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Análisis

El pecado del optimismo

Al plan para salir de la crisis dibujado por Clavijo en el discurso de investidura le falta concreción pero, al menos, indica un plan

El pecado del optimismo

Si el optimismo es un pecado, el candidato a la Presidencia del Gobierno (hoy será presidente meced a la mayoría del pacto CC-PSOE) ingresó ayer de lleno en las calderas de Pepe Botero. Su política de mano tendida, de la apertura al diálogo con el resto de las fuerzas políticas del Parlamento, con los sindicatos o las patronales, entre otras varias organizaciones con las que se propone hacer realidad una Canarias imaginaria henchida de felicidad, raya en una ingenuidad incomprensible para quien llena su mochila con casi una docena de años bregados en la gestión política, con todas sus ingratitudes y deslealtades.

Buenismo, lo califica la teóri- ca oposición -PP, NC, Podemos, ASG-, acercándolo al bambinismo de Rodríguez Zapatero sin ni siquiera darle el beneficio de la duda. Es más de lo mismo, le critican.

Lo acusan de repetir los mismos tics de sus antecesores (la mayoría de CC) y de no haber entendido el dictamen de las urnas el 24 M. Y lo aseguran leyendo, palabra por palabra, los mismos argumentos que ya habían adelantado todos ellos el fin de semana previo. ¿Acaso no había interés por escuchar el proyecto del futuro Gobierno? El anuncio de una mesa de debate y análisis sobre la reforma del sistema electoral, que las fuerzas que no han logrado formar gobierno llevan reclamando desde el primer minuto del después de las elecciones, apenas mereció un comentario.

¿Cuál es entonces el mensa- je para el ciudadano? ¿Cuál de- be ser?

Los datos desgranados por el propio Clavijo a lo largo del discurso requieren más que mano tendida, más que promesas de honestidad y transparencia (valores que se les presuponen en buena democracia), mano firme y, efectivamente, compromiso por todas las partes.

El objetivo es superar la crisis y las cifras a salvar, desgarradoras: una tasa de paro del 30,8%; casi seis de cada diez jóvenes menores de 25 años engrosa la cola del paro; el 38,8% de la población de las Islas está en situación de desamparo; 600.000 canarios, el 28,6%, sufren algún tipo de exclusión social. "Es la Canarias que tenemos", en palabras de Clavijo, y es la que hay que arreglar. Y el panorama, por mucho que las previsiones económicas de crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) para este año y el próximo sean muy halagüeñas -por encima del 3%, a niveles anteriores a la crisis, según los servicios de estudios de algunas fundaciones bancarias-, apenas se presta al optimismo, pero desde luego tampoco a la política de brazos cruzados y menos aún a la del avestruz.

¿Hay que "renovar Canarias", como asegura el candidato? Pues habrá que ponerse a ello. Fernando Clavijo ha puesto sobre la mesa una serie de propuestas que, aunque nada concretas, al menos indican un plan.

Se propone, dice, caminar hacia una economía para buscar un modelo en el que el turismo no sea la única tabla de salvación del Archipiélago.

Más industria, más agricultura, más innovación, más energías limpias, más y mejores infraestructuras, y más y más educación y formación, sentenció parafraseando a Fernando Fernández (citó a cada uno de los expresidentes en sus discursos de investidura). Y ello sin dejar "a nadie por el camino": planes contra la pobreza, para paliar los desahucios, de urgencias sanitarias, una nueva ley canaria de servicios sociales, y pactos y más pactos...

¿Peca Clavijo? Nadie es tan malo como para merecer arder en el fuego por toda la eternidad.

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