desde los doce años me lo inculcó mi padre. Tengo dos operaciones a cuestas y le agradezco al Cristo poder estar aquí. Por eso mientras pueda seguiré bajándolo", afirma emocionado.

Y es que como señala Jesús, es necesario estar presentes en este tipo de eventos para saber a ciencia cierta lo que significan. "Las cosas hay que sentirlas", esgrime, al tiempo que Paco Rivero, que mañana estará a los pies del Cristo para sostenerlo, reconoce que una de las mayores satisfacciones es contemplar la basílica repleta una vez la talla llega al suelo. "¡Pero es que además la vista se pierde entre las personas que abarrotan la plaza hasta las puertas del ayuntamiento!", añade. El pasado martes por la noche él mismo se encargó de colocar las cuerdas para facilitar la bajada desde las alturas. Antes, como recuerda Francisco Santana, "se hacía a pulso", sin ningún tipo de ayuda que facilitase esta complicada maniobra. "Quizás con el tiempo se podría hacer de forma mecánica como ocurre con la Virgen del Pino, pero no sería lo mismo y se perdería la tradición", comenta entusiasmado porque, además, ha sido hasta el momento el único alcalde de la Ciudad de los Faycanes que ha bajado al Cristo.

Anécdotas

Antes de 1962 el Cristo se descolgaba del altar en momentos puntuales para hacerle alguna petición especial. Pero a partir de esa fecha la bajada comenzó a hacerse año a año y las anécdotas no han hecho más que acumularse en rincones privilegiados de la memoria de estos mayordomos. Entre risas, José Santana subraya que cuando la tormenta Delta derribó en 2005 parte del monumento natural de Agaete conocido como Dedo de Dios, el Cristo de Telde perdió también un dedo de su mano derecha, al igual que sucediera hace dos años. Asegura que muchos no se enteraron, "porque rápido le pusimos cinta adhesiva para que se disimulase la rotura". Pero más allá de este tipo de historias que ahora se recuerdan con cariño, prima la responsabilidad. Es por ello que la tensión generada, sobre todo para aquellos que escalan a lo más alto con la ayuda de una escalera y los cuatro hombres que lo cargan a cuestas durante la procesión, provoca que puedan "torcer la camisa y escurrir el sudor". Hay que tener en cuenta, además, el peso que deben sostener con sus brazos ya que, según indican, la imagen pesa aproximadamente 7 kilos y la cruz más de treinta.

Poco falta para poder entregar el Cristo a los sacerdotes que se congreguen en la Basílica de San Juan una vez los mayordomos hagan su trabajo. Este año se espera una menor cantidad de párrocos por ser sábado, pero estos portadores ya quieren que llegue la hora de la bajada para sentir una emoción que desean que perdure en el tiempo.

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