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El análisis

De brotes verdes a cosecha arrasada

Los amarillos demuestran que el triunfo en Copa del Rey (1-4) ante el mismo rival fue un espejismo

De la felicidad inicial a la desolación final. QUIQUE CURBELO

Lo que ayer debía demostrar la UD Las Palmas era que el 1-4 de la Copa del Rey hace tan sólo cinco días no era un espejismo. El público del Estadio de Gran Canaria debía degustar con su propio paladar los supuestos "brotes verdes" a los que se refería Pako Ayestarán para convencer a todos de que la cosa iba por el buen camino. Y pudo hacerlo al menos durante los 14 minutos que Jonathan Viera estuvo en el terrero de juego. Sin embargo, lo que comprobó fue que la cosecha volvió a ser arrasada por completo y que, en lugar de verdor, el equipo desprende una profunda negrura.

Se volvían a enfrentar dos equipo en una situación parecida, con un entrenador nuevo y con la urgencia de conseguir puntos lo antes posible para no quedarse descolgados. Era el partido importante, el de Liga, el que valía de verdad, pero la UD la volvió a liar. El cuadro de Ayestarán evidenció una dependencia atroz de Jonathan Viera y que no tiene argumentos ante su ausencia, pero sobre todo, que con las enormes facilidades defensivas que concede a los rivales es imposible rebrotar.

Un entrenador que debutaba en Primera División como Cristóbal Parralo ganó la partida a otro que tiene unos cuantos partidos más y que, desde ayer, suma a su currículum la distinción de ser el técnico que más partidos consecutivos ha perdido en la máxima categoría nacional: once, de los que cinco han sido en un mes al frente de los amarillos. Al principiante le bastó con presionar la salida de balón de la UD para noquear a un rival desquiciado y sin poder de reacción.

Las Palmas sólo duró en el campo hasta el minuto nueve, cuando Jonathan Viera, que hasta ese momento había tenido dos arrancadas con distinto final, un remate de Macedo al lateral de la red y un gol de Rémy, se llevó la mano a la parte de atrás de su muslo izquierdo y provocó el silencio. Se había roto. Aguantó cinco minutos más en el césped, pero su marcha iba a suponer la catarsis.

Aunque nadie lo esperaba, porque tal y como estaba el partido, con un gol de ventaja y un Dépor superado por completo, lo mínimo en lo que se podía pensar era en una goleada. Pero no fue así, sino que la UD sufrió tal desconexión psicológica ante la falta de su líder que se metió atrás.

Y se vio lo de antes de los brotes verdes: un equipo con miedo, dominado por el rival y, sobre todo, muy débil en defensa. Macedo fue arrasado totalmente por Celso Borges en el cabezazo del gol del empate como también lo fue Dani Castellano en el segundo tanto de los coruñeses, todo ello bajo la atenta mirada de Raúl Lizoain, al que remataron dos veces por alto en el área pequeña.

El tercer gol fue la culminación del esperpento, escenificada en un Lemos impotente con su horroroso estado. Lento, provocó un penalti que Lucas Pérez no falló. Por ello fue el foco de los pitos, junto a Tana, que se encuentra a tres o más galaxias de distancia de Viera. Ahora toca el Bernabéu, escenario poco ideal para resembrar. Pero a veces salen plantas en el desierto.

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