Como si estuviese encerrado desde mucho tiempo atrás. Mucho mucho tiempo. En la oscuridad, a espaldas de la vida. La vida interna, la profunda, la sincera, la verdadera, La que importa de verdad.

Estar encerrado nunca es positivo, pero en ocasiones, no nos queda otra opción. Encerrados. Unas veces en nuestra casa, o en nuestro cuarto. Encerrado en una mentira, en la ficción de esta vida que a veces nos hace ser lo que no somos realmente.

Encerrados. Aunque sea como yo, Encerrado en una lámpara. Vieja. Desahuciada por las gentes. Abollada por los golpes de la vida. Casi sin brillo por las lágrimas de la vida, que han dejado arañazos, pequeñas heridas. Que aunque mi coraza sea metálica, deja a la vista que la vida no es fácil a nadie. ¿Por qué no iba a serlo para mí?

Suerte la mía. Que aquí, encerrado en mi lámpara, encuentre a alguien que demuestre interés por mi vieja lámpara. La mime, se la acerque a su mejilla, la frote suavemente. Y con su calor, no podré sujetarme. Tendré que salir de ella, mostrarme así, tal cual soy yo. Aunque pueda asustar, me da igual.

No creas que todo lo puedo, no creas que soy en realidad tan grande como parezco. Si me encuentras grande, será porque te sientes pequeño. Pero que sepas, que si algo me hace sentir engrandecido, es la presencia de un alma limpia, sincera y agradecida. Que vea en mí buenas aptitudes, que crea en mí, que me acompañe en los viajes de mi mente, en los sueños más profundos, Es así como, en verdad, me hago sentir como un genio. El genio de la lámpara mágica. Con la magia de quien me hace resurgir de la nada.