Hace dos veranos, Sergio Araujo llegó a Gran Canaria en un estado lejos de lo que se presupone óptimo para un futbolista. Su agónico gol al Zaragoza había dejado a la UD en Primera División, pero el verano había hecho estragos en él. Su silueta y estado físico cuando regresó de vacaciones hizo saltar las primeras alarmas.
Esa temporada fue siempre a remolque. El delantero argentino fue incapaz de encontrar un pico de rendimiento notable, como sí había hecho tan sólo unos meses atrás. A punto de ser vendido al Palermo, el club apostó por mantener al baluarte ofensivo del club, que había logrado 25 goles durante la temporada anterior.
A su juego gris se le unió una conducta discutible. Su indisposición para entrenar tras el gran día del carnaval de Las Palmas de Gran Canaria, le valió un expediente por parte de la entidad amarilla.
Sin embargo, parecía que el verano le había hecho cambiar. Durante los meses estivales el delantero se machacó a conciencia para volver a ser el '10' de la UD. Lo hizo. Además, completó una gran pretemporada. Parecía que todo iba bien, incluso aunque no hubiera podido agarrar la titularidad frente a Marko Livaja.
Quique Setién, técnico amarillo, estaba contento con su actitud e incluso reconoció que estaba cerca de entrar en el once. Pero justo ahí, saltó su incidente de tráfico con la Guardia Civil, que denunció al delantero argentino por negarse a pasar un control de alcoholemia. Ahora intenta volver a ganarse la confianza que ha perdido con otro hecho conflictivo en su vida. En sus piernas y su cabeza está el asunto; El Madrigal, le espera.
