Benito Pérez Galdós con una de sus últimas obras ya ofreció esa lección: el valor incuestionable de la caridad. La misericordia del Señor es infinita. El primero que llega al cielo es el Buen Ladrón, aquel que fallece junto a Jesucristo en la cruz. Tal es el perdón misericordioso de un Dios que es amor que, a estas alturas, el traidor Judas que vendió por 30 monedas a su Hijo ya está redimido. La justicia divina discurre por caminos diferentes a la humana.

El encuentro entre el papa Francisco y el presidente de los EE UU Joe Biden sigue en la línea misericordiosa del jesuita argentino de Fratelli tutti. La presencia en el Vaticano de un católico como gran jefe del imperio americano resulta infrecuente, por no utilizar el gastado adjetivo de histórico. Dos líderes llegados de lejos, como le gusta decir al obispo de Roma, se encuentran en Europa en las vísperas de una cumbre del poder mundial representado en el denominado G20. Francisco y Biden se extendieron en elogios y en conversaciones amistosas. Una reunión en la Santa Sede que se prolonga durante 75 minutos revela la importancia que recibe el interlocutor visitante. En este caso ha sido de récord, relatan los cronistas vaticanos. Si se hace memoria de la media hora un poco pasada que le dedicó a Pedro Sánchez resulta clarificadora la comparación. Y con los 30 minutos de Donald Trump. Biden es el segundo presidente católico de EE UU y el papa Francisco necesita apoyos como el del sustituto de Trump para su causa de reforma eclesial, tan urgente en la poderosa Iglesia norteamericana, casi arruinada por los escándalos de los abusos sexuales.

En la mejor tradición vaticana, los temas vidriosos no se tratan y si se tocan, cuando menos, no trascienden a la opinión pública y publicada. El aborto que Joe Biden acepta y defiende , y por el que los obipos de EE UU querían retirar la comunión al presidente, no estuvo incluido en la agenda de la audiencia que ofreció el Santo Padre «al marido de Jill», como se presentó como humor y humildad el líder demócrata. Hoy, si asiste a su misa dominical, Biden, como acostumbra, podrá comulgar con las bendiciones del sucesor de Pedro.

No busca la confrontación Francisco ni dentro ni fuera de la iglesia. Y aunque sufre duros ataques de los suyos, cardenales incluidos, sigue adelante en su pontificado con mansedumbre franciscana. La Iglesia, madre, maestra y pecadora, con su pesada carga de historia y pasado, quiere ofrecer misericordia. Aquí, con la esperanza puesta en que el jesuita Bergoglio se anime a pisar la patria del padre Anchieta, tan sufridora hoy, la iglesia que peregrina por Canarias, con su obispo José Mazuelos, también quiere caminar por el sendero de la misericordia.El sacerdote Fernando Báez ha vuelto a oficiar la eucaristía en la Ciudad de San Juan de Dios, en Las Palmas de Gran Canaria.